nuestro romance

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¿En serio me acaba de decir que él siente lo mismo que Harold con Phoebe, cuando eran jóvenes? Porque eso era una indirecta muy directa. Pero a lo mejor una indirecta no correspondida. O quizás es lo que yo quiero pensar. Aunque seguramente, luego resulta que es otra historia semejante y que el protagonista también se llama Harry. Pero, ¿a quién coño conoce desde pequeño? ¿A Louis? A Ángela obviamente que no. La verdad es que serían muchas coincidencias, y sí. Yo lo he pillado y el corazón se me ha parado.

-¿Y…? – me costaba respirar, y me giré como él había hecho anteriormente -. ¿Cómo se llama la chica? – sonreí -. ¿La conozco?

-Sí, y mucho – siguió serio. Yo me callé, ensanchando cada vez más mi sonrisa -. Mira ____... A ver, ¿cómo te lo digo? – empezó a preguntarse a sí mismo y yo esperaba algo que deseaba desde hace años. Aunque no fuera tan romántico como lo que pasó con los abuelitos, a mí me gusta todo lo que provenga de él y sus alrededores -. Que… Em… - lo notaba nervioso. ¡Suéltalo! ¡Suéltalo ya! -. Venga va – aspiró y sopló forzosamente -, yo siempre he estado en…

-¡____! ¡HARRY! ¡_____, _____! – gritó Ángela, llorando mientras corría hacia el porche de mi puerta -. Que, que – hiperventilaba -, que tu hermano – tragó, apoyándose en la pared. Parece que se ha echado una buena carrera desde donde fuera que provenía -, que Louis está matando a James. ¡Que lo está matando! – lloraba sin consuelo.

-¿Qué? – nos levantamos de un salto del balancín, atónitos.

-Que sí, ¡vamos! – comenzó a correr -. ¡Vamos! – volvió a gritar cuando llegó a la acera, fuera de mi casa.

Harry y yo comenzamos a correr tras ella, guiándonos por sus rápidos pasos para llegar cuanto antes al lugar de la lucha. Doblamos unas cuantas esquinas y llegamos a un barrio de la mala muerte. Vagabundos y drogadictos estaban tirados por todas partes. Arrastrándose por los suelos buscando algo de comida y otros cogiendo jeringuillas malgastadas para aprovecharlas. Nunca había entrado aquí, rápidamente me escondí detrás de Harry. Aparentemente, Harry y Ángela se conocían este lugar bastante bien, pues viajaban a través de esos callejones como de si de su casa se tratase. Harry pasó su mano detrás, abriéndola y cerrándola en especie de seña. No sé si era eso lo que quería, pero yo le di la mano. Aunque él no lo sepa, aunque sea solamente rozando su piel, me siento segura. No entiendo como este barrio se localiza tan cerca del mío. Hay tanta diferencia de mansiones enormes a casas casi destruidas, que parece atonador.

-¿Y cómo sabías que no estábamos en el hospital? – preguntó Harry, caminando a paso rápido y mirando a todos lados, a parte de romper mis pensamientos.

-Soy lista, he llamado a la habitación de _____ en el hospital y me han dicho que ya le habían dado el alta – seguimos caminando por esas oscuras calles, fatigados por ir casi corriendo -. No pensarás que iba a ir al hospital andando, ¿no Styles? – dijo obviamente pero con lágrimas en los ojos, además de haciendo señas para que los dos aligerásemos el paso.

-¿Y por qué no nos has llamado para saber donde nos encontrábamos?

-Porque… ¡Joder Harry! Estaba más ocupada en defenderlos del asqueroso de James, hasta… - se paró de golpe, escondiendo su cabeza -. Hasta que me pegó – una gota resvaló por su cara.

-¡¿Que te pegó?! – salté yo esta vez -. ¡¿Dónde está ese cabrón?! – me solté de Harry y comencé a andar más rápido que ellos.

-_____ tranquila, no pasa nada y para – me llamó Ángela, limpiándose las lágrimas de la cara -. Es por aquí – tocó a una casa que había al costado del callejón.

-Contraseña – escuché mientras me acercaba confundida.

-No me hagas repetirla – susurró Ángela entre dientes -. Louis la ha dicho antes cuando hemos venido.

-Contraseña – insistió.

-¡Es ridícula! – se quejó Ángela, todavía parada en el escalón que estorbaba al entrar, y mientras Harry y yo esperábamos -. Tan ridícula como el que se la inventó. ¡Tengo prisa, abre!

Esperábamos a que la testaruda de Ángela dijese la contraseña para entrar en esa cutre casa no sé ni para qué. Aunque a eso, prácticamente, no se le puede llamar casa. Era como un contenedor de sucio y como un vagabundo de mal oliente. En esos instantes miré a Harry, y volví a colocarme tras él. Me acordé del momento de antes, no sé él, pero hasta el momento se me había olvidado. ¿Y si la chica de esa historia que conocía era yo? No, será otra chica. Yo, su mejor amiga, es imposible.

-Dila o sino no entraréis y me ocuparé que no volváis a andar. Ninguno de los tres – volvió a comunicar esa ronca voz tras la rejilla.

-James acabará con… - se mordió la lengua, pero lo soltó -. Con los reyes del anfiteatro.

-¿Qué? – me sorprendí.

-Calla, no hables – me ordenó Harry, y entramos por esa vieja puerta de madera. Ángela subió rápidamente por la escaleras, llegando a la supuesta segunda planta y pegando un grito ensordecedor. Harry tras oírlo, subió como un rayo, dejándome a mí sola con ese segurata, que me miraba examinando cada parte de mi cuerpo. Bueno segurata, si se le puede llamar así. No tardé ni diez segundos en llegar a la segunda planta, esquivando la mirada de el de abajo.

En cuanto me asomé, los gritos se oían más fuerte de lo que nadie se puede imaginar. Un tío sangrando por todos lados, incluso llevaba alguna herida provocada por una buena navaja en su estómago, salió de allí bajando las escaleras además de salpicándome sangre que salía por su horrible cara. O la parte de ella que se podía apreciar gracias a la poca luz. Sólo unas cuatro velas alumbraban la planta de arriba. En la cual, por lo que es incomprensible, no había habitaciones.

Un disparó retumbó y la gente comenzó a bajar las escaleras enloquecida. Algunos me empujaban hacia ellas mientras yo, preocupada, intentaba ver la realidad. Pensar que ese disparo captara el cuerpo de uno de mis hermanos, provocaba que mis piernas temblasen. Otro disparo sonó y el calor comenzó a subir. Gente y gente que aparecía por rincones desconocidos seguían bajando y esta vez me arrastaron con ellos, sin conseguir ver nada. Si intentaba ir hacia a aquellos aterradores sonidos, posiblemente acabaría por los suelos y pisoteada. Tres de las cuatro velas se apagaron y abajo solo quedó la oscuridad acompañada de insultos hacia los que impedían salir. Golpes y golpes sonaban arriba y nadie veía ni oía nada. Se hacían los incomprendidos que sólo querían sacar su puto trasero de esa casa sin salvar a sus amigos de una muerte segura. Disparos y más disparos sonaban y yo no oía ninguna de sus voces. El corazón ya me latía más fuerte de lo que se debe, y me estaba haciendo tal daño que quería desplomarme en el suelo. Pero mis últimas fuerzas las utilizé sólo para ellos.

-¡ZAYN! – grité sin esperanza -. ¡LOUIS! – pegaba golpes a la aglomeración que me impedía moverme -. ¡Ángela! – volví a vociferar, y todavía sin respuesta. Aunque mis gritos fueran la única voz que soprepasaba unos cuantos deciberios a los insultos y habladurías -. Harry… - sollocé sin ganas, dejándome llevar.

Por fin salí de aquella humeante casa, acompañada por un empujón de alguno del final de la piña que se había formado. Yo ya no escuchaba voces, todos los que habían en la casa salieron corriendo, incluso el segurata. Los callejones de ese barrio se quedaban cada vez más vacíos sin contar a los vagabundos-drogadictos que estaban al principio de todo. Acabé sentada de rodillas en el suelo, por las pocas fuerzas que reinaban en mi cuerpo, observando como se iban cagados y esperando a que salieran o una simple respuesta como “¡estoy bien, ____!”. Pero nada llegó.

soldado del amorWhere stories live. Discover now