Atalaya

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Luego del emotivo reencuentro, el resto de superhéroes se amontonaron para asegurarse de que lo que escucharon era cierto, de que era la hija de los más fuertes de ahí.

Entre los más jóvenes del grupo que pude identificar a simple vista, es decir de los que lucían con una edad parecida a la mía se encontraban Flash, Cyborg, Linterna Verde, y obviamente Shazam, aunque se veía viejo, pero estaba claro que era un niño o un adolescente.

Algunos me saludaron con duda, otros amistosamente y otros ni se acercaron, como Batman, pero no lo juzgo. 

Tener cara de tener un palo metido en el culo resultó ser de familia.

Al cabo de una hora ya nos encontrábamos en la Atalaya, la cual me dejó sorprendidísima, era enorme, parecía jamás tener fin. Diana y Clark no se despegaron de mi en todo el recorrido, cada uno me invadía con preguntas de diferente tipo que me mareaban tanto que nomás le atinaba a reírme.

Me asignaron una habitación en la que pude asearme y deshacerme del traje. Al pasearme solo pude sonreír, porque este lugar era más fino que un hotel cinco estrellas. Cuando me dirigí al clóset me encontré con ropa simple en todas las tallas. Amaba parecer vago, entonces me puse una camiseta gigante con unos pantalones cortos y zapatillas deportivas.

Mediante los altavoces hicieron saber a todos de una reunión en su salón central del cual no tenía intenciones de ir, ni siquiera era miembro, entonces para qué molestarme. Me dirigí hacia los grandes ventanales para pasar el rato cuando alguien ingresó.

— Cariño no vienes? — De pie en la puerta se encontraba Diana con una sonrisa cálida.

— No soy miembro, no creo que sea muy bien recibida allá.

— Lo sé, pero entre los temas a tratar estás tú, necesitamos que estés allí.

Asentí para nada convencida pero finalmente accedí. Ambas nos encontrábamos de salida cuando el brazalete comenzó a parpadear. Diana observó extrañada la situación.

— Lo siento, no te expliqué. Este es el brazalete que me permitió estar de regreso y el motivo del parpadeo es porque estoy recibiendo una llamada. Déjame presentarte a alguien.

Tecleé algunas cosas del brazalete y me posicioné de espaldas al ventanal antes de aceptar comunicarme con Eros quien ahora se veía mejor que nunca. 

Nada raro acababa de bañarse el puerco.

— Y dime, pudiste salvar el mundo, o lo destruiste y ahora estás en el espacio lamentándote?

Reí mientras movía el brazalete para que Diana lo viera. — En realidad todo salió bien. 

— Santa m...

— Cuida tu lenguaje niño. — Amenazó Diana.

— Lo siento, pero debería escuchar a su hija. Créame, querrá lavarle la boca con ácido.

Ella me observó con seriedad y yo trataba de no reír por el nerviosismo. — Gracias Eros.

— Eros? — Preguntó ella.

— Sí, es el dios. — Confirmé. — Y él es como... — Iba a decir que como mi hermano pero recordé el beso y no lo consideré apropiado. — ...somos muy buenos amigos.

— Es un placer conocerla por fin y no por medio de dibujos. 

Diana asintió con elegancia y luego de unos minutos tuve que colgar ya que los altavoces sonaron una vez más llamando a la Liga. 

De camino comencé a nerviosearme y a alizar las arrugas invisibles de mi ropa. Batman me daba mucho miedo y cualquiera de allá que leyera mentes.

Si bien en mi guión puse que nadie podría leer mi mente y que si lo hacía solo vería la vida de mi otra yo, aún estaba esa inseguridad de ser descubierta.

Tres vidas (Shifting)Where stories live. Discover now