Esto ciertamente luce como "el momento"

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Si volvía a pensar que era un esclavo sexual de un tipo de la realeza, iba a vomitar. Y no quería enloquecer tan pronto.

Blitz escaló esa ventana gigante que conducía al cuarto de Stolas con el Grimorio entre los dientes. Abrió las trabas de madera de una matada y entró de un salto hacia el interior de aquella habitación que se le hacía familiar. Y cuando sujetó el libro por debajo de su brazo y comenzó a avanzar con mucha cautela y desconfianza, la grácil figura de un ave oscura apareció desde las sombras a pocos metros de él.

Blitz retrocedió al borde de gritar porque casi se murió del susto, pero aquella silueta no mostraba intenciones violentas, sino lo contrario.

—Hola... Buenos días.

Stolas era un búho real, parte de la familia Goetia. En cada parte del infierno, su familia era respetada, eran muchos miembros del clan regados por todas partes y  reconocidos por sus poderes y fortaleza a la hora de ejecutar a bastardos sin valor que se atravieran a contradecir sus órdenes y mandamientos. En resumen, eran poderosos, eran inalcanzables y hasta parecían indestructibles debido a la larga lista de muertes por parte de su patriarca, el rey Paimon.

Stolas, con esa delgada y alta figura femenina y esos ojos rojos como rubíes irrompibles, se acercó hacia el imp con un aparente rostro frío y despiadado.

Blitz apretó el libro. Por Satán, algo le decía que el búho le iba a clavar la verga hasta llegar a la garganta y que no sería nada lindo. Se veía como un depredador que quería destrozar cada centímetro de su alma.

Bajo todo pronóstico, Stolas ablandó su mirada. Blitz se sorprendió incluso más al ver su reacción. El principe Goetia lo observó tímidamente, tratando de no mirarlo a los ojos y con una expresión claramente insegura.

—Si, es algo incómodo vernos luego de como perdí el control la última vez —le susurró avergonzado, con una ternura que Blitz nunca podría olvidar.

Ese rostro que parecía amenazante y frío, se volvió inseguro. Como si temiera hacer algo que pudiera incomodarlo. ¿Era una broma? ¿Por qué el gran Stolas, príncipe de los Goetia, tendría vergüenza de verlo allí?

Bueno, Blitz pudo hacerse mil preguntas más. Pero ya no quería perder el tiempo. Dejó el libro en la repisa, caminó hacia el príncipe y no tuvo reparo o delicadeza, lo sujetó de los hombros y lo arrojó a la cama. Se subió sobre su cuerpo, le desprendió el abrigo para exponer las plumas de su fino y suave pelaje y haría exactamente lo mismo que hizo la última vez. Todo bajo la mirada atónita y temblorosa del búho.

—Vayamos al grano.

Blitz bajó una mano para llegar a sus piernas. Y cuando estaba por acercarse a su cuello y comenzar a besar, Stolas se alteró súbitamente ante sus nervios y ansiedad. Totalmente sonrojado, sujetó los hombros de Blitz y lo apartó.

—¡Espera! —le suplicó con una voz temblorosa, sintiendo sus piernas tiritar ante los indecorosos y deliciosos roces departe de Blitz.

—¿Que espere? —preguntó Blitz, arqueando una ceja con total confusión.

Cuando ambos se sentaron sobre la cama, Stolas trató de recuperar el aliento. Aún con sus mejillas ardiendo de la pena, le desvió la mirada de forma vergonzosa y quiso decir su deseo para esa noche. Todo lo que sucedió entre ellos dos fue muy pasional, se dejaron llevar por deseos reprimidos de años. Y fueron al cien de un solo paso. Si se trataba de sexo y de placer, quería experimentarlo todo, ante lo más mínimo.

Stolas, después de todo, jamás tuvo el privilegio de estar con otras personas porque se casó demasiado temprano y estuvo comprometido desde que era un niño.

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