Tu elección

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Una lluvia de agua suave y templada humedeció el pastizal del patio exterior de la clínica. La naturaleza del infierno era apta para la lluvia ácida, pero esa aguacero era común y corriente. Las flores negras se hidrataron y las hiedras venenosas mostraron hojas opacas. Cuando algunos truenos impactaron alrededor del perímetro, el mundo pareció quedarse en silencio. Ninguna tormenta era ligera en el infierno.

Fizz enfocó sus ojos en el exterior del cristal. No obstante, no era por los motivos de siempre. Sentía la adrenalina y la ansiedad muy palpable y fuerte, se abrazó con gran preocupación y se mordió los labios. Estaba muy inquieto y nervioso, absolutamente alterado desde el día que Asmodeus se fue y no regresó.

Ni siquiera pensaba en el beso o en su acercamiento, ese no era el problema. Lo que realmente lo perturbaba y le hacía hasta tener pesadillas era el hecho de que estaban por cumplirse dos semanas desde que no volvía. Cada vez que un médico o un enfermera llegaba, lo interrogaba con desesperación. No había caso, Asmodeus no se comunicó con la clínica desde ese día y no había señales o noticias del pecado.

Luego de todo el tiempo que llevaba junto a él, después de todas las noches que durmieron juntos y de la forma en como lo cuidaba y lo contenía, su ausencia se sentía más que nunca. Fizzarolli intentaba calmarse todo el tiempo, todos los días esperaba que se asomara como siempre lo hacía y hasta agudizaba su oído y el resto de sus sentidos para percibir su voz por los pasillos o su presencia cerca.

Pero Asmodeus no parecía dar señales de ningún tipo, ni un pequeño indicio de que volvería para verlo.

"¿Por qué no viene?"

Le prometió que no lo dejaría. Le prometió tanto, siempre mirándolo a los ojos y abrazándolo con mucha calidez y ternura. Fizzarolli se dirigió a su cama para recostarse y acurrucarse allí, envolviendo su cola temblorosa por alrededor de sus piernas. Estaba muy afectado, no podía disimularlo. La ansiedad le revolvía el estómago y lo hacía sentir náuseas.

Todo lo que hizo desde el principio fue ser muy grosero y cruel con Ozzie, siempre quiso alejarlo porque no confiaba en él. Al final, Ozzie demostró ser de fiar y por eso se entregó absolutamente y decidió estar a su lado a pesar de que le había llevado mucho trabajo.

La separación fue muy brusca. Luego de vivir todos esos últimos meses absolutamente unidos, de ver al pecado en su habitación todo el tiempo, de sentir sus abrazos y su plumaje suave contenerlo y brindarle calor y cariño... Que se fuera de esa manera, dejándolo solo y sin señales de que volvería, era grotesco y devastador.

"¿No volverá?"

Le dolía. Quería volver a verlo, quería disculparse por haber sido tan malo al principio de sus años juntos. Y quería reconocerle en la cara que lo necesitaba. Que no era por sus recursos, que era por su cariño, por lo que le hacía sentir, porque lo consideraba su refugio y alguien amable y precioso.

Cuando pensaba en Mammon, tenía miedo. Pero cuando pensaba en Ozzie, simplemente lo extrañaba y lo anhelaba a su lado. Fue tan gentil, tan protector y paciente. Lo miraba a los ojos, sostenía su cuerpo frágil con sus grandes manos con mucho cuidado de no lastimarlo y lo cargaba como si fuera un tesoro. Su sonrisa... era tan hermosa.

"¿Me mintió? ¿En todo?"

Fizzarolli ya no pudo lidiar con esos pensamientos tan destructivos. Se aferró a la almohada y comenzó a llorar como un niño que fue ilusionado y abandonado. Lloró fuerte, no contuvo sus sollozos ni sus jadeos, no quiso seguir pretendiendo que era fuerte o que podía seguir adelante con facilidad.

Ozzie le dijo que lo quería y en serio le creyó con toda su alma. Y él también lo quería, lo necesitaba, lo extrañaba con todas sus fuerzas.

—Asmodeus...

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