Capitulo XI - Gavrel

3.6K 209 1
                                    

Ver a Val discutir con Samanta me puso jodidamente duro, pues ya llevo semanas así. Esta mañana tuve un jodido sueño húmedo sobre la pequeña orquídea. Ella debajo de mí con sus pequeñas manos en mi espalda, mientras sentía su placer y gemía mi maldito nombre. 

Su cabello negro ocultaba parte de su rostro, estaba absolutamente hermosa; la vi moverse con cada deslizamiento de sus caderas hacia abajo y hacia arriba.

—Joder —murmuro, tratando de empujar el pensamiento de mi cabeza mientras mi pene viene a la vida.  Últimamente estoy duro como una piedra por el simple hecho de pensar en ella, necesito tenerla. Me vuelve loco por la necesidad.

—Val, lo siento, pero no voy a esperar a que estemos casados y yo sé que tú lo sabes.

La subo a mi cintura mientras estrello su boca con la mía, y nos besamos mientras la llevo a mi cuarto, colocándola en mi cama.

—Dime si no quieres y me detendré Val, te lo juro, si quieres que esperemos semanas, meses o un año, lo haré —le digo, mirándola a los ojos y rezándole a todos los santos para que me pida que la haga mía.

—¿Para que te vayas con la zorra esa? Estás completamente loco, hazme tuya, Gavrel. Por favor, solo ten cuidado.

Gracias, dioses, sé que está celosa.

—Tendré todo el cuidado del mundo corazón.
Ríe mientras la voy desnudando poco a poco. Se inclina, presionando su cuerpo desnudo contra el mío, me quita el suéter. Me maldigo internamente por no haber hecho esto antes. Si hubiera sabido que ella lo anhelaba tanto como yo, la hubiera hecho mía hace tiempo. Sus labios dándome besos suaves recorren su camino por mi cuerpo.

Extiendo la mano, envolviendo su corto cabello, agarrando tanto como puedo sostener. He fantaseado en hacer eso desde el primer momento que la vi. Ella toma un pequeño mordisco de mi pecho, haciéndome gemir.

—Dime que no te vas a arrepentir de esto, Val.

Nuestras bocas se unen nuevamente, moldeándose juntas como si esta no fuera nuestra primera vez.

—Jamás, Gavrel, jamás.
Gime en mi boca, y todo el control se rompe. La tengo debajo de mí. No puedo detenerme. Profundizo el beso, queriendo llegar tan lejos como puedo. Quiero probar cada centímetro de ella, y siento que lo necesito más de lo que necesito vivir.

Ella mueve su cuerpo contra mí, sé lo que está pidiendo, pero está noche no, aunque se lo dije. Me aparto y la miro, sus ojos lucen amplios, y verla desnuda debajo de mí es casi mi ruina.

—Gavrel, por favor.
Se mueve debajo de mí, gimiendo, pero no puedo darle más.

—Mi pequeña orquídea, esta noche no. —Su respiración se entre corta cuando le digo.
Sé lo que le voy a poder dar esta noche. Agarro su pezón con mi boca, hago presión delicadamente con mis dientes antes de pasar al siguiente. Mis manos recorren su pequeño y esbelto cuerpo, deseando tocar cada parte de ella. Dice mi nombre y se le escapan gemidos que cortan su respiración. Mi pequeña orquídea roja, siempre la mantendré a salvo y feliz, le daré todo de lo que quiera. Destruiría el mundo si así lo quiere. Ese es el poder que tiene ella sobre mí, quiero que ansíe mi toque, retenerla para mí, que nunca se aleje. No sé qué haría sin ella.

La empiezo a besar por todo su cuerpo, separó sus piernas ampliamente, pero sus pequeñas caderas siguen moviéndose. Ella desea esto tanto como yo. Me maldigo de nuevo por no haber hecho esto antes.

—Por favor. Te necesito.
La necesidad que siente en este momento no se la puedo negar. Deslizo mis manos bajo sus nalgas, levantando sus caderas, acercando mi boca para saborear cada parte de ella; sabe especialmente a miel. Beso su clítoris, dándoles pequeños jalones, mientras meto un dedo dentro. Está tan apretada. Ella grita mi nombre de nuevo y siento que es música para mis oídos. Sus piernas se tensan y agarra mi cabello. La siento más estrecha mientras llega al clímax. Gruño cuando siento su liberación.

Todo ha sucedido tan rápido entre nosotros, así que no estoy sorprendido de que esto fuera diferente. Es como si hubiéramos esperado más de diez siglos por este pequeño momento. Mantengo a Valeria en mi regazo por un largo tiempo, acariciando su cabello y escuchando su corazón hasta que duerme tranquilamente.

Estuve despierto las primeras horas de la mañana leyendo la información sobre los albaneses que Sara me envió. Termino prácticamente dormido mucho más tiempo de lo habitual, me despierto cuando mi celular suena. Gimo, sin molestarme en levantar la cabeza de la almohada, observo cómo Val se mueve despertándose también.

—¿Qué hora es? —pregunta.

—Son las ocho y quince de la mañana.

El teléfono vuelve a sonar y esta vez lo contesto.

—Pakhan, nos han quemado la mercancía que se dirigía a los cuatros jefes de la mafia —me dice Liam.

—Kak, chert voz'mi, eto proizoshlo. Maldición. (¿Cómo demonios ocurrieron eso?)

—¿Qué ocurre? —me pregunta Val.

—Ha surgido un problema, no me esperes despierta por favor.

—Espera, iré contigo, Gavrel. Somos un equipo, recuerda que dijiste que iría a tus negocios contigo.

Y no puedo discutirle, porque en realidad lo hice y me maldigo por eso.

—Liam dice que alguien quemó el armamento que se encontraba en el sitio de Richmond. Hemos perdido alrededor de diez millones en armas de alto calibre.

—Me reuniré con La Orden, Val, es mejor que no vayas.

La veo enojarse y salir del cuarto.
Llamo a Mateo para que me ponga en contacto con los cuatro jefes y nos reunamos en el lugar donde quemaron las armas. La guerra va a empezar y no me detendré hasta matar a los hijos de putas que me están haciendo de cuadritos la vida, desde que asumí el mando. Van a conocer el maldito diablo que llevo por dentro.

—Mateo, quiero que llames a los cuatro jefes de la mafia y notifiques que necesito reunirme con ellos en Richmond. Diles que han quemado mi armamento que iba a ser enviado a ellos.

—Gavrel, los italianos y los albaneses están juntos en esto. La información que pudo conseguir Sara es que el líder de los albaneses es Rodrigo Albus y Obed Albus, su hijo. El atentado de tu prometida, él lo dirigió junto a Castel Bianchi. Pakhan, tenemos un jodido problema y es muy grande.
Mierda, ¿cómo carajo pasó todo esto? Era de suponerse que ellos se unirían al momento de saber que era mi prometida.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora