Capitulo VIII

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Han pasado dos semanas más desde que he empezado a trabajar en la mansión de los jardines blancos y sigo sin entender muy bien a esta gente, no comprendo la razón de tener una casa tan grande para que los miembros de la familia nunca estén.

Creo que a las únicas que logro ver al menos dos veces en el día son a Lucrecia y Anastasia, la pequeña es tan linda, siempre me cuenta de como le va en su escuela y las cosas que hace con sus amiguitos, por cierto que jamás creí oír tal cosa como cuando Anastasia me contó que uno de sus compañeritos de clase se arrancaba los dientes a propósito porque descubrió que un "ratón de los dientes" le dejaba un billete de cien bajo su almohada. Supongo que su estrategia no es cuestionable, ojalá y cuando me hacía falta dinero supiera sobre ese método, situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

Lo bueno es que conseguí este trabajo y aunque algunas personas que no quiero nombrar, ejem Maximiliam han sido una piedra en mi camino a la comodidad, eso no opaca el hecho de que estoy muy feliz con la familia para la cual trabajo, desde esa noche en la que Nicholas y su monstruosa motocicleta me llevaron a casa, nos hemos acercado un poco más, ahora nos tuteamos y él se comporta más amable conmigo, incluso aveces se aparece por la cocina cuando estoy preparando las galletas de avena que tanto aman en la casa.

Pero Maximiliam no comparte la idea, cada una de las veces que le he ofrecido de las galletas, han sido treinta y cuatro veces, si, voy contando sus rechazos hacia mis galletas, siempre dice que No. Literalmente eso es todo, llegó al comedor se las ofrezco a todos y cuando es su turno, solo mira el plato de galletas como si fuera veneno y dice NO. Tan simpático.

Ya he servido el almuerzo a la familia y al personal, hoy no ha estado muy atareado de invitados, en la mansión solo se encuentran Lucrecia, Nicholas y Anastasia. Al parecer los padres de la última están en una cena romántica o al menos eso es lo que me está contando la pequeña.

–Sí Fiorella–se come otra galleta del plato que le puse–Mamá y papá están en una cena muuy romántica–me hace señas con su dedito para que me agache, lo hago esperando que continúe, habla en voz muy baja como si estuviera contando un secreto del pentágono–Cuando van a esas citas ellos dos hacen cosas de adultos–la niña hace un gesto de asco y me dice –No entiendo por qué a los grandes les gusta besarse en la boca, puak, eso si que es asqueroso–Ana aleja su plato como si pensar en sus padres dándose un beso le haya revuelto el estómago, suelto una pequeña risa por sus inocentes palabras.

–Creeme Ana ahora estas muy pequeña para entender esas cosas–le doy un toquecito con mi dedo en su pequeña nariz–Pero algún día llegará tu chico especial al cual querrás besar mucho– la niña frunce el ceño como si lo que le estoy diciendo no tuviera sentido.

–¿Tú lo has hecho?–me pregunta curiosa, me da algo de pena decirlo pero me agacho a como ella lo hizo antes y le digo.

–La verdad es que no he conocido a mi chico especial–limpio la migajas que dejó de las galletas–Pero cuando lo haga te aseguro que me encantará besarle mucho– le aseguro.

Eso no es más que la verdad, en mi infancia y adolescencia no fantaseaba con la idea de un novio o pareja, pero ya en esta etapa de adultez y que veo las cosas con más madurez me doy cuenta de que seria muy lindo tener a alguien con quien compartir las alegrías, tristezas, enfermedades, logros y todo tipo de cosas. Desde que perdí a mi nona cada vez que regreso a casa y la veo completamente vacía pienso mucho en la idea de llegar a formar mi propia familia.

Pero primero necesito estudiar y conseguir mi titulo, no quiero que si en un futuro tengo hijos hacerlos pasar por alguna necesidad, quiero que estén seguros y cómodos, tanto en nivel psicológico como económico. Así que he empezado a ahorrar para para el otro año entrar a la universidad y retomar mis estudios de administración, le pediré a Lucrecia flexibilidad con mis horarios para poder asistir a las clases, estoy segura que ella lo entenderá.

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