Capítulo XXXII

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Jungkook recuerda perfectamente su último cumpleaños y esperaba que este año fuera diferente.

Pero no de esta manera.

Las miradas jamás fueron tan incómodas, los murmullos eran tan obvios que apenas pasaba al lado de alguien escuchaba claramente su nombre.

La copa de champagne en su mano se sintió pesada. El aroma a tabaco había cambiado de intensidad a medida que avanzaba por el salón, incluso los invitados no pudieron disimular su incomodidad.

Buscó a su alrededor a ciertos omegas que pudieran respaldarlo, pero solo encontró a la Luna Min apartada en un rincón, casi en las afueras del salón que daban la bienvenida a uno de los jardines.

La mujer se giró apenas oyó sus pasos cercanos y Jungkook sintió el pecho apretarse cuando la omega le regaló una sonrisa cálida, abriendo sus brazos en busca de un recibimiento gentil al cual no pudo negarse, claro que no.

Por eso se dejó abrazar, anhelando esa aura maternal que le hacía mucha falta y la cual ella supo transmitirle la perfección.

Y no sabía cuánto Jungkook agradecía tenerla.

—Te siento diferente, Jungkookie. No pareces tú, podrías pasar desapercibido frente a mí.

El omega apretó sus labios y echó un vistazo hacia atrás antes de volver a la mujer de mirada suave.

—Mi salud no es la mejor en este momento, Luna Min —dijo despacio y ella se preocupó un poquito—. Pero hago mi esfuerzo por mantenerme bien. Estoy en tratamiento.

—Ya veo —asintió, también inquieta ante los murmullos de los invitados—. También lo percibiste, ¿no?

Él parpadeó confundido.

—¿Qué cosa? —preguntó acercándose un poco más, y la mujer separó sus rojizos labios.

—Jungkook, ningún jefe y ninguna Luna ha venido.

No hubo respuesta.

La expresión del omega era de puro desconcierto. Miró hacia atrás mientras bebía un sorbo del licor, tratando de disimular la incomodidad que estaba a punto de carcomerlo.

Sí, la Luna Min tenía razón. No veía a ningún jefe, ni Luna, ni hijos de ellos, solo invitados de mafias extranjeras y uno que otro de las mafias vecinas; aunque de igual manera el lugar estaba repleto.

¿Por qué sentía un sabor amargo en la boca del estómago? ¿Qué estaba mal?

Regresó a la mujer en cuanto sintió un tirón en su brazo. Ella lo dirigió hacia el pasillo fuera del salón en dónde la música no llegaba, el silencio contemplándose entre ellos mientras le veía alzar el brazo.

—Tal vez no es como los obsequios que sueles recibir. Pero sé y estoy segura que has heredado el gusto de mi querida Yuseong.

Si Jungkook debía admitirlo, realmente estaba confundido.

Un guardia de los Min apareció al lado de la mujer. Traía una bonita caja en sus manos, algo pequeña de color blanco con una cinta de raso dorado alrededor y un lazo en la cima.

La caja le fue entregada y Jungkook parpadeó sin saber qué hacer con ella, como si con su mirada buscara el permiso de la mujer para poder abrirla, incluso si era para él.

—¿Puedo?

La mujer se rió encantada, asintiendo repetidas veces mientras daba un sorbo a su copa.

Entonces los ojos del omega se iluminaron bonito. Cielos, un regalo encantador y precioso, algo que contemplaría toda su vida como una joya valiosa.

UN ESCLAVO PARA JEON | KTH&JJK [En Emisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora