No te vayas

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Año 3.

Los largos brazos de Fizzarolli acomodaron las sábanas de su nueva cama en su nueva habitación en la clínica. Era un cuarto fresco y amplio, sin tantos aparatos y con un ventanal mucho más grande. Ya no necesitaba ser constantemente monitoreado por máquinas porque la resistencia de su cuerpo había mejorado mucho a comparación de años atrás. La habitación era de reposo, pero ya no contaba con estantes cubiertos con medicamentos en exceso, pastillas, sedantes o brebajes.

El cambio de cuarto era previsible, y eso era porque el alta de Fizzarolli estaba cerca.

Cuando el imp se movió hacia el ventanal para ver el exterior, amplió sus ojos indiferentes hacia el enorme patio repleto de árboles, pasto y naturaleza infernal. Era mucho mejor que la vista de la habitación de terapia intensiva y la de ejercicios de rehabilitación. No sabía cuánto tiempo estaría allí, pero sabía que no sería mucho.

El solo pensar que debería abandonar ese lugar para comenzar con su trabajo y su verdadero entrenamiento lo ponía algo ansioso. Sus reflejos eran mejores, su resistencia también. La exigencia de Mammon era lo que le preocupaba. El señor de la avaricia fue paciente ante los pedidos de Asmodeus, pero no sabía cómo sería con él cuando Ozzie ya no lo protegiera.

Asmodeus se acercó por atrás del pequeño, contempló el paisaje por afuera del ventanal y se sintió nostálgico. Suspiró y cerró sus ojos poco a poco. No sabía qué era lo que sucedería en el futuro, él prometió permanecer al lado de Fizzarolli aunque la situación se complicara con Mammon. No obstante, el contrato de Fizz y las extorsiones de la Codicia no harían que eso fuera sencillo.

—¿Sabes?... Nunca tuve padres. Me adoptaron en ese circo —murmuró Fizz, al momento que depositaba su mano sobre el cristal de las ventanas nuevas—. Trabajé como un payaso de entretenimiento junto a Blitz y Barbie, su pequeña hermana, desde que éramos niños.

Comenzó a recordar un poco lo que lo llevó a su presente, sus sueños infantiles y su ingenua admiración a un pecado que no conocía en lo más mínimo. Tal vez si no hubiera sido tan estúpido, no hubiera terminado tan mal.

—En esos tiempos, admiré a Mammon con mucha fuerza, era mi inspiración —entrecerró los ojos bastante desilucionado—. Quería ser como él, convertirme en algo que inspirara a otros de esa manera, volverme así de brillante y talentoso y transmitir esa felicidad que él me dio desde tan temprano —hizo una pausa solo para observar sus opacos dedos de metal—. Mi rutina se basaba en pensar en el circo, en mejorar lo suficiente para audicionar ante él y convertirme en su estrella —suspiró ante la frustración—. Bueno, al final no tuve que hacerlo. Me extendió un contrato al saber sobre mi incidente, me dijo que apreció mi talento cuando me vio en mi circo aquella única vez que vino a evaluar nuestro espectáculo. Y que sabía que si me recuperaba, podría ser su más grande artista.

Fizzarolli volteó un poco hacia Asmodeus, le dirigió una mirada sin emociones, como si fuera un cascarón vacío sin ninguna clase de esperanza real en esos momentos. Asmodeus se le quedó mirando con melancolía al comprender la manera en la que Fizzarolli había cambiado en esos pocos años.

—Tal vez Mammon... no es una gran persona. Pero él está confiando en mi de alguna manera, está apostando en mi. Y sé que es por el dinero, pero eso ya no importa —reconoció ante Ozzie, ya que lo había aceptado desde hacía mucho tiempo—. Él quiere que todos vean mi mejor versión y yo también quiero que todos vean de lo que soy capaz en mis mejores condiciones.

Caminó hacia el borde de su nueva cama y tomó asiento, fijando su mirada taciturna hacia un lado.

—Firmé un contrato con él y desde ese instante, supe que tenía que seguir adelante a pesar de lo difícil que sería. Prometí recuperarme y no rendirme aunque fuera muy doloroso, esa fue mi convicción y fue lo que me mantuvo cuerdo en mi primer año en un hospital decadente antes de llegar a este lugar —relató hacia un Ozzie que desconocía lo que realmente había sufrido antes de llegar a sus manos—. Ese deseo fue lo que me ayudó cuando no tenía brazos ni piernas y mis quemaduras dolían tanto que no podía controlarme.

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