Realidad

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Mes 7.

Apoyó sus pies, sus prótesis ajustadas, y caminó alrededor de la habitación. Ya no tenía problemas de equilibrio, inseguridad de caer o dolor en sus extremidades bajas. Fizzarolli podía caminar con facilidad por cada rincón de su cuarto y dirigirse a cualquier dirección sin ayuda. Su silla de ruedas estaba acomodada cerca por si surgía algún tropiezo o imprevisto. Pero casi no la utilizaba. En esos cortos meses junto a Asmodeus, Fizz pudo avanzar en la rehabilitación de sus piernas y apoyarse en él en cada sesión.

Ozzie lo miraba desde un lado, sentado en su lugar mientras suspiraba aliviado y satisfecho al contemplar el progreso gigante que había logrado.

—Caminas muy bien, no dejas de sorprenderme —dijo en voz baja al sentir plena armonía y felicidad.

Fizzarolli volteó hacia él y lo observó sin emociones particulares. Estaba practicando un poco. Se sentía seguro al caminar por su cuenta, pero solo si Ozzie estaba cerca por si caía. Aún sentía un poco de miedo si estaba solo por su cuenta. Su avance estaba bien, pero todavía necesitaba mejorar para que sus piernas fueran más fuertes y así poder correr, deslizarce mejor y también recuperar sus reflejos ágiles que poseía en el circo.

Fizz volvió a su cama y tomó asiento. Paseó su larga cola de un lado a otro y luego miró a Ozzie a los ojos. Últimamente pasaban mucho tiempo juntos. El más grande se quedaba incluso en las noches, ya no sentía que pudiera hacerle algo malo. En todas las noches que se quedó con él, lo cuidaba y lo vigilaba desde su lugar. Ni siquiera dormía.

Ya era de noche. Y como siempre, Asmodeus le pedía permiso y consentimiento para quedarse. Fizz aceptaba, Ozzie era amable. Y él no quería estar solo en las noches frías porque tenía muchas pesadillas que lo impedían dormir bien. Desde que Ozzie se quedaba, dejó de tenerlas. Era porque lo distraía y lo animaba todo el tiempo y esas energías frescas y positivas lo curaban.

—¿Puedo... quedarme esta noche contigo?

Asmodeus le preguntó una vez más aquello esa noche. Y, esta vez, Fizzarolli quiso que también descansara. El pecado nunca dormía y debía sentirse muy incómodo simplemente en su asiento y observando sus movimientos. Incluso su rostro se veía agotado por no haber dormido en días por permanecer juntos la mayoría del tiempo.

Le extendió la mano y señaló con la contraria su propia cama.

Quería que durmiera con él.

Asmodeus se quedó petrificado al comprender en menos de un segundo la sugerencia. Era mucho. Y no era por ninguna connotación sexual, sino porque compartir esa clase de cercanía luego de que desconfiara tanto de él lo hacía sentirse privilegiado y honrado. Fizzarolli ya no le tenía miedo. Fizzarolli estaba compartiendo un poco de su cariño con él.

Decidió no hacer preguntas. No quería arruinarlo. Su cuerpo era muy grande, envolvió su gran anatomía con sus propios fuegos mágicos y disminuyó su tamaño lo suficiente para entrar a su lado.

Fizz sonrió levemente. En realidad quería abrazar a alguien al dormir. O ser abrazado. Secretamente, Asmodeus le brindaba confort como si fuera una droga adictiva. Y que alguien lo abrazara al dormir se sentiría similar a cuando Blitzo lo abrazaba hasta caer rendido.

Volvió a pensar en él. Fizz bajó la mirada con nerviosismo. Se apresuró, se recostó en su lugar y le dio la espalda a Ozzie, mirando de frente al ventanal de su cuarto. Se acurrucó y entrecerró sus ojos al mismo tiempo que envolvió su cola contra sus piernas.

Odiaba pensar en Blitzo. Odiaba a Blitzo. Y aún así miraba esa estúpida ventana sin parar todos los días. Se acurrucó más fuerte. Era porque tenía esperanza en el fondo de su corazón. El Blitzo que conocía no lo abandonaría. Sin embargo, ya casi estaban por pasar los dos años y él no venía...

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