Por siempre

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Escuchaba a la perfección como dos de sus compañeros de trabajo veían videos en sus celulares mientras él desarmaba la chatarra que tenía en frente. Últimamente, ejecutaba el trabajo duro y se ensuciaba las manos con tal de no pensar tanto en el tiempo que pasaba o en la fruta podrida que se estaba volviendo su relación. De todas formas, no era sorprendente.

Blitz estaba dentro del auto ajeno, rompía los cables con su destornillador y trataba de robar el estéreo sin nada de vergüenza. Sus confiables compañeros de robo le cubrían la espalda, nada malo podría suceder e ir a la cárcel era una posibilidad lejana y muy estúpida.

Dejó el estéreo en el asiento del copiloto y decidió tomarse cinco minutos. Tenía que desarmar el resto, luego sus dos colegas imp arrancarían el motor y podrían llevarse esa preciosidad. Blitz encendió un porro, se lo llevó a los labios y revisó las miles de notificaciones de Verosika en su celular. Había muchos mensajes, el último era una foto de su chica luego de salir de la sala del tatuador con sus amigos. Blitz arqueó una ceja con indignación al preguntarse qué tan ebria estaba para cometer semejante estupidez.

"Gracias por ser parte de mi vida. Te amo, cariño."

"También yo."

Si, no podía responder otra cosa. Era halagador, pero no sabía muy bien como lidiar con esa clase de amor. Verosika se tatuó su nombre en su brazo sobre un gran corazón y le envió una foto en su horario laboral. Antes de eso, tenía una exagerada cantidad de mensajes, sabiendo que no podía responder porque trabajaba gran parte del día.

Ella era intensa, podía odiarlo y amarlo de un momento a otro. A pesar de eso, era notorio que Verosika lo adoraba. Blitz también la amaba porque a pesar de todo, ella nunca lo dejaba solo. Y aunque estaban peleando mucho esos últimos tiempos por el asunto de Mammon y su música, no podía decir que no la quería.

Por desgracia, los problemas en su relación estaban surgiendo con más insistencia y ya no eran fácilmente cubiertos por drogas o sexo. Verosika estaba bebiendo con mucha frecuencia, casi no consumía hierba o molly, solo era whisky y licor. Y a Blitz no le importaría tanto si no fuera porque el alcohol la volvía verbalmente violenta. Cuando estaba ebria, le gritaba mucho, le arrojaba mierdas en un estado de furia constante y le exigía sexo aunque él no estuviera de humor.

Suspiró luego de inhalar la marihuana que se consumía entre sus labios. Hablarle a Verosika y mencionarle que quizá tenía un problema con la bebida era como si ella quisiera decirle que era un drogadicto depresivo que debía ser intervenido por ayuda profesional. Ambas cosas eran verdaderas, pero ambas cosas no querían ser arregladas por ninguno de los dos. Ellos no querían solucionar sus problemas, pero los problemas seguían creciendo debajo del tapete.

Blitz al menos no era violento, solo se quedaba dormido llorando como un total perdedor. Verosika, en cambio, era un caso difícil e intratable. Y no tenía forma de lidiar con ella sin que la chica se enfureciera y le gritara escupiendo todas sus debilidades en la cara.

A veces, Blitz era distante y frío, le costaba mucho ser dulce o demostrar amor, aunque fuera en estúpidos mensajes. Era como si esa parte de él se hubiera muerto o deteriorado tanto que no sabía como reaccionar. Él siempre le explicó sobre sus traumas y lo marcado que estaba para que lo entendiera, pero a pesar de que Verosika le decía que lo comprendía, sabía que en realidad no le gustaba ese trato distante y esa muralla de hielo que ponía entre ambos.

Blitz estaba llegando a su límite, pero no quería reconocerlo. El tener que coger todo el tiempo con Verosika aunque no tuviera ánimos o tener que armar orgías solo para mantener su mente ocupada estaba empezando a desgastarlo. Al principio era genial, pero ese ritmo, sumado a sus gritos constantes y a sus exigencias, estaba logrando una sumatoria de mierdas que le estaba costando sostener.

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