Mientras me alejas

298 38 69
                                    

Los pedazos de cristal habían caído de forma escandalosa en cada rincón de la habitación. El espejo se había partido en mil pedazos y todas sus piezas estaban en el suelo y en el escritorio del cuarto. Fizzarolli regresó en si mismo, observó su alrededor muy agitado y respirando bruscamente. Reconoció su corazón later como nunca antes por la adrenalina y ansiedad. Cada vez que veía su reflejo en los espejos, lo detestaba tanto que dejababa de reconocerse.

Ese no era él. No quería ser él. Los cuernos que tanto amó, los cuernos que Blitzo acariciaba cuando se quedaba dormido contra su pecho, ya no existían. Fizzarolli subió un poco sus temblorosas manos y las miró detenidamente, tratando de recuperar el aliento luego de su inevitable crisis. Una especie de despersonalización que cada vez le ocurría más a menudo.

Ya no podía sangrar, ya no podía sentir nada. Podía romper cualquier tipo de cristal, cualquier tipo de cosa y no se lastimaría. Ya casi no tenía carne, no tenía brazos, piernas, manos, nunca podría sentir calor, nada volvería nunca a ser igual. Su piel ya no era la misma y su rostro y cuerpo eran solo quemaduras blancas y asquerosas.

Fizzarolli no podía asimilarlo, apretó los dientes con todas sus fuerzas, con demasiado odio hacia si mismo y hacia la persona que no quería ser. Hacia esa apariencia destrozada que aborrecía, porque no era él. No quería aceptar que era eso, pero lo era. No podía cambiarlo... Era desesperante. Esos cuernos horribles y rotos, no quería volver a verlos. Era repugnante, jamás aceptaría que ese era su nuevo ser. No podía...

—Mierda... ¿Qué acaba de pasar?

La voz de Asmodeus se asomó por la habitación. Pisó los pedazos de espejo roto y estos crujieron debajo de sus botas. Llegó hacia Fizzarolli, quien estaba de pie frente al desastre que había cometido luego de mirarse al espejo por largos minutos mucho antes de que él llegara.

El imp se volteó a mirarlo rápidamente, invadido por esos sentimiento amargos e iracundos. Se dejó llevar por el dolor que sentía, ya no quería tolerar a Asmodeus allí a su lado y le valía mierda que se preocupara por él. No le creía, no lo conocía y no quería conocerlo. Quería que se alejara y lo dejara en paz, ¿qué tan jodidamente difícil era de entender ese mensaje?

—¿Por qué pasas tanto tiempo conmigo? ¿Es por qué Mammon te hace vigilarme?

Le preguntó marcando cada seña con un rostro repleto de desprecio e inseguridad. Miró a los ojos a Ozzie de una forma penetrante y adolorida. Sabía que estaba siendo un hijo de puta en ese instante, se cegó ante el colapso de sus emociones y drenó toda la mierda que tenía dentro porque ya no podía más.

—No, claro que no —contestó Asmodeus de inmediato al notar el estado excesivamente defensivo del imp—. Es porque te han maltratado antes y no quiero que nadie lo haga otra vez.

Ya le llamaste la atención a todos y ahora me tratan bien. Ya no hay razón para que estés aquí.

El pequeño dio pasos retadores hacia él y volvió a hablarle en señas con un rostro empapado de aborrecimiento. Todavía le era muy difícil mantener el equilibrio sin miedo, pero estaba tan fastidiado y harto de que Asmodeus estuviera allí fingiendo que le preocupaba y que se interesaba por él. Detestaba que fuera así, ya que en su cabeza no podía ver otra cosa que un escenario en el que el pecado solo quería lastimarlo y bajarle la guardia para aprovecharse de él de alguna forma solo porque encontraría divertido y fascinante jugar con un imp que no tenía forma de protegerse ante él.

—Fizzarolli... —Ozzie pronunció su nombre con tristeza y decepción porque lo estaba lastimando con ese tipo de palabras tan frías e hirientes.

A Fizz no le importó, tampoco tuvo consideración ante todo lo que hacía para él ya que debía ser algún tipos de manipulación para llegar a sus sentimientos más sensibles. Cuando pudiera, lo traicionaría y lo abandonaría como todos los demás. Asmodeus no era Mammon. Y al único que podía esperar y tenderle una mano por lealtad era a Mammon.

You are loving | RebirthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora