Canción de cuna

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La música de la reunión se cortó abruptamente cuando se escuchó el sonido de los chorros de vino cayendo al suelo. Stella volcó toda la cantidad de líquido de su copa sobre la cabeza de Stolas, arrojó el cristal al suelo y apretó sus dientes en señal de que estaba muriendo de rabia al verlo allí.

Ambos estaban en el medio de la sala, rodeados por muchos hombres y mujeres de la alta clase que bebían con mucha tranquilidad y hablaban en voz baja. La fiesta se estaba llevando a cabo con éxito hasta ese preciso momento.

Stolas no se inmutó, no cambió su expresión carente de emociones al mirar a Stella. Él mantuvo a su huevo entre sus brazos, el cual era envuelto entre unas mantas de colores cálidos, y la observó sin ningún tipo de rencor invadiendo su ser. A pesar de que estaba empapado en vino y ella solo quería avergonzarlo frente a la realeza, se mantuvo inerte y firme sin retroceder.

—¡Mereces más que esta vergüenza! ¡Ya lárgate del salón! —Stella señaló las compuertas de salida con un rostro iracundo— ¿Y por qué traes al huevo contigo?!

—Tienes que incubarlo —le respondió Stolas sin querer armar un alboroto, se lo dijo en voz baja y con una paciencia envidiable—. No lo has hecho desde que nació.

Algunos demonios pudieron escucharlo, empezaron a girar hacia Stella y a dirigirle algunas miradas de indignación ya que si lo que decía Stolas era verdad, era una madre irresponsable y terrible. La mujer frunció el ceño con su ira creciendo a cada segundo, decidió contestar fuerte y claro para que el resto del salón la escuchara y los dichos de Stolas no se volvieran un rumor que la pudiera perjudicar.

—Claro que lo he hecho, ¡lo hago horas por día! ¡No busques más problemas aquí, ni siquiera estabas invitado a esta fiesta! —volvió a echarlo y, al ver que Stolas no estaba dispuesto a marcharse de allí hasta que tomara responsabilidad del huevo, decidió sujetarlo de la muñeca y arrastrarlo fuera del salón junto con ella.

Ambos atravesaron las puertas, la reunión se ejecutaba en el piso más bajo de su palacio y, a pesar de eso, Stella no quería volver a presentar a Stolas porque él no se esforzaba en disimular que ambos no se llevaban bien. No hablaba, no fingía y no sonreía ante sus conexiones. Aún así, él decidió llegar allí con su huevo y recriminarle estupideces solo para dejarla en ridículo frente a todos.

Una vez solos, le habló desde la sensatez. Ella solo buscaba que no se comportara de esa manera porque solo los perjudicaría como matrimonio y como parte de los Goetia.

—Stolas, te dije que dejes al huevo en la incubadora —remarcó Stella con hartazgo—. Déjalo allí y ya deja de humillarme, hay gente muy importante aquí. Ya vete, es en serio.

—No. No me iré —Stolas marcó su territorio porque esa seguía siendo su mansión y él seguía siendo parte de ese matrimonio por muy falso que fuera—. Eres su madre y tienes que incubar a nuestra hija al menos una vez al día. Si no lo haces, puede morir.

Stolas estaba cansado de que ella jamás tomara esa clase de responsabilidad. Siempre le echaba en cara que tuvo que colocar el huevo y que fue un gran esfuerzo que le arruinó el cuerpo, que el proceso fue asqueroso y doloroso. Y lo entendía, sabía que no fue fácil para ambos. Pero, aún así, como su progenitora, como su madre, necesitaba pasar tiempo con su huevo porque requería una especial atención de la hembra de la relación. De amor maternal, de calor maternal.

Ella solo se iba de la mansión o se preocupaba de sus apariencias en otras fiestas y reuniones antes de preocuparse por incubar a su hija. La enfrentó en público para que le diera gravedad a la situación, porque sino jamás le hacía caso.

—No va a morir, mierda —le reclamó la mujer con absoluta indignación—. Para eso existe la maldita incubadora.

—Tiene que recibir el calor real de su progenitora al menos unas horas al día, no el calor de una máquina. Sabes que es así —volvió a replicarle su marido con más preocupación, quería ser escuchado por ella al menos una sola vez—. No dejaré que muera y no me importa venir a reclamarte esto en cualquier maldita fiesta en la que estés.

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