Capitulo I

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La briza aumenta a un nivel que hace que todo mi cuerpo comience a temblar por el frío, desde hace tres meses que no encuentro trabajo y se me está acabando el dinero que me dejó mi nona al fallecer. Mi hermosa nona, la extraño muchísimo, desde su partida me he sentido más sola de lo que nunca me he sentido en toda mi vida. Ella era toda la familia que me quedaba, desde los seis años que tuve que ir a vivir con ella. Los servicios infantiles lograron contactarla y explicarle toda la situación vivida esa horrible noche. Mi cuerpo entero se estremece con un escalofrío al pensar en eso, jamás olvidaré el miedo con el que corría lo más lejos posible de la que era la casa de mi infancia, dejando todo atrás, aunque la realidad era que me lo habían arrebatado todo.

Mi nona fue muy paciente conmigo, siempre hacia todo lo posible para que pudiera adaptarme a mi nueva vida junto a ella, el nuevo colegio al que asistí, mi nueva secundaria y casi mi universidad pero tuve que dejarla luego de que nona falleciera, mi meta era que terminando mi carrera conseguiría un buen trabajo y podría mantener a mi nona con todas las comodidades que siempre soñé para ella. Ese sueño no pudo ser, que desgracia.

Miro a mi alrededor, estoy en una pequeña banca en el parque que se encuentra cerca del pequeño lugar donde vivíamos mi nona y yo. Antes vivimos en una linda y gran casa a las afueras de la ciudad de Toronto, el aire fresco del parque en el que me encuentro me recuerda mucho a los días que viví en esa casa junto a mi nona. Rebusco una de las bufandas que siempre cargo en mi bolso cuando tengo alguna entrevista de trabajo, de las cuales aunque me apene decirlo siempre soy rechazada. Dicen que no cuento con la experiencia necesaria o que soy muy joven para el puesto, vamos ¿Cómo quieren que tenga experiencia si nunca me dan la oportunidad de trabajar? mientras me coloco la bufanda alrededor del cuello noto que una señora algo mayor se acerca hacia la banca donde me encuentro sentada, ella toma asiento y me permito detallarla un poco de manera discreta, no quiero que crea que soy una fisgona.

Es una señora con vestir elegante, de porte fino y sofisticado, tiene unos ojos azules preciosos, es delgada y su cabellera refleja el paso de los años con la aparición de las canas, pero en ella solo la hacen ver más distinguida, observo como poco a poco sus mejillas toman un color rojo debido al frio, así me doy cuenta que no trae nada para protegerse de este clima, lentamente me retiro mi bufanda del cuello y la coloco alrededor del suyo.

Ella se sobresalta por mi acción repentina pero no hace ningún intento de detenerme, termino de colocarle bien la prenda y le doy una pequeña sonrisa.

-No debería salir a estas horas de la noche sin ningún abrigo y mucho menos con este clima-le digo en una especie de regaño-Y más a su edad, podría enfermarse-me doy cuenta de que eso último fue grosero y cierro  la boca de golpe.

-¿Me está llamado vieja señorita?-pregunta la dama levantando una ceja.

-Disculpe usted-digo rápidamente-A veces no pienso muy bien las cosas antes de decirlas y mi gran bocota dice puras tonterías –la mujer sentada frente a mí se ríe a carcajadas y me dedica una mirada que conozco muy bien, es la misma que me daba mi nona cuando salía con una de mis ocurrencias.

—¿Sabes una cosa?—me dice y yo niego lentamente—Tenía mucho tiempo que nadie me hacía reír como tú lo has hecho en este momento—le sonrío al escuchar sus palabras—El único que conseguía sacarme una buena risa era mi difunto marido—dice cambiando su expresión alegre de hace un momento a una melancólica.  

-Imagino que su marido la conquistó a base de unos buenos chistes- le digo entrando un poco en conversación con ella, la verdad no tengo prisas por regresar al lugar donde vivo, sin mi nona ya no se siente cálido y mucho menos un hogar.

-Así es querida, pero no fue solo su buen sentido del humor lo que me hizo fijarme en mi Charles –dice con una sonrisa, debe ser increíble tener el poder de hacer que una persona sonría de esa manera solo con pensar en el nombre de quien se ama-Su carácter fuerte y la lealtad hacia las personas que apreciaba y respetaba son una de las muchas cualidades que me hicieron caer por él, pero no hablemos de mi difunto marido- cambia rápidamente de tema, incluso se gira de manera que quedamos frente a frente, este nuevo nivel de atención me pone nerviosa, no soy buena  hablando con las personas, creo que eso también ayuda a que me rechacen en las entrevistas de trabajo-Mejor cuéntame cariño ¿Por qué una bella señorita como tú está sola en la noche en medio de un parque?- desde que se sentó no ha hecho nada como para que me sienta incómoda, así que decido contarle todo.

Desde la muerte de mi nona y como ella me la recuerda en sus gestos, hasta la infinidad de entrevistas horrendas que he tenido, ya sea para mesera, secretaria, conserje o asistente de cocina, porque si algo se me da de verdad bien que hablar con la gente, eso es cocinar.

-¿Así que sabes cocinar?-pregunta curiosa y le doy un pequeño asentimiento con la cabeza, ¿De todo lo que le dije, eso llamo más su atención? -Mira que gran casualidad, justo hoy le dije a mi nieto que le pidiera a la ama de llaves que buscara una cocinera para la casa- me explica, pero yo solo me concentro ante la pequeña esperanza que mi nueva amiga de banca me está dando.

-¿De verdad no me está tomando el pelo?-le digo, ella ríe otra vez y me dice no con un gesto de la cabeza-Dios mío si me da esta oportunidad se lo juro por mi nona que me cuida desde arriba que no le fallaré- ya estoy pensando en la infinidad de platillos que le preparare a su familia, tengo que buscar el recetario que mi nona me dejó, estoy tan emocionada que no me paro a observar bien el panorama de todo esto-¿Antes no tenían cocinera?-pregunto realmente intrigada por saber la respuesta.

-Claro que sí, pero renunció hace dos días-me dice, de repente se levanta y observa detrás de donde estábamos sentadas y de la nada un hombre corpulento se acerca en nuestra dirección, me entra el pánico como cuando tenía seis, me coloco frente a mi nueva amiga y observo fijamente al sujeto.

-Tranquila, es un conocido- me dice la señora mientras el grandulón me observa en mi posición protectora con esta persona que acabo de conocer.

-Me agrada-dice solamente con una mueca que supongo es una sonrisa, se da la media vuelta y desaparece en la calle, vaya eso no ayuda a mis nervios.

-Henry es algo sombrío lo acepto-me dice mi amiga al ver mi mirada interrogativa-Bueno yo me tengo que ir mi hijo y nietos deben de estar como locos sin saber mi paradero-me toma de ambas manos y me dedica su mirada maternal que supongo le da a los miembros de su familia-Te espero mañana a primera hora en mi casa, la dirección es fácil solo vas al centro de Toronto y preguntas por la mansión de los jardines blancos-dicho esto me da un beso en cada una de mis mejillas y toma la misma dirección que el grandulón de antes, casi la pierdo de vista cuando me acuerdo de un pequeño detalle.

-Oiga-le digo haciendo que se detenga y se gire a verme-¿Por quién debo preguntar al llegar a la mansión de los jardines blancos?-necesito saber el nombre de mi salvadora.

-Lucrecia-me dice señalando mi bufanda que aun reposa en su cuello-Lucrecia Telnaster y gracias por el obsequio-me hace un gesto de despedida con la mano y ahora si la pierdo de vista.

-Lucrecia Telnaster-digo mirando al cielo-Gracias por ponerla en mi camino nona-tomo mi bolso del banco donde estábamos Lucrecia y yo. Mientras me dirijo hacia donde vivo no puedo dejar de pensar en ese apellido y en la extraña sensación que me provoca.

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