Capítulo 44

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Lo miraba desde la pequeña ventanilla de su habitación

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Lo miraba desde la pequeña ventanilla de su habitación. Postrada en la cama de ese hospital, se deleitaba con la imagen de aquel hombre conversar con sus hermanos mientras ella contaba los segundos pasar con el deseo de que el día transcurriera de prisa. Ya no soportaba un minuto más en ese sitio, ya no podía convivir con tantas personas cuidando de ella, pero, sobre todo, ya no podía tolerar y salir ilesa de la distancia abrupta que puso León entre ambos.

Sus manos apretaron aquella manta que cubría hasta su cintura recordando el primer encuentro luego que despertó, el escaso y frío beso en su frente en una milésima de segundo, casi creyendo que estaba imaginándolo. León había llegado junto a sus hermanos y se aseguró de permanecer con ellos todo el tiempo, evitando quedarse a solas.

Evitándola a ella.

Era sentirse como una carga, algo que estaba estancando la vida de esa familia cuando ni siquiera tenía ningún tipo de unión con ellos. Volvía a su soledad, a su espacio, al común paso de los días sin más.

Observó como Eleanor se acercó a Emilio y una de sus hijas, como Amelia se iba aproximando y el brazo de Donovan ya se alzaba para rodearla. Observó como la ronda se hacía mas grande y ella no estaba allí, es que no pintaba nada entre ellos.

No era fuerte como esas dos mujeres, no tenía la valentía de asumir que no importaba a lo que se dedicaran sus esposos que igual seguían firmes a su lado y construir una familia con tantos hijos como quisieran.

Su vida era eso que tenía en la habitación, soledad, normalidad. Pero su interior parecía prenderse fuego por la necesidad de ser parte de esa mismo circulo que formaban en el pasillo con niños y risas.

Había optado por otra cosa, y ahora debía convivir con ello, al igual como León estaba haciéndolo. ¿No se sentía listo para decir lo que sentía? Ahora él respetaba su decisión y se mantenía alejado.

Y aunque su mente se llenara de imágenes de lo que pudo ser y no fue, tal vez era momento de aceptar que nunca iban a funcionar, que sus vidas no eran compatibles, que ella carecía de esa templanza para acompañarlo como ese hombre necesitaba, y él carecía de palabras que ella deseaba oír.

Lea abrió la puerta despacio y se metió a la habitación dejando entrever el rápido análisis de León controlándolo todo.

—Es cuestión de horas —le sonrió acercándose a la cama —. Por fin vas a poder salir de este lugar.

Eso significaba que la carga que se sentía para su ex esposo y familia terminaba esa misma tarde. Ya no había más.

—¿Cómo está todo en la pastelería?

No podía esperar para ocupar su cabeza. Cuanto antes, mejor.

—Todo funciona muy bien, como siempre.

—¿Crees que haya sido buena idea mantenerlo cerrado? No quiero perjudicar a los empleados —admitió con pesar, al tanto de la decisión que su amiga tomó en señal de apoyo.

Reputación macabra © (Markov IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora