veintiuno

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TaeHyung dejó de cubrir su rostro para ver a la rubia, y ésta no tenía reacción, veía el techo con seriedad, recordando aquel primer año de secundaria tan trágico que vivió y no podría olvidar ni aunque quisiera. Cuando se hizo tan cercana a Juliet y el año siguiente empezó a jugar con los chicos de la misma manera que jugaron con ella, aunque era una venganza estúpida cuando ninguno de ellos tenía la culpa de los traumas que le ocasionó aquel chico, Barbara tenía ese pensamiento de que todos los hombres eran iguales, y a su vez le daba miedo pensar que podía ser así, jamás podría confiar en otro hombre sin miedo a que le suceda lo mismo.

⎯ ¿Qué?⎯ preguntó atónito TaeHyung, no quería dudar de ella, mucho menos cuando no lo miraba a los ojos y parecía tan hundida en sus pensamientos.⎯ Barbara no juegues con eso.

⎯ ¿En serio piensas que estaría jugando con algo tan serio como lo es ese tema?⎯ respondió, aún con la vista clavada en el techo. Suspiró cuando él no dijo nada, volteó para verlo y con el tono más sincero que pudo habló;⎯ Jamás bromearía con algo así.

⎯ Joder...⎯ fue lo único que pudo salir de sus labios. Quería pensar que su ex novio le convidó droga y ella por curiosidad consumió, pero no parecía ser así, tenía pinta de ser más serio.⎯ ¿Cuántos años dices que tenías?

⎯ 12, una dulce e inocente niña.

⎯ ¿Quieres...hablar de eso?

No le gustaba recordar todo eso, no cuando fue su primer trauma y el más grande que pudo tener en toda su vida, pero negarlo e intentar borrarlo de su mente tampoco servía, por desgracia aún no construían una máquina que pudiera borrar recuerdos. Y ahora no sentía tristeza, o un corazón roto, más bien sentía furia, odio, disgusto, ¿Cómo un chico de 19 años podía interesarse en una niña que recién cumplía los 12? Sin contar lo ilegal que era, la maldad que podía existir en un chico que terminaba la escuela secundaria era demasiada, no solo en él, sino también en el loco grupo de amigos que tenía y apoyaban su idea de meterse con menores por el simple hecho de ser más manipulables, más fáciles de poder manejar, y lo mejor es que eran virgenes. Daba repulsión de solo recordarlo. En su cabeza estaba el vivo recuerdo de como sus ilusiones se fueron apagando una por una, el que se suponía que iba a ser su mejor año por dejar la escuela primaria atrás y empezar la secundaria, terminó siendo caótico, traumático, y horrible, lo único bueno que podía rescatar de ahí era que Juliet y ella se habían hecho más cercanas.

El repulsivo Yuthiel Owen le había hecho una pesadilla ese año, empezando a coquetearle por los pasillos y pidiéndole que guarde el secreto de que era mucho más grande que ella en edad, había repetido un año y eso implicaba ser el más grande de sus compañeros, llevándose siete años con Barbara para cuando empezó a "interesarse" en ella. Claro, una niña que nunca antes había tenido novio, que no sabía lo que era dar un beso, y ni siquiera tenía idea de lo que eran las relaciones sexuales, era más que presa fácil para aquel moreno de metro ochenta, musculoso, con cabello negro y un piercing en el ombligo, el cual aventuró a Barbara a hacérselo meses después de conocerlo, como si eso fuera un recuerdo de él. Si lo pensaba bien, ni siquiera era muy guapo el chico, pero recordaba lo loca que la tenían esos ojos marrones gatunos, las pecas sobre su nariz, los lunares en sus bíceps, y lo encantador que era con las palabras, porque ella se fijaba más en cómo la trataba y la enamoraba día a día en vez de su físico.

Al ser nueva en todo lo que tenía que ver con el mundo de noviazgo, Yuthiel fue el primero en todo, él le enseñó a besar, a tocar, a complacer a un hombre, hasta le había enseñado a complacerse a ella misma por puro morbo de verla masturbandose, pero al fin y al cabo le había enseñado cosas que hoy en día le funcionaban, no podía objetar contra un chico que le llevaba siete años y tenía mucha más experiencia que ella en cualquier aspecto. A las dos semanas de conocerse él le había pedido ser su novia, y con lo inocente que era Barbara, aceptó, sin saber que ahí comenzaría su infierno. Con doce años supo lo que era una discoteca, perderse entre tanta gente adulta, verlos drogándose, fumando, besándose, casi teniendo sexo en cualquier esquina, mientras los chicos de la barra se reían de ella por pedirles jugo de cereza, el cual no tenía por ser un lugar de bebidas alcohólicas. También tuvo la fea experiencia de que hombres la acosen, por haberse vestido con ropa de la prima de su ex novio, la cual era más reveladora a pesar de tener la misma edad, y al pasar sentía muchas manos tocando su trasero, su espalda, y los que se atrevían a más, susurraban en su oído para escaparse y tener un sexo rápido por ahí.

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