Rencor

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Año 2.

Asmodeus estaba sobre la cama y mantenía sentado a Fizzarolli sobre sus piernas. Con suma delicadeza, acomodaba su gorro sobre sus cuernos rotos y vendados. Fizz estaba asumiendo su apariencia de una manera más tranquila que al principio de la rehabilitación, podía mirarse al espejo y no sentir ese absoluto rechazo que antes lo atormentaba. Todo mejoró desde que cubrió sus cuernos, incluso se sentía con más seguridad de esa manera.

—Cumplirás veintiuno muy pronto —le dijo Ozzie masajeando con su pulgar el delgado cuello del pequeño—. Siento que tenías dieciocho ayer. El tiempo es muy relativo para mí.

—Sigo siendo joven, Ozzie —el imp se rio un poco, volteó hacia Asmodeus y le sonrió con algo de pena— ¿Cuántos años tienes tú?

—Más de diez mil. También sigo siendo joven —dijo en broma el mayor correspondiendo la tierna sonrisa del pequeño sobre su regazo.

Fizz sintió curiosidad, no sabía mucho de Ozzie realmente. Se preguntaba si sus conexiones estarían molestas por estar pasando tanto tiempo fuera de su trabajo u ocupaciones, mucho más sabiendo que estaba acompañando a un imp.

—¿Y estás casado o algo? Ustedes se arreglan matrimonios entre sí todo el tiempo —se atrevió a preguntar sin dejar de mirarlo con sus grandes ojos verdosos.

—Bueno, los pecados no tenemos un estricto compromiso con el casamiento —respondió el pecado con naturalidad—. Somos los únicos de la realeza que no somos obligados por los protocolos que rigen para ciertas familias —agradeció al infierno por eso, sería pesado tener que lidiar con un matrimonio arreglado—. Además, soy la Lujuria, no puedo tener vínculos fijos con nadie. Mi pecado es visto como libertinaje.

—Oh. Eso es muy triste —respondió Fizz con bastante frialdad al escuchar la clase de realidad que vivía Ozzie.

—¿Tú crees? —se extraño el pecado al escuchar su brutal honestidad.

—No puedes estar con nadie, es como si no te lo permitieran —analizó en voz alta el imp—. Aunque admito que todo eso solo es una pérdida de tiempo.

Asmodeus comenzó a interesarse, quería saber sobre su forma de pensar y sus razonamientos. Conocer a Fizzarolli en todos los sentidos era algo que lo fascinaba, fueran cosas buenas o malas.

—¿Por qué dices eso? —preguntó ampliando sus ojos luminosos y prestándole mucha atención.

Fizzarolli se recostó sobre el pecho del pecado, entrecerró sus ojos cansados y disfrutó de la comodidad de su cuerpo y su calor tan íntimo. Hablar con Ozzie era como hablar con un amigo de toda la vida. La confianza que le otorgaba era rica de disfrutar.

Sin embargo, recordar las mismas cosas de su pasado que siempre lo atormentaban no era agradable. Sus pensamientos se estaban calmando un poco con respecto a sus crisis nerviosas, pero ese dolor seguía allí dentro. Ozzie lo tranquilizaba, lo hacía sentir paz. Pero cuando él no estaba, sus memorias se volvían pura oscuridad y lo hacían perderse en ese veneno.

—Querer a alguien no me hizo bien. El amor te deja ciego y hace que no puedas ver como son las personas en realidad. Te impide ver lo horribles que pueden ser —alzó sus mirada estoica hacia Asmodeus y parpadeó al comprender que, en realidad, no tener ciertas emociones hacia nadie era algo muy beneficioso—. Ahora que lo pienso... Eres afortunado al no tener que sentirlo. No es triste, es genial.

—Solo tienes veinte, pronto cumplirás veintiuno —Ozzie se entristeció un poco al escuchar esa falta de esperanza en ese cachorro. Sabía que había elegido ese método de protección para poder sobrellevar su condición—. Es temprano para decir algo como eso.

Asmodeus no creía que estuviera roto. Fizzarolli aún estaba muy herido y ese sentimiento lo conducía al odio y al resentimiento. Había pasado poco tiempo, aún estaba en recuperación. Ozzie no creía que fuera un caso perdido o un ser cruel con malas intenciones, él podía ver la bondad de su alma, podía ver qué era sensible y dulce. Aunque quisiera cubrirlo y aunque armara una coraza de frialdad, orgullo y odio, sabía que en el interior solo había un chico que estaba muy afectado y lastimado por cada cosa horrible que tuvo que pasar por su incidente.

—No quiero que ningún idiota vuelva a romperme el corazón. O que me mientan. O que traten de matarme —Fizz se rio con sarcasmo, porque le había cerrado las puertas de su fragilidad a todos, menos a Ozzie.

—Ese Blitzo... dejó una gran marca —se atrevió a decir Asmodeus algo preocupado al escucharlo hablar—. Sé que él fue muy importante para ti, todavía puedo escuchar tu corazón acelerarse cuando lo mencionas —bajó su voz y volvió a hablarle de forma apagada y triste—. Sé que lo esperas, sé que quieres que llegue. Aunque lo odies, sé que lo sigues esperando.

Fizzarolli se tensó. Era inevitable y se sentía un estúpido por eso. Cuando el nombre de Blitzo se volvía a instalar en su cabeza, se rompía por completo, sus ojos se llenaban de lágrimas y no podía controlar el dolor en su pecho que lo dejaba sin aliento. Era emocional, pero también era físico porque le era imposible evitar esa angustia que se atoraba en su garganta y lo hacía temblar del sufrimiento. Era devastador, como un huracán. Ese dolor era tan colosal que lo desmoronaba y lo dejaba sin fuerzas. Inhaló hondo para no quebrarse y miró hacia arriba para que esas lágrimas no salieran.

—Blitzo me hizo el amor por primera vez y me dio mi primer beso —se mordió los labios y se acurrucó más fuerte contra el pecho de Ozzie—. Él era el amor de mi vida.

Justificó sus reacciones erraticas y su ansiedad. Su recuerdo era abrumador y hablar de él se sentía aún peor. Nunca había amado antes, lo que sintió con Blitzo fue increíble y no creía volver a sentir esa misma intensidad con nadie más. Ese fuego que le consumía el alma lo llenaba de una delirante pasión y lo hacía llegar al cielo de la felicidad. El amor de la primera vez, la emoción de la primera vez. Nadie podría regalarle eso de nuevo.

—Pero nunca pude ver la forma en la que me detestaba por mi talento, jamás lo sospeché o lo percibí y fue porque jamás subí la guardia —los malos sentimientos se apoderaron de Fizzarolli, haciendo que su semblante se llenara de amargura y rencor—. Nunca quise pensar que su envidia llegaría a tal punto. Yo era admirado y él siempre estuvo a mi sombra.

Fizzarolli se dio cuenta de que ese odio era todo lo que invadía su espíritu al recordarlo, más que la añoranza o el extrañar. Su aborrecimiento era más grande, su intención de que sufriera también. No sabía si la vida lo cruzaría de nuevo con Blitzo, pero si así era, definitivamente lo haría sentirse una basura de persona porque se lo merecía más que nadie.

—Quisiera hacerle sufrir la mitad de todo lo que he atravesado... —apretó sus puños contra el pecho de Asmodeus, su rostro demostró toda ese rencor desmedido que lo invadía y no pudo controlarse—. Desearía que ese pedazo de mierda se quemara vivo.

—Fizz... —Asmodeus susurró su nombre, lo abrazó fuerte y comprendió sus sentimientos.

Quiso contenerlo porque eso no era odio, era angustia en su máxima expresión. Fizzarolli solo conocía esa forma de descargarlo. Lo entendía, solo deseaba que su corazón no se contaminara y se arruinara debido a esos sentimientos tan destructivos.

Al darse cuenta de la contención que le ofrecía Asmodeus, Fizz mantuvo sus ojos tristes y vacíos fijos en un punto de la habitación. Había entendido en sus pocos años de vida que todos los valores que construyó como persona no tenían sentido. Reconstruirse también significaba seguir adelante y ser más fuerte, aunque eso conllevara convertirse en algo que jamás imaginó: un ser despreciable que se regiría por el rencor y la soberbia, las cuales serían otorgadas por su indudable talento como artista.

—He intentado todo, cada pequeña cosa. Pero nada parece funcionar como debería en mi cabeza, ya no soy como antes —murmuró contra el cuerpo de Ozzie, sin borrar su expresión seria y resignada—. Al parecer... no queda nada dentro de mi que sea bueno.

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