CAPÌTULO XXXII - GAVREL

1.7K 121 4
                                    

Ella piensa que no conozco su cuerpo y que no sé nada de ella, pero estoy 100% seguro de que
está embarazada y no me lo quiere decir.

—Jefe, ¿se siente bien? —me pregunta Pavel al verme salir del baño y dirigirme al minibar—.

Manda a Luis a la farmacia para que me compre una maldita medicina que me quite los vómitos
y los mareos. —Puedo ver cómo sonríe y se va a decirle.

—Manténganse a un metro de distancia de ella y no la dejen sola por ningún minuto. Al más
mínimo indicio de sospecha que tengan, avísenme. Con sus vidas la protegen.

—Como ordene, Pakhan —dicen todos.

—A él también, no solo me cuidan a mí, también a él. No se les olvide. —Todos voltean a mirar
y asienten al mismo tiempo.

La tentación, envuelta en seda roja, camina hacia nosotros y cada puto par de ojos masculinos se fija en ella.

Siento esa necesidad de sacar mi arma y usarla con cada hijo de puta en ese evento que se atreva
a comerse con los ojos a mi pequeña, porque si mis soldados fallaron por un segundo en sus
miradas hacia ella, en ese acto benéfico no serán mis soldados, sino toda la maldita sociedad.

—Esto es jodidamente ridículo, Malysh. ¿Y si mejor nos quedamos en casa viendo una de esas tantas películas que te gustan?

Tirando el vaso hacia atrás, bebo el whisky con la esperanza de que calme el deseo que inunda mi cuerpo, pero nuevamente me vienen esos malditos síntomas de mierda y me dirijo al baño a
vomitar la vida entera. Mierda, tendré que dejar el whisky.

—¿Te sientes bien, Gavrel? ¿Tienes algún virus?

—Déjenos solos un momento, por favor—todos se retiran dejándome a ella y a mí solos.

—Pequeña, ¿hay algo que me quieras decir?, la veo dar vuelta a su anillo.

—Estoy embarazada, tengo 4 semanas de embarazo, Gavrel. Pensaba decírtelo hoy cuando
llegáramos del evento.

—Mierda, bebé, ya lo sabía. Pero quería escucharlo de ti, porque al parecer soy el único al que le dan los síntomas— veo una sonrisa en su boca. —La arrastro hacia mí y le doy un beso en la frente. —Pequeña, me haces el hombre más feliz de este maldito planeta.

—Yo también estoy muy feliz, Adán. Esta vez lo cuidaré bien. —Mierda, a veces me dan ganas
de desenterrar al imbécil de Castel, revivirlo solo para volverlo a matar.

Llegamos al lugar donde se está dando el evento. Hay muchas caras conocidas, nuestros
brigadieres también están aquí y la orden, como siempre. Hay políticos, millonarios y criminales haciéndose pasar por gente común y corriente como nosotros. Muchos se acercan para saludar y entablar conversación. Observo a mi alrededor y siento que todos tienen los ojos sobre nosotros, especialmente en Valeria, de eso no hay duda. La forma en que Valeria se mueve hace que el vestido brille con los pequeños toques de diamantes incrustados.

Lo mandé a pedir para ella, solo hay uno en todo el planeta. Lleva el pelo liso, con las puntas coqueteando con sus hombros desnudos. Los finos tirantes son apenas visibles. La maldita abertura del vestido expone demasiado de su pierna, sin llegar a ser indecente. Mierda, debí pensarlo antes de mandarlo hacer, le quedó mejor de lo que me imaginaba, la verdad. Ella se gira para saludar también a la esposa del alcalde de Nueva York.

—Jesús—mi boca se seca por completo, esta mujer me va a matar.

Su espalda está expuesta, la seda roja queda justo encima de su trasero en forma de V. Mierda, su trasero. Se ve demasiada piel y su trasero es jodidamente perfecto, y presiento que terminaré arrancándole la cabeza a un par de hombres. Y si le coloco mi saco, creo que eso sería una buena idea. Me acerco a ella rodeándole por la cintura y atrayéndola hacia mí.

—Pequeña, colócate esto o terminaré decapitando a muchos hombres. ¿Eso es lo que no queremos, ¿verdad?

—Gavrel, en serio— se coloca el saco y sé que está molesta, pero es mejor prevenir que lamentar.

Le digo a Val que iré a saludar a los muchachos, ya que ella quiere ir por una botella de agua.

Le digo que la voy a acompañar, pero como es tan terca termina ganándome. La veo dirigirse al
bar y sentarse, mientras me giro y les indico a mis guardaespaldas que vayan con ella. Pero es como si me leyera la mente, voltea a verme y me mira con una cara que dice

—Ni te atrevas, Gavrel— Así que descarto la idea y me dirijo a saludar a los muchachos, mientras mi mirada sigue en ella.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora