Glaseado

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Mes 6.

Asmodeus pensó racionalmente, como cualquier otro pecado o miembro de la realeza. Las otras razas no marcaban su historia o siquiera podían dejar huellas en sus recuerdos porque eran insignificantes. Entonces, bajo ese patrón, debía olvidar a Fizzarolli muy rápido. En cuestión de días.

Sin embargo, allí estaba él: tirado en la cama debajo de una frazada gigante, preguntándose que fue lo que hizo mal desde hacía dos meses. No podía dejar de pensar en el cachorro. Quiso creer que era porque Fizzarolli lo lastimó y eso lo volvía significativo, pero no estaba seguro. Siendo consciente del poco tiempo que hablaron, pensaba en él de la misma manera e igual de intenso incluso antes de pelear.

Ozzie se desinfló dentro de las sábanas, estaba disgustado consigo mismo. Fue la primera vez que pensó que había algo raro en la situación. Se sentía diferente, no se sentía bien. ¿Habría alguna clase de pieza defectuosa en su persona? Asmodeus no había establecido ninguna clase de lazo con ese imp, nada. Solo pensaba quedarse porque lo quería cuidar. No lo veía como un juguete y tampoco como un igual. No entendía qué era lo que le estaba obsesionando tanto de él.

"¿Por qué no puedo quitarlo de mi mente?"

Recordó esa linda sonrisa y sus ojos llenos de ilusión al caminar. Sus sentimiento puros fluir. ¿Cuándo fue la última vez que había presenciado emociones nobles en el infierno? El imp era único en su especie sin lugar a dudas, pero aún así, no había razones. Lo alejó y fue un maldito y un malagradecido. Pero no podía enojarse, solo sentirte deprimido por haber sido apartado tan bruscamente.

Quería verlo.

Asmodeus se levantó y dejó un rastro de fuego por su camino en la habitación. Quería verlo luego de dos meses de haberlo dejado. Tal vez ya no lo odiaba, tal vez se había arrepentido o simplemente ya no lo consideraba alguien malo. Estaba siendo un estúpido por no alejarse y no rendirse ante sus claras negativas. No obstante, no podía ceder a su discurso de querer quedarse solo para no volver a ser lastimado.

Era ridículo, eso lo enfermaba. Quedarse solo no era la solución y a veces era necesario tener a otros y necesitarlos para progresar.

Esa mañana llegó nuevamente a la clínica en su costosa limusina. Descendió y recorrió los pasillos de su establecimiento. Cuando pudo entrar a la oficina principal de los clínicos, solo se encontró con la jefa de enfermería. La súcubo se sorprendió al girar y encontrarse con el pecado capital, ya que había estado ausente por dos meses.

—¿Cómo está el paciente de la habitación seis? —carajo, Asmodeus no controló su ansiedad. Fue directo al grano, ni siquiera saludó. Su rostro oscuro y preocupado se dirigió a la mujer.

La enfermera súcubo sabía que estaba allí por eso, no se escandalizó. Revisó algunos informes, los cuales estaba apilando entre sus brazos y los leyó con detenimiento. Formó una mueca de inseguridad, como si tuviera miedo de comunicar malas noticias.

Aquel simple gesto solo hizo que Ozzie se estremeciera del miedo por un micro segundo. ¿Qué tanto podía había haber empeorado Fizzarolli en ese tiempo?

—Regular... —la mujer joven agitó sus alas con nerviosismo, debía ablandar el comunicado para que el pecado no quemara la mitad del hospital con sus llamas—  Sus piernas no han estado muy bien últimamente. Su cuerpo está un poco débil a diferencia de sus primeras semanas de rehabilitación. De todas maneras, es algo que esperábamos, no es nada imprevisto ya que una recuperación lineal era imposible en sus condiciones.

La lujuria se petrificó. Conocía a los súcubos de su clínica y conocía a la perfección su manera de hablar, temerosa y cuidadosa para que no se enfadara. Por consiguiente, sabía que estaba siendo suave y no le estaba diciendo la verdad de forma contundente para no alterarlo. Debía ser peor de lo que decía.

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