Capítulo 3

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Pasado (Narrador Omnisciente)

¿Un año? Un año. Un año ha pasado desde que la oscuridad cayó sobre la bella italiana y el temido zorro. El tiempo que compartieron juntos y sus planes de boda, han sido interrumpidos por la maldad y el sadismo de la cruel Lucrecia, ella encajó todas las piezas en su rompecabezas destructivo y dañino.

Esta mujer está tan acostumbrada a dañar a las personas que ni se inmutó ante las súplicas y los llantos de Fiorella, todo lo contrario, Lucrecia Telnaster disfrutaba de ver la miseria de la italiana, no hay mejor goce para ella que ver a la presa sufriendo. ¿Quién triunfa ahora Maximiliam? Se pregunta en su mente.

Tardó muchos años, pero por fin tiene la venganza que tanto ha esperado, así como su nieto le arrebató a su amado, ella hará lo mismo. Sólo que lo hará muy lentamente y se encargará de disfrutarlo por completo.
El espíritu de Fiorella estaba roto, sabía que no existía forma de salir de ese lugar, por lo poco que le contó Maximiliam, la Fosa no es lugar para débiles y mucho menos para mediocres. Ella sabia que perdía en todos los aspectos para sobrevivir en ese infierno. No era fuerte, no era brillante, no era tenaz y sobre todo, si sus sospechas eran ciertas, no podría poner en peligro la vida de su bebé.

Oraba a todos los santos del cielo para que no estuviera embarazada, cada noche después de las palizas recibidas de distintas formas y en distintos lugares de su cuerpo, con la poca fuerza que le quedaba, Fiorella oraba y oraba, para que pronto su amado la encontrara. Lamentablemente sus súplicas no fueron escuchadas.

Las semanas pasaron y ella seguía tratando de sobrevivir, al menos le daban de comer, se daba ánimos por las tardes cuando lograba comer hasta donde su boca maltratada le permitía. Una de las noches invernales uno de los guardias a los que ya se le hizo costumbre ver fuera de su celda la tomó bruscamente del brazo y se la llevó a rastras por los oscuros pasillos de esa penumbra.

—Tenemos ordenes de traslado para ti, maldita— ella solo se dejó guiar, ya no le importaba lo que hicieran con ella, su alma estaba fragmentada, la mujer feliz y amante a la cocina que era antes, ya solo era un vago recuerdo. Ahora solo queda un cuerpo sin espíritu y vacío de emociones, ya ni siquiera sentía los latigazos cuando la azotaban, ya no sentía nada—¿Me escuchaste pedazo de mierda?— vuelve a preguntar el guardia. Ella no contesta su mirada está fija en el piso a donde sus pies maltrechos y ensangrentados están cruzados. El guardia pierde la paciencia y arroja a Fiorella a una celda mucho más oscura y fría que en la que se encontraba antes—Ahora las escorias estarán juntas— dice para luego escupir el rostro de la mujer.
Ya no importa, se dice, esto ya no importa, nada importa, no importo, ¿Maximiliam donde estás? Este último pensamiento la hace soltar un pequeño sollozo, que luego se convierte en grito cuando escucha una voz decir:

—¿Cecilia?— pregunta una voz femenina venir de un lado de la celda—¿Eres tú Cecilia?— vuelve a decir la voz, solo que esta vez ya no solo es la voz. Una mujer algo mayor, vestida con prácticamente harapos, de piel pálida y lo que supone es un cabello rubio debajo de toda esa suciedad se coloca frente a Fiorella, la pobre, asustada al ver los ojos fríos y sin vida de aquella mujer se aleja.

—No te me acerques— le dice, con todas sus fuerzas se coloca de pies y se acerca a los barrotes que las mantienen restringidas en ese lugar—¡Saquenme de aquí!—le grita al guardia que hace tan solo unos minutos la había insultado—¿Por qué me trajeron a este celda?— pregunta ignorando por completo a la mujer que la observa fascinada.

—Órdenes de tu cazadora— dice refiriéndose a Lucrecia—Ahora cállate, si no quieres recibir más latigazos— ante la amenaza Fiorella retrocede, Ya no importa, nada importa, yo no importo, nada me importa, se dice mientras se hace un ovillo en el suelo.

Tantas cosas que pasan por su cabeza, no le permitieron analizar lo que había dicho la mujer que la acompaña ¿Cecilia?

—¿Por qué me llamaste así?— pregunta firme y con gesto  serio. Ese era el nombre de su madre, su nona le contaba las travesuras que hacía su pequeña Cecilia en su niñez—¡Contesta!— le grita al ver que no dice nada.

—Eres el vivo retrato de tu madre, la difunta Cecilia Petrucci—dice la mujer con un acento marcado, Fiorella frunce el ceño confundida.

—Ese no era el nombre de mi madre, ella era Cecilia Leblanc— le refuta. La rubia ríe como si le hubiera contado el mejor chiste.

—Ese era su nombre de soltera, el que usaba antes de convertirse en la poderosa Cecilia Petrucci, ella y tu padre estaban en el camino correcto hacia el dominio en el territorio americano del tráfico de armas—dice con una sonrisa orgullosa—Nunca fuimos muy cercanas, pero la respetaba en los negocios, así que ver a una mujer exactamente igual a ella en esta basura de lugar me sorprende. Dime pequeña ¿Qué hace la sobreviviente de la masacre de los Petrucci aquí?

No responde, toda la información que acaba de soltar está mujer la tiene loca, Madonna Santa, se queda corto para lo que quiere decir, así que su familia era criminal y no solo eso, la masacre a la que ella sobrevivió y le generó horribles secuelas traumaticas fue un plan.

—¿Sabes quien dio la orden de matar a mi familia?— pregunta con un hilo de voz.

—¿Qué si lo sé?— suelta una carcajada—Pequeña, esa pregunta se responde sola, es más que obvio que fueron los Telnaster, ellos eran los primeros en querer desaparecer a los Petrucci, se estaban apoderando de su territorio, así que imagínate mi sorpresa cuando años después se descubrió que la hija había sobrevivido—observa a Fiorella con los ojos brillantes—Así que como es posible que semejante львица esté aquí, acompañando a esta vieja rusa loca— Fiorella observa a la mujer, admite que a pesar de sus ojos fríos, es muy hermosa.

—¿Cómo terminaste aquí?— pregunta, obviando la sola idea de que la familia de Maximiliam me haya desgraciado la vida en más de un sentido.

—Digamos que es un viejo hábito, mis enemigos saben que la única manera de mantenerme fuera de fuego es en este lugar, ya he escapado antes, pero ahora estoy más vieja y con unas cuantas costillas rotas, así que te has de imaginar el resto— la chica no sabe si creer algo de lo que diga, parece estar algo loca.

—Entonces es un gusto, soy Fiorella Leblanc— le dice con el menor de los ánimos.

—Eres Fiorella Petrucci, yo soy Svetlana Vasiliev— le dice mientras le aparta un mechón de pelo de la cara, Fiorella no le da importancia, ya no le importa nada—Tú tienes que salir de aquí львица— le dice con tono preocupado—En tu estado, la Fosa no es el mejor lugar para estar— extrañada por eso, por fin Fiorella se levanta de su posición en el piso y observa a Svetlana.

—¿Qué quieres decir con mi estado?— pregunta, esto es ridículo, es imposible que ella sepa de eso, ¿Verdad? Además no está segura ni siquiera ella.

— львица, estás en cinta— con esas palabras el cuerpo se Fiorella se desploma, ahora si está completamente perdida, no solo perdió al hombre que ama, también perderá al fruto de su amor.

Para aclarar, estos son fragmentos sobre lo que vivió Fiorella en sus primeras semanas en La Fosa, pudimos leer sobre su primer encuentro con Svetlana. Así seguiremos yendo un poco, intercambiando presente y pasado.
Besos en el poto 💋

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