Deberíamos hacer drogas (no)

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Blitz prometió obtener una familia a cualquier costo y lo lograría aunque muriera en el intento.

Adoptó una perra. La cosita más adorable de todo el mundo.

—¡ESTE LUGAR ES INMUNDO! ¡ES MIL VECES PEOR QUE EL INTERNADO! ¿CÓMO MIERDA PIENSAS QUE VOY A VIVIR AQUÍ?! ¡TÚ, REPUGNANTE BUENO PARA NADA!

Blitz estaba allí, observando como la chica llamada Loona arrojaba toda la comida podrida del refrigerador por las paredes y luego comenzaba a hacer añicos los muebles con el filo de sus colmillos, destruyendo objetos descuidados y sin arreglo.

El imp sonrió soñador, un poco en trance por la felicidad de haber logrado conquistar el paso más difícil de su lista. Esa pequeña y adorable hellhound sería su familia. Y era cierto que no había dejado de maldecirlo con las peores aberraciones ni por un minuto desde que llegó, pero no le importaba.

Blitz observaba con ojos brillosos y soñadores a la bebé. Cualquier cosa que hiciera era tierna, incluso su pequeño ataque de rebeldía adolescente.

—Sé que pronto cumplirás dieciocho, mi amor —le habló Blitz a Loona con una dulzura increíble luego de que ella arrojara una cassetera vieja por arriba de sus cuernos, la estrellara contra la pared y la destrozara por completo—. Lo tengo todo planeado, nos mudaremos de aquí la próxima semana y festejaremos tu cumpleaños en nuestro nuevo hogar.

No iba a seguir alquilando ese lugar espantoso ahora que tenía una familia. Tenía que invertir todo lo que tenía de dinero en un verdadero hogar que hiciera sentir cómoda a su nueva y hermosa hija. Debía darle buenos cuidados y un lugar sano para que pudiera crecer adecuadamente.

—Sé que también buscas enderezar tu vida fuera de ese horrible lugar donde te tenían y que estás atravesando la face rebelde —continuó diciendo Blitz mientras observaba a la chica revisar cada rincón sucio de ese departamento—. Nada de esto será fácil, tu edad es complicada. Tendrías que haberme visto cuando era un adolescente, fue como una película de terror —se rio para que su hija intentara empatizar con él, a pesar de que estaba seguro de que su adolescencia fue un poco más descontrolada—. ¡Te ayudaré a atravesar todo esto! no es imposible luchar contra la adversidad con alguien que te cuide. Jamás te dejaré sola, Loonie.

Cuando Loona notó que las palabras de Blitz llegaban desde la sinceridad, dejó de romper su alrededor y se volteó hacia el imp con una mirada confusa y analítica. En realidad, a pesar de que ese completo desconocido la adoptó y la llevó a un lugar que se caía a pedazos, parecía tener un plan para sobrevivir y tener una mejor calidad de vida. No había hostilidad o malas intenciones en sus palabras o sus vibras, porque podía percibirlo con su agudo sentido canino.

—Aquí está mi trato. Te doy un trabajo para que permanezcas estable, ganas dinero y vives conmigo —la animó Blitz con una sonrisa tranquila—. Sé que nos llevaremos bien, puedo ver a kilómetros que eres una dulzura —él confió ciegamente en ella, Loona solo arqueó una ceja con indignación y gruñó—. Bueno, estos son mis límites: nada de drogas en mi departamento, ni de meter personas que no conozca. Y nada de sexo aquí dentro... ¡Tampoco afuera! —el imp se horrorizó al pensarlo, su pequeña era muy linda y tenía que cuidarla de las personas horribles del mundo exterior—. Carajo, eres una bebé pequeña, adorable y tierna. Un bebé no puede tener sexo.

—¿Tú nunca tuviste sexo a mi edad? —cuestionó Loona con desconfianza y con sus diecisiete años totalmente bien puestos.

Blitz se rio súper incómodo porque su vida fue un libertinaje aberrante de fiestas, drogas y orgías hasta más no poder. Sin mencionar la cárcel, sus trabajos en la delincuencia y su gran convivencia con súcubos de la baja calaña. No quería que Loona supiera nada sobre ese pasado, ningún detalle del desastre que fue y de lo roto y sucio que estaba su interior. Tenía que protegerla de esa parte de sí mismo, de su pasado y del pedazo de mierda que era debido a los errores que cometió. Lo que más anhelaba Blitz era regalarle su mejor versión, la parte protectora y sobria que era en ese presente.

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