Conocer tu alma

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Envolvió al pequeño imp entre sábanas y lo mantuvo abrazado a su cuerpo durante el transcurso de la noche. Asmodeus permaneció sentado sobre la camilla de la habitación mientras apoyaba su espalda contra el respaldo y la pared. Jamás soltó al cachorro, necesitaba darle contención.

Fizzarolli no dejaba de temblar por la fiebre alta, era la cuarta noche de recuperación y, como era habitual, su cuerpo debía adaptarse nuevamente al cambio brusco y ajustes en sus prótesis. La cirugía salió bien, solo tenía que someterse al proceso de recuperación, el cual era tormentoso y violento para un cuerpo que no era lo suficientemente fuerte aún.

Las vendas cubrían las extremidades de sus piernas, en la separación de la carne y el metal. Lo mismo sucedía con sus hombros y su torso. Cada día le aplicaban una fuerte cantidad de sedante para que el daño no se sintiera tan profundo y ardiente, pero a veces no era suficiente. Fizzarolli presionaba las ropas de Asmodeus mientras temblaba y trataba de respirar con dificultad, entrecortado y rápido por lo agobiado que se sentía por su alta fiebre. Cada noche había sido muy dolorosa, sentía que ninguna clase de antibiótico o sedante surtía el efecto que necesitaba para calmarlo.

—Fizz... tranquilo —susurró Asmodeus mientras secaba el sudor del costado del rostro del pequeño con un paño húmedo y fresco—. Me quedaré todo el tiempo que sea necesario.

El pecado lo observaba muy preocupado. El imp tiritaba de frío y su cuerpo ardía en una temperatura muy alta. La diferencia a las anteriores veces era que su fiebre se estaba prolongando por mucho más tiempo del que creyó, nunca había durado más de tres días. El cuerpo de Fizzarolli era débil de por sí, y la enfermedad lo dejaba mucho más agotado y con muy poca resistencia.

Fizz entre abrió sus ojos grises y perdidos y no pudo enfocarlos bien en ninguna parte, veía borroso, su alrededor se sentía inestable y no podía concentrarse bien a causa de lo mareado que se sentía. Se acurrucó contra el pecho de Ozzie y lo apretó con las pocas fuerzas que tenía. Estaba siendo demasiado para él, la situación lo estaba sobrepasando. Recaer dolía cada vez más. Su cuerpo se entumecía del dolor ante la adaptación de sus miembros.

Dejó sus párpados caer y jadeó sin fuerzas. Incluso respirar lo dejaba exhausto.

—... Siempre pierdo el rumbo cuando... cuando el dolor de mis heridas me nubla la mente —murmuró—. Cuando es demasiado para mí.

Asmodeus frotó la espalda del pequeño con suavidad. Lo mantuvo protegido entre sus brazos, no iba a soltarlo ni dejarlo solo en el momento que más lo necesitaba. Había sido la última operación, fue complicada y terrible, pero fue la última. Era cuestión de no rendirse, de no dejarse caer. Tenía que darle esa fuerza a Fizz y contenerlo en su momento más frágil.

—Pienso en cosas malas... en que moriré muy pronto... —continuó susurrando el imp al conocer su destino.

No era algo desconocido, no era algo que nunca se cruzara por su cabeza. Su cuerpo estaba dañado y aunque se recuperara por completo, tendría una vida llena de limitaciones. Los golpes que recibió acortarían su vida porque todo su proceso fue violento y difícil. No tendría la oportunidad de vivir la misma cantidad de años que el resto de los imps que gozaban de buena salud. Fizzarolli sabía que sería exprimido para ganar millones de una forma intensa ya que no tendía muchos años disponibles en los que pudiera servir con todo su potencial.

Se marchitaría como una flor a la interperie. Pensaba en lo peor porque su estado le estaba rompiendo la esperanza. Ese dolor no hacía más que torturarlo con los peores pensamientos que podría tener.

—No permitiré que mueras —le dijo Asmodeus sujetándolo con fuerza y con una expresión nerviosa y abrumada—. No hables así.

Ozzie no podía pensarlo ni por un segundo. La idea lo destrozaba. No podría tolerar ni por un momento perder a Fizz luego de conocerlo por tan poco tiempo. Necesitaba que viviera por muchos años más, jamás se perdonaría dejarlo morir y no poder hacer algo al respecto. Mientras pudiera, haría todo lo que estuviera a su alcance para que eso jamás sucediera.

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