Olvidar

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Embistió a la súcubo desde atrás contra el mueble de la mitad de su habitación, buscó a una de las hembras más sedientas y le dio exactamente por dónde más le gustaba. Al mismo tiempo, otras dos hembras se colgaban del cuello y los brazos de Asmodeus mientras lo besaban y acariciaban esos músculos sobresalientes.

El pecado de la Lujuria penetró en un ritmo consistente a la mujer por debajo de su cuerpo, para eyacular en el momento exacto que premeditó. Jadeó ante los gemidos frescos y femeninos de la hembra, quien sonrió muy complacida ante el propio orgasmo que la estaba haciendo vibrar del deseo y placer.

Ozzie comenzó a apartar su miembro del interior de su vagina dejando que los fluidos se desplazaran hasta caer sobre el terciopelo del mueble. Giró y sujetó la cintura de la mujer que besaba su torso, la acercó bruscamente a su rostro y besó sus labios. La súcubo sobrante no dejó escapar su oportunidad, apartó a la chica que ya había eyaculado, se colocó en su lugar y abrió las piernas ante su señor. La Lujuria apartó sus labios de la mujer que besaba y se acomodó lo suficientemente rápido para penetrar a su nueva presa de una sola estocada y llegar hasta el fondo. Volvió a besar y a morder a la mujer que mantenía entre sus manos y la sujetó con más actitud.

Ozzie estaba en esa maratón de sexo desde que empezó el fin de semana. No dormía, no comía, solo tenía sexo porque era su única forma de calmar sus pensamientos y ansiedad. En esos tres días, infinidad de súcubos, íncubos, hellhounds y pecadores pasaron por el rey de la lujuria. Pero no había nadie que pudiera resistir su ritmo. Incluso los demonios reales eran débiles ante la potencia de Asmodeus. El rey hizo que sus presas bebieran afrodisíaco para al menos soportar su maratón, pero seguían cayendo uno a uno como si se tratara de un campo de guerra.

Aquel día fue el último. Asmodeus mantuvo debajo de su cuerpo al último hombre mientras enterraba su miembro largo y poderoso contra sus nalgas. Era un íncubo de cuernos rotos. El joven gemía del placer mientras sonreía al soportar la caliente sensación de tener al rey en su interior. Pero Ozzie estaba comenzando a desestabilizarse al comenzar a dejarse invadir por sus pensamientos y recuerdos.

Ese era el problema. Habían pasado días y en todo ese tiempo, dejó de pensar en Fizzarolli como por quince segundos. Su mente no estaba en el acto. Podía venirse, podía hacer que todos sintieran placer y podía seguir ocasionando que su gente tuviera los mejores orgasmos del infierno. Sin embargo, él no estaba allí, su cabeza no estaba allí.

No quería tener sexo de esa forma porque no era la solución a su crisis. Intentó tapar sus sentimientos y hacer como que nada sucedía. Pero seguía pensando en Fizz... Su hermoso rostro se aparecía en su mente por segundos. Y no pudo estar tranquilo ni un segundo en su desesperado intento de dejar de amarlo con sexo.

De hecho, esa era otra de las razones por las cuales ya no hacía maratones muy seguido. Lo hacían sentir vacío, porque ya había probado todo lo que necesitaba y no había ningún demonio que lo hiciera sentir vivo. El sexo se volvía tan angustiante cuando no otorgaba placer real y mucho más cuando se utilizaba de la manera insana en la que lo estaba usando. La lujuria no debería ser profanada para olvidar el amor. Y lo sabía. Pero su situación era preocupante y grave.

A pesar de todo lo que reflexionó por tanto tiempo, la lujuria y el amor eran enemigos naturales. ¿Acaso existía la manera de que no fuera así? ¿Podía existir un deseo carnal real que perdurara el mismo tiempo que el amor hacia la misma persona? El amor se marchitaba, pero la lujuria era eterna, cambiante y cruel. Las personas podían cambiar y reemplazar a sus cogidas de una noche como si fuesen cartas, pero no podían descartar a las personas que se amaban con esa facilidad.

Asmodeus ya no estaba muy seguro de sus creencias en ese punto de las cosas. Ya no sabía que podría ser durarero no. El placer era cruel porque se podía conseguir de cualquiera, podías lastimar a cada persona en el mundo con tal de obtenerlo. El amor solo se sentía cuando una persona llegaba, te iluminaba y te rompía el mundo.

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