aquellos recuerdos

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-¿Cómo? – pregunté entre aturdida, nerviosa, confusa, feliz, dudosa, queriendo no entender esa frase como algo equivocado y más adjetivos. 

-Digo… - pasó sus manos por el pelo -. En plan de… - respiraba nervioso. Que esto no sea una señal, por favor -. De que yo también me tenía que divertir, ¿no? – volvió a poner la cara de enfado que tenía, sacándome de mis pensamientos más bonitos. Además de mal pensados. Me reí yo misma.

-Harry, tú no. Ven, siéntate – volví a repetir. Queriendo empezar esa conversación desde cero, sin gritos.

-¿Yo no qué? – me preguntó como si fuese una loca -. ____, cariño. Creo que te están afectando los medicamentos que te dan – se acercó a mí, mientras yo reía -. A ver, sigue mi dedo con los ojos – puso su dedo índice en frente mía.

Empezaba a hartarme de estar enfadada este día, por lo que empecé a hacerme la loca. Tocaba reírse de ese niño que jugaba a pintarse los labios con Zayn y mi hermano. A veces he pensado que eran gays… Y mejor no pensarlo, a ver si voy a descubrir una cosa de la que no me quiero enterar.

-¿Qué dedo Harry? – me puse seria.

-¿Cómo que qué dedo? Este – lo agitó -. ¿No lo ves? – negué con la cabeza -. ¡Que se nos ha quedado ciega! – empezó a recorrer la habitación -. Ya está. Los efectos secundarios de los medicamentos, cuales los doctores no se han parado a pensar – se puso histérico -. A ver, a ver mira. ¿Cuántos dedos tengo? – volvió a acercarse corriendo a mí, poniéndome tres dedos de su mano derecha delante de mis ojos.

-¿Cinco? – me hice la inocente -. ¡Oh no! ¡Ya, ya sé! ¡No tienes puesto ninguno! ¡Es una trampa! – lo señalé, intentando aguantarme la risa.

-Voy a por un doctor – se dirigió a la puerta -. Diré – dijo antes de abrir – que te abran las cuencas de los ojos y que le insecten agujas a éstos para sacarte lo que tengas. No te preocupes, ¡ahora vengo! – salió como un rayo de la habitación.

-¡No Harry! – corrí hacia la puerta, abriéndola y chocándome con su pecho.

-Sabía que era una de tus bromitas, nadie se queda ciego en cinco segundos – entrecerró sus ojos, a la vez que se reía.

-Llegué a pensar que lo de los efectos secundarios era verdadero. Me metía tanto en el papel… – me conduje a la cama, para darme la vuelta y mirarlo.

-A lo mejor unas cosquillas te curan esa ceguera de mentira – sonrió.

-¡No! ¡No, no, no, no! – corrí a la cama. Aunque eso no era un impidimiento para “el fuerte de Styles” Como él decía de pequeño.

Me agarró y empezó a hacerme cosquillas por la barriga. Clavándome cada uno de sus dedos allí, y por los costados también. Donde las costillas me matan.

Yo reía, o lloraba. No sé lo que hacía. Pero Harry llegó a cogerme como un bebé. O como a mí me gusta pensar, como un príncipe a su princesa. Sí, suena cursi. Vale.

-Oh mi pobre bebé – princesa, Harry. Princesa -. ¿Qué te pasa? No llores – me agitaba y me movía de un lado a otro. Como cuando las mamis tranquilizan a su bebé.

-Harry, bájame – pataleé. Cosa que hizo que bajase.

-Pero los bebés no an…

-¿Puedo entrar? – asomó Louis su cabeza -. ¿Qué haces levantada, _____? – preguntó cansado -. Harry, déjanos solos.

Harry asintió y se fue, no sin antes hacerme un puchero, imitando a un bebé. Yo reí. Louis se dio la vuelta para verlo, pero éste ya se había ido. Yo reí más.

soldado del amorUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum