CAPÌTULO XXVIII - GAVREL

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Metiendo mi Glock en la parte de atrás de mis pantalones, miro hacia la salida destruida por el loco de Leonardo y veo a Valeria salir con el convoy de veinte personas que le asigné, junto con sus guardaespaldas. Por el momento, está a salvo de los italianos; solo quedan los albaneses.

Sabiendo que ella le hará daño a Castel como me lo pidió, me acerco lentamente a él y observo a la alimaña que tengo frente a mí. Aún no puedo creer que Alessandro sea su hijo. Es algo que no puedo aceptar.

—A ver, Castel. Te metiste con mi esposa mientras estuve cuatro jodidos meses en coma por tu culpa. Aparte de eso, perdí a mi primogénito, y esa será la primera y última vez que me mates, porque ya no habrá más.

—Te dolió tanto esa pérdida. Solo era un maldito feto dentro del vientre de tu jodida perra —ladra esas palabras con una sonrisa en su maldito rostro.

—Viejo, no debiste decir eso —le dice Alessandro, mientras me abalanzo hacia él y le propino unos puñetazos en la cara.

—Vuelve a insultarla y adelantaré tu tortura.

—Una mujer te tiene así. ¿Qué tan bajo han caído los jefes de La Orden?

—Stefan, hazlo sentar en una maldita silla y ponle los auriculares —ordeno. Espero a que mis hombres obliguen a Castel a sentarse.

—Puedes matarme ya si quieres y mándame directo al infierno.
—No puedes hacer demandas, viejo. El karma no llega tarde, sino en el momento preciso —le dice Alessandro.

Sostengo entre mis dedos el Aitor Jungle King II mientras me acerco a Castel.

—Solo tienes que sangrar, como ella lo pidió. ¿Qué les parece diez cortes cada uno para empezar? Después aumentamos.

—Me parece perfecto. ¿Qué tal una piedra, papel o tijera? —dice John.

—No soy un maldito juguete —exclama Castel con rabia.

—Cállate, Castel. No tienes voz ni voto en este juego —le dice Emir.

—Podemos ponernos serios, por el amor a Jesucristo —ordena Leonardo.

—Ya cállense. Yo seré el segundo, porque lamentablemente es mi padre —responde Alessandro.

—Parecen niños de cinco años peleando por un caramelo —dice Kairo con una sonrisa en el rostro.

—Busqué algunas imágenes en internet. Hagámoslo al pie de la letra —nos dice Mateo.

—Por eso estabas callado, idiota.

—Cállate, Gavrel. Internet lo sabe todo, imbécil. Además, Kairo dijo cómo era. Quitémosle la ropa primero.

—Qué asco, pero déjenlo con sus malditos calzoncillos. No quiero dañar mi vista —responde Liam.
Esta conversación se está extendiendo, así que envío a Stefan, Gabriel y Marcos para que le quiten la ropa y lo cuelguen para poder comenzar el trabajo. Quiero irme a casa. Sé que Valeria nos está escuchando y aún no ha dicho ninguna palabra. Se mantiene en silencio. Saco mi celular y me indica que estarán en casa en una hora. Sergei dice que se tomó una pastilla para calmarse un poco.

Empiezo con una de sus piernas, deslizo la hoja sobre su rodilla. Lo escuché gruñir del dolor.

—Mira, sangras como todos los demás.

—Solo mátame —me dice con respiración entrecortada—. Termina con esto.

—Así no sería divertido el juego —le dice John.

Presionando la hoja contra su costilla, giro lentamente para desgarrar bien su piel, y me gano un doloroso gruñido suyo, mientras me dirijo a su brazo dándole un corte en la palma de la mano, luego el pecho hasta hacerle las diez heridas.

—¿Cuánto tiempo puedes aguantar, padre? —pregunta Alessandro con una sonrisa retorcida en su rostro mientras realiza los diez cortes en su cuerpo.

Castel se retuerce del dolor mientras Liam y Stefan lo sujetan para que Alessandro continúe. John aparta la cabeza de un tirón cuando realiza un corte en la oreja de Castel. Los gruñidos del hombre están llenos de agonía.

Mientras tanto, Mateo mira su reloj y recibe una llamada. Sé que es Sara, nuestra aliada en esta operación. Escucho las voces a través de los auriculares mientras continúo observando el tormento de Castel.

—Tenemos que terminar esto en treinta minutos y salir de aquí —informa Mateo.

—¿Qué pasa? ¿No es suficiente tiempo? —pregunto, sintiendo la urgencia de la situación.

—Los malditos albaneses están territorio estadounidense —me dice Sara—, tenemos que darle caza, Rodrigo también tiene que caer, antes que llegue a Valeria. —Su voz suena a través de los auriculares.

—Mierda, debieron darse cuenta de que Castel calló y su unión acabó.

—El juego se te está terminando, Gavrel, ja, ja, ja —dice Castel, riendo mientras jadea del dolor—. Y pronto tu Reina caerá.

—Estas, equivocado, recuerda que el juego no termina cuando cae la Reina, sino cuando cae el rey, y mi rey no caerá nunca. —le dice Valeria y todos mostramos nuestra sonrisa al oírla, me siento orgulloso de mi mujer o lo valiente que es.

—No debiste meterte con nosotros, no debiste deshonrar el tratado y, joder, no debiste meterte con mi esposa —digo con ferocidad, mientras presiono la punta de la hoja en el centro de su pecho y comienzo a abrirle la piel.
Observo cómo se traga su dolor, que al final termina soltando cuando abro lo suficiente para revelar su corazón.

—Lo siento, déjame enmendar mi error, por favor, ten piedad —suplica Castel, agonizando.

—Soy el maldito halcón demonio y ladrón de almas —declaro con orgullo—. No mereces piedad y no te la daré ni en el infierno.

—Me necesitas —me dice con voz entrecortada.

—Un buen amigo me dijo —volteo hacia donde está la Orden, los miro con determinación—: los grandes siempre ganan, y tuve que buscar a alguien más grande que tú. Por ti, bebé —susurro, metiendo mi mano en su pecho mientras él grita, y le arranco el corazón para luego arrojarlo al suelo. Respiro profundamente, sintiendo la satisfacción mientras la muerte reduce a mi enemigo a nada más que un cadáver inerte.
La venganza está completa, pero la batalla aún no ha terminado. Con una maldita determinación, me preparo para enfrentar a los albaneses y proteger a Valeria a toda costa.

—Señores, fue un honor haber peleado a su lado y es un privilegio contar con aquel que siempre debió ser el Don de Italia. —dice Emir, dirigiéndose a todos nosotros—, pero ha llegado el momento de partir, y sé que nos encontraremos nuevamente en el futuro.

Uno a uno, todos comienzan a retirarse, dejando atrás los escombros de lo que antes era la mansión de Castel. Alessandro tendrá que reconstruir su imperio desde cero, aunque ya cuenta con numerosos soldados a su disposición. Le indico a mi equipo que concluyan el trabajo y limpien el desastre mientras observo cómo se lleva a cabo la tarea.

Me acerco a los líderes presentes para expresarles mi agradecimiento por su apoyo incondicional y les aseguro que siempre estaré allí para ellos cuando necesiten un favor. Nunca olvidaré este día y la valentía y lealtad demostradas por todos. Nuestro camino no ha terminado, pero, juntos, superaremos cualquier maldito obstáculo que se nos presente.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Where stories live. Discover now