Al menos soy amado (aunque yo me odie)

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Blitz cargó sus armas, al igual que sus dos compañeros de equipo. Atravesaron el portal abierto gracias al Grimorio de Stolas y comenzaron con la cacería de humanos. A pesar de eso, su mente no estaba al cien por ciento concentrada en su presente.

Estaba un poco afectado luego de los encuentros con el príncipe Goetia, por sus incesantes pensamientos de ser utilizado y de tener que hacerlo todo de aquella manera. Él aceptó, fue consentido y fue un trato. Pero la pesadez en su cuerpo se sentía real.

Sin embargo, quiso ser algo optimista. Al ver a Loona bastante cómoda en su nuevo departamento, siendo feliz a su modo y compartiendo su tiempo con sus compañeros, y también apreciando a sus empleados y lo felices que eran luego de completar sus misiones en el mundo de los vivos... No tenía manera de quejarse. Porque lo que tenía que entregar de él, lo valía al ver que su equipo tenía una buena vida.

Blitz tenía que entregarle su cuerpo a un bastardo real, pero su nueva familia era muy feliz. Y eso lo llenaba en todo sentido. Quizá ellos no lo querían mucho ni de la misma forma, pero él si los quería y deseaba protegerlos. Ellos no lo dejaban solo, ellos eran su compañía preciada y su felicidad.

Blitz entonces descubrió que había completado la lista de su plan perfecto para enderezar su vida y rectificar su camino.

—¡COMPLETÉ MI LISTA!

Gritó en medio de un tiroteo en el mundo de los vivos al reaccionar. Lo había logrado, tenía un trabajo digno, tenía un departamento digno, tenía una familia digna.

—¡Señor! ¡No es el momento! —Moxxie le gritó porque en serio no era un lugar adecuado para meditar. Los tres se ocultaron entre escombros y siguieron disparando contra unos humanos. La persecución siguió, pero Blitz seguía estando en las nubes.

Bueno, cada item de su lista era cuestionable. Pero lo consiguió. Consiguió tener una vida normal luego de haber estado hundido en un pozo por tantos años.

Pero entonces, si había conseguido todos sus objetivos...

¿Por qué no era feliz?

Se amargó al darse cuenta de que no era feliz, ni un poco. Todavía no lo era. ¿Qué más necesitaba?

Comprendió que aunque tuviera todo lo que un imp siempre hubiera querido, los recuerdos de su anterior vida y de las personas que se fueron seguían ahí, mortificándolo y llenándolo de odio hacia si mismo en cada oportunidad que podía reflexionar sobre eso. No podía hacer nada, su hermana eligió irse para siempre, su madre ya no volvería.

Pero si se trataba de Fizzarolli, del hombre que amaba... Allí, nunca hubo un cierre. Solo un alejamiento abrupto y sin explicaciones.

El casillero de Fizzarolli. Necesitaba completar el casillero de olvidarse de Fizzarolli. En teoría, debía ser fácil, el sujeto ya ni era su amigo y estaba totalmente apartado de su mundo, el bufón había seguido adelante hacía como diez años atrás. Y Blitz, como todo un dependiente emocional que se aferraba al pasado, lo seguía amando.

Era tan patético.

—¿Quieres fumar?

Luego de unas cuantas semanas, tanto Loona como Blitz se encontraban sentados en el borde de la azotea, la vieja azotea de su antiguo departamento de soltero. Era la segunda vez que llevaba a Loona a ese lugar, solo para hablar y reflexionar sobre cosas triviales. La adolescente le ofreció un cigarro, Blitz la miró con desaprobación. Sin embargo, suspiró con cansancio y aceptó.

—No deberías fumar, Loonie.

—No estaba en las reglas.

Tenía razón. Blitz solo prendió el cigarro y volvió a contemplar una vez más el estúpido cartel de Fizzarolli, nuevamente cambiado y esta vez, su figura sola en toda la gigantografía mientras hacía algunos malabares.

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