Capítulo 68

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Kaie

La sensación de cargar con muchas cicatrices sin tratar en mi propia piel aún me escocía por la memoria. Gracias a la medicina que Ronoks trajo consigo de nuestro clan el dolor ya no está tan presente en cada segundo que transcurre sin tomar descanso alguno, pero como advirtió, que el dolor no esté no significa que las heridas también lo hagan y eso lo sé perfectamente porque siento cierta pesadez en mi cuerpo que dura por un prolongado tiempo. Sé que me estoy exigiendo de más y también sé que la regeneración de mi metabolismo está lenta porque no estoy dándole el descanso que mi cuerpo necesita, y aún así no pienso detenerme, no puedo rendirme.

Aún puedo luchar.

No dudé ni esperé un segundo más para levantar y aferrar a mi presa en mis brazos y así llevarla conmigo detrás de los traidores. Drix hizo lo mismo con la otra humana y al parecer el regente Rhay no tuvo muchas complicaciones para llevar consigo a Dave, agarrándolo del estómago para colocarlo a un costado de sus costillas mientras lleva su peso con su antebrazo, tal cual cargaría a una presa recién cazada.

Pronto, el silencio y desolación cubrió el espacio en el que estábamos instantes atrás al momento de partir cada quién a su labor establecida. Me apoyé con mi progenitor para rastrear el rumbo que habían optado el grupo de traidores, no fue esta cerca de medio trayecto que nos fijamos en una sola coincidencia que dimos por establecido. Pero antes de ello, mi pequeña presa también había descubierto lo que tanto estaba intentando ocultar a sus ojos.

—¿Qué es esto? 

Mueve sus manos por lo que llegan alcanzar sobre la piel de mis hombros, pero la retengo aplicando un poco de fuerza en su cintura para que no siga explorando lo que mi cabello ya no puede ocultar. Ya no tengo nada que cubra mis cicatrices y no pensé que, tras su fuerte y cálido abrazo hacia mí, lo notaría de inmediato.

—Nada... —siseo casi con resignación— No es nada que debas preocuparte, mi dulce veneno. En serio, solo quédate a mi lado hasta que todo esto termine.

Cubro su cabeza con mi mano para que se recueste en mí, pero me lanza una mirada que dice más de lo que ya me esperaba y por eso quería evitar ese dolor en sus ojos por mi debilidad hecha en forma de marcas que perdurarán en mi piel para siempre.

—No, déjame ver —repone con firmeza e insiste en sus movimientos para tratar de escapar de mi agarre.

No me queda de otra más que hacer caso a su pedido y dejo de retenerla, se alza en su pequeño cuerpo hasta que sus muslos quedan cerca de mi rostro y tengo que cubrirlas con mis brazos para que Ronoks no la vea, aunque mi padre se ha mantenido al margen y se ha adelantado un poco más para darnos espacio en toda esta conversación, pero de todas formas puedo sentir su interés por no perderse mis reacciones al respecto con mi presa.

Está claro que tiene curiosidad y a su vez le parece divertido ver a su descendiente en esta posición.

—¡Dioses! Kaie... cómo has aguantado todo, —su respiración se entrecorta al mezclarse con el pánico de su voz— por cuánto... 

Sus palabras se ven interrumpidas por su sollozar, como si fuera ella quien recibiera golpe tras golpe y no me queda nada más que traerla de vuelta a su posición de antes hasta que sus ojos, llenos de esas lágrimas que reflejan mi ser en cada gota que cae por sus mejillas, se encuentran con los míos que solo desean seguir viendo mi propio reflejo en todo lo que ella ve del mundo ante sus pies.

Entonces me doy con la sorpresa de que aquella voz en mi cabeza persiste a pesar de haber oído decir por sus propios labios que nada había cambiado en los dos juntos, que aún me amaba y todo lo que dijo fueron mentiras. Lo creo, sí. Pero cómo puedo aplacar esa incertidumbre de mi propio ser al creer también que es débil, que no merece verse reflejado en sus ojos por no alcanzar a protegerla... Hice que se lastimara por mí, la dejé ir dos veces sin poder hacer nada más que observar y esas dos verdades son algo que me está costando dejar de lado. 

Renacidos en OrloxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora