Capítulo XXIV - Valeria

1.8K 153 0
                                    

Estuve una semana en el hospital, y en ese lapso permanecí dos días dormida y tres semanas en reposo. Perdí demasiada sangre, me tuvieron que hacer una transfusión. Además de eso, tenía algunos hematomas que al día de hoy son moretones. Casi pasé un mes completo.

Nunca piensas que te pasará a ti. Pero luego estás acostada en la sala de escaneos número 8, mirando tus pies fríos por el aire, mientras mueves los dedos de los pies contra las sábanas blancas del hospital, esperando a que la ecografista diga algo.

Pero no dice nada. En cambio, llama a otra persona. Y en la fracción de segundos antes de que hable, te das cuenta de que tu mundo está a punto de entrar en una caída libre.

A pesar de que te preparaste mentalmente, cuando llega el momento de escuchar esas palabras que sabías que te dirían, no es suficiente para abrir ese paracaídas que llevas. Un "lo siento" no es suficiente para el dolor que estoy sintiendo. Que me digan que podré tener otros no reemplaza lo que acabo de perder. Las palabras de consuelo no me ayudarán, no me aliviarán del dolor. Jamás lo harán. Por más que tapemos nuestras heridas con una curita, llegará el momento en que siempre tendremos que dejarlas respirar, para que puedan sanar libremente.

Somos personas de carácter fuerte. No significa que porque nos cubramos con un escudo de titanio no podamos darnos ese pequeño desliz que necesitamos. Debemos sacar todo el llanto y la tristeza acumulada. Necesitamos decir lo que pensamos y no retenerlo para nosotros. Porque entre más callamos, más estaremos sufriendo.

Ya tengo 19 años. No me había permitido llorar o lamentarme, pero me mantuve fuerte durante ese mes. No solté ni una lágrima. No tuve el valor de visitar a Gavrel en ese mes. Aún no despierta. ¿Con qué cara lo iba a mirar y decirle que no pude cuidar de él? Yo era su escudo, donde nadie podía tocarlo, pero al final le fallé. Aún no tengo el valor de mirarlo a la cara cuando despierte y decírselo.

Han pasado cuatro meses y él sigue en coma. Ya estamos a principios de mayo. Quizás no despierte hoy, tampoco mañana, ni mucho menos el próximo mes. Pero solo una cosa es verdad, y es que cuando despierte, él buscará venganza.

Mi celular suena y en la pantalla puedo ver el nombre de Alexis. Tiene que ser de Gavrel. ¿Será que despertó o algo le pasó? Y si despertó, lo más probable es que ya esté informado de todo.

—Hola, Alexis. ¿Cómo estás? ¿Pasó algo?

—Gavrel acaba de despertar y necesita verte.

—¿Le contaste lo ocurrido? ¿Hace cuánto despertó?

—Hace un par de horas, pero lo mantuvieron en observación. Solo por encima, lo demás es mejor que se lo cuentes tú, pequeña.

—Está bien, Alexis. Llegaré en unos 30 minutos.

Marqué el número rápido de Milagros para informar que vamos de salida. Desde que salí del hospital, no he querido salir. Me he mantenido en casa, encerrada en el cuarto. He rechazado las visitas de todos, incluyendo las de papá y Sara. No me siento lista para hablar, porque no seré fuerte. Me doy una ducha rápida, me pongo unos jeans con unos tenis, un suéter rojo y una chaqueta. Ya en la entrada, se encuentran las muchachas y los chicos esperando para salir. Ellas nunca abandonaron esa puerta desde la emboscada que me dieron.

—El Pakhan despertó. Vamos al hospital. Llamen a Sara y aseguren todas las rutas. No quiero sorpresas.

—Ya hemos contactado con ella y ha indicado que todo está bien. Sergei, Edward y Andréi esperan en los carros. Es hora de irnos —me dice Milagros.

Aún nadie comenta lo que pasó hace un mes. Saben que algo malo está por pasar, aparte de mi tristeza que se refleja siempre. El odio y la venganza me mantienen de pie, y la esperanza de que él despierte, como lo hizo hoy. Al llegar a la sala, están sus papás, Mateo y sus padres. Los saludo mientras en sus rostros se ve la tristeza. Al fin y al cabo, también era su nieto.

—Buenas, ¿cómo están todos? —les pregunto.

—Estamos bien, cariño. ¿Y tú, cómo estás? —me dice Margaret—Gavrel salió bien en sus exámenes de revisión, solo está un poco adormecido y por estar tanto tiempo en cama, su cuerpo ha perdido el modo de caminar, ja, ja, ja. Pero sé que pronto sabrá cómo manejar esto.

—Qué bueno, Margaret. Yo quiero pedirles disculpas por no haber venido a verlo en un mes. No estaba lista, a pesar de que estaba en coma, y creo que aún no lo estoy ahora que despertó.

—No te preocupes, princesa. Lo entendemos perfectamente. También fue difícil para nosotros y estamos preocupados por cómo vaya a reaccionar —me dice Alexis—. Pero entre más rápido sepa la verdad, creo que podremos acabar con este infierno más rápido.

Los dejo en la sala y entro en el cuarto donde se encuentra él. Mis manos tiemblan y, por primera vez, siento que la bomba que tenía a punto de explotar hace unos meses ya no podré retenerla más. Agarro la perilla de la puerta, la giro lentamente mientras empujo para abrirme paso, y ahí está él, tan tranquilo como si nuestro mundo no estuviera a punto de estallar por lo que le tengo que decir. Su mirada se dirige directamente a mi vientre, buscando algo que no va a encontrar. Me escanea de pies a cabeza y su frente se arruga, él sabe que algo pasó.

—Pequeña orquídea, juro que cuando sepa quién te puso las malditas manos encima, le arrancaré cada parte de su cuerpo pedazo por pedazo y se las daré de comer a nuestros halcones hasta que no quede ni un hueso de él —mis lágrimas empiezan a rodar, la curita que tenía puesta acaba de ser arrancada.

—Lo siento tanto, no pude cuidar de él o de ella —en sus ojos puedo ver tristeza y rabia, y sé que sabe a qué me refiero.

Orquídea Roja [ Libro#1 De La Orden]En Físico Where stories live. Discover now