Capítulo XVI - Gavrel

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Al llegar a la casa, subimos al cuarto. Ella se dirige a su habitación, pero la jalo hacia mí y la alzo.

—En tu mano izquierda está mi anillo, representa que ahora eres mía, pequeña, y por lo tanto, mi cuarto es tu cuarto, y dormirás conmigo. ¿Queda claro, Malysh?

—Mierda —murmura Valeria.
La veo dirigirse a mi cuarto y entrar al baño. En fin, hizo una masacre, mientras yo solo la observaba torturar a Nikola. No sentí pena por él, es más, lo disfruté como nunca. Valeria es inteligente, demasiado atrevida y no le tiene miedo a nada en el tiempo que llevo conociéndola.

No es una mujer que se deje dominar por cualquiera, incluso ella domina a los demás. Tiene ese poder de hacer que los hombres se rindan ante ella. Es una gran maldición para aquel que la vea. Sale del baño, envuelta en una diminuta toalla y me dice que va a buscar ropa en su cuarto y que regresa pronto. Tengo que hablar con ella sobre lo que pasó hoy, pero primero necesito una ducha para bajar al caballero que está duro como una piedra desde que la vi llegar al almacén.

Después de salir de ahí, invito a Valeria a salir a comer en un restaurante. Le doy una tarjeta American Express negra para celebrar nuestra boda, ya que no vamos a tener luna de miel. Al final, aparece Samantha arruinando la noche.

Al salir del baño, la veo acostada en la cama, leyendo una novela, como siempre. Me dirijo al armario y puedo ver que deja el libro en la cama mientras me observa detenidamente.

—Si me sigues mirando de esa manera me puedes ojear, pequeña.

—Déjeme decirle, Pakhan, que los ojos se hicieron para ver, y si no te gusta, eso no es problema mío.
De verdad, ella no le teme a nada.

—Tranquila, pequeña orquídea, todo lo que estás observando detenidamente es tuyo cuando quieras.

Una pequeña sonrisa tira de sus labios. Me coloco un pantalón corto y salgo del armario, tomando mi laptop. La abro para leer algunos correos de la empresa, mientras ella vuelve a su lectura.

—¿Qué lees, pequeña orquídea?

—De verdad quieres saber qué leo. A la mayoría de los hombres no les interesa saber qué estamos leyendo.

—Pues yo no soy la mayoría de ellos. Me entiendes, no vuelvas a confundirme con alguno de esos idiotas. Y sí, me gustaría saber qué lees.

—Se llama «El día que dejó de nevar en Alaska» de Alice Kellen. Es un libro que trata de una joven que se aleja de sí misma, se va para Alaska y ahí conoce a un joven que se llama Nilak y se enamora de él. Pero digamos que su corazón es de hielo y muy serio. Dos destinos, dos personas rotas por dentro que pueden encontrarse en sí para eso llamado felicidad.

—Interesante, querida orquídea. Cuando termines de leerlo, me dices qué tal.

—Esta es mi quinta vez leyéndolo. Es mi favorito de todos los libros que he leído.

—A veces pienso que no llevas muerte encima y que no sabes usar un arma o amenazar a alguien. Pero quién diría que puedes destruir el mundo con un solo toque. Dime, ¿hay libros que no te enseñan eso? Porque sería muy peligroso.

—La mente es el peor lugar para estar, es un infierno privado, Gavrel. Por eso prefiero leer para vivir un mundo de mentiras, porque del real ya he tenido suficiente. A veces llorar y lamentarse no sirve de nada, ¿no crees?

—Sabes, pequeña, una vez el gran Johnny Depp dijo: «A veces la gente llora no porque sean débiles, sino porque llevan mucho tiempo siendo fuertes», Malysh.

—En nuestro mundo no hay tiempo para llorar o lamentarse, Gavrel. ¿No crees que por eso me consideran la Reina Roja? Para mí, eso es ser un monstruo.

—Pero te convertiste en monstruo porque no querías llorar más. Dicen que los humanos lloran hasta agotar sus lágrimas, hasta que se secan por dentro y se convierten en demonios y monstruos hasta el final de los tiempos. Una vez Kairo me dijo eso. Creo que el cabrón ve mucho anime. No por gusto es de Japón. No le digas que te dije ese secreto.

—¿Y cómo se le llama al que nunca lloró y solo murió por dentro? El que se aguantó todo, el que se sanó solo.

—El llanto se expresa de diferentes formas, pero el hecho de secarse es para todos, ¿no crees?

—Es mejor ser el monstruo de la historia que sufrir toda la historia en la cual no hay final feliz. Curarse a uno mismo, al no soltar las lágrimas. Debes entender que por más que llores, las cosas nunca van a cambiar. Entonces, ¿para qué llorar?

Observo mientras ella lee, sabiendo que la vida no es fácil y no es bonita para nosotros, pero es la vida que nos tocó y hay que saber apreciarla. Le quito el libro, lo pongo en la mesita y la jalo para que quede encima de mí.

—Hay derecho a apagarse, pequeña. A querer tirarse en la cama y no levantarse. Hay derecho a alejarse de todo y de todos, Malysh, y en el silencio abrazarse. A llorar hasta quedar vacío por dentro, a mirarse hasta encontrarse y derecho a pausarse. Somos humanos de carne y hueso, si el mundo nos considera monstruos, entonces seremos los monstruos que ellos quieren que seamos.

La beso lentamente mientras le doy un fuerte abrazo. Si vieran este momento de fragilidad de ambos, sería nuestra destrucción. Gobernamos el mundo y permitir un segundo de debilidad no es algo digno de admirar, pero a ella se le permite hasta llorar si quiere.
La acuesto en la cama y luego me cierno sobre ella, mirando su hermoso rostro. Su mano sube a mi mejilla y siento el anillo, es perfecto para ella. Apartando su palma, miro el anillo en su dedo y luego la miro a ella.

—Fui con Mateo una semana después de saber que eras mi prometida. Tenía al hombre loco buscando tantos anillos. Al final, encontré el indicado. Siento que es perfecto, te representa. La corona en un anillo con pequeños rubíes rojos.

—Es completamente hermoso.
Valeria me da una sonrisa, y me siento feliz de que le guste la joya.

Mis labios caen sobre los suyos y la voy desnudando. No puedo mantener mis manos y boca fuera de ella. Cuando está completamente desnuda, me muevo entre sus piernas para darle algo de placer antes de hacerla completamente mía.

—Quiero saber todo sobre ti, Valeria, pero primero quiero hacértelo lento y suave. No creas que se me ha olvidado lo que pasó hoy.

—Vamos, Gavrel, puedes olvidarlo por un segundo, y más en estos momentos.

Me dirijo a su entrepierna con un beso, me arrodillo en el suelo. Esta será la única forma en que alguien me vea arrodillado. La empujo hacia el borde y procedo a hacerle sexo oral, la beso y busco las zonas que más la excitan. Su sabor me ciega completamente, me hace sentir hambriento. Ella tiene ese maldito poder sobre mí. Gime cuando empiezo a devorarla, respirando entrecortadamente y moviendo sus caderas sin descanso. Le gusta mi lengua en su sensible clítoris, lamiéndola por todas partes y apretando mis labios contra ella, enviando vibraciones a través de ella y sintiendo cómo se hincha, escuchándola gemir y enredar sus dedos en mi cabello, acercándome al lugar del que nunca quiero salir.

—Pakhan. Por favor. —Gime en mi siguiente lametazo, sobrecogido por el poder que me otorga ese título. No me detengo hasta que logre escucharla gritar mi jodido nombre, la humedad se filtra por toda mi boca y mi barbilla, sabe a jodida miel. Me agita una lujuria tan intensa que ya no me conozco. No sé quién soy mientras le regalo un orgasmo.

—Quiero oírte gritar mi nombre mientras estoy dentro de ti —gruño al saber que pronto estaré dentro de ella.

Aturdida y hermosa, me observa mientras me quito el pantalón, sus ojos se abren de par en par sobre mí, listo para estar dentro ella. Traga saliva y su mirada se vuelve roja. Levantando a Val y la voy arrastrando debajo de mí.

—¿Entiendes que podría quedar embarazada? Se muerde el labio.

—Estamos casados Val y si quedas embarazada seré el hombre más feliz del mundo y me aseguraría de eliminar muy bien nuestros enemigos para que nuestro hijo esté bien.

Empujo lentamente, tratando de controlar a la bestia que me dice que folle a Valeria, es especial y quiero ir despacio con ella.

Entro en ella centímetro a centímetro, y se tensa mientras avanzo. Me detengo unas cuantas veces para dejar que recupere su aliento, pero me dice que siga adelante. Introduzco más y más profundamente en el espacio más estrecho que pueda imaginar. Sus manos bajando y subiendo por mi espalda, clavándose en mi cabello otra vez... Finalmente, estoy todo el camino dentro de ella, y me detengo para dejarla relajarse un poco más.

Está caliente, resbaladiza y más apretada, inclinando mis caderas para ese primer bombeo y dándolo lentamente, pero con fuerza al mismo tiempo. Nos besamos y siento cada centímetro de ella, frotando su piel suave y curvas. Cuando finalmente empieza a mover sus caderas debajo de mí, sé que está lista para que haga el amor con ella. Moviendo mi boca más abajo, chupo sus pezones.

—Oh, Dios, más por favor.

—Que soy Gavrel, no Dios val.
Cierro mi boca sobre la suya, besándola lentamente, tratando de detener los temblores que recorren su pequeño cuerpo.

—¿Estás bien pequeña?

—Sí, estoy bien.
Su vagina se flexiona a mi alrededor y la vista se me nubla.

—Qué bueno, Malysh, ahora te voy a pedir algo: no te corras aún.
Respiro con fuerza contra su boca como un loco, mis caderas dando suaves movimientos para estirarla, para que se acostumbre a mí.

—Esa es una buena chica —susurro entre besos.
No puedo creer que estoy consiguiendo todo lo que siempre he querido con la mujer más hermosa que he visto. Puede que no nos conozcamos mucho, pero puedo asegurar que daría mi vida por estar siempre con ella y haré todo lo que esté en mí para cuidar de ella.

—No puedo —comienza a protestar Valeria contra otro orgasmo, pero no la dejo escapar.
—Puedes, pequeña. Y lo harás.
Me inclino y chupo su pezón, ella grita de placer. Lamo entre sus pechos.

Dame lo que quiero, pequeña orquídea. No me detendré hasta que lo consiga.

Empujando dentro de ella, cubro mi pene en su calor cálido y resbaladizo. Su agarre apretado pulsa alrededor de mí, y gimo ante la sensación. Ella es tan perfecta, y nunca pensé que pudiera ser tan bueno, es increíble a un ritmo perezoso, me retiro y luego hago mi camino de vuelta.

Me inclino y la miro, observando la suave luz de la luna extendiéndose sobre nosotros, se viene debajo de mí, la vista es suficiente para enviarme por el borde y empujo duro una última vez, vaciándome dentro de ella. El orgasmo viene de cada centímetro de mi cuerpo y jodidamente estoy viendo las malditas constelaciones.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Where stories live. Discover now