imperativa

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-Ahora voy – le dije, entredientes. Además de mirar a Phoebe y a Harry de reojo. 

-Pero… - los miró -. Buenos días, señores – sonrió.

-Buenas tardes mejor, ¿no? – rió Harry.

-Soy Harry – se acercó rápidamente para estrecharles la mano.

-Qué encantador – aclaró Phoebe, cuando Harry retrocedió para ponerse a mi altura.

Vale, aquí hay muchos Harry’s. Y cuanto más oigo el nombre de Harry, más me estremezco. Llamo al marido de Phoebe, Harold. Y a Harry, Harry. Sí, mejor.

-_____, el doctor te está esperando – me cogió de la mano.

-¿Por eso te has sorprendido cuando a dicho mi marido que se llamaba Harry? – rió Phoebe -. Porque has pensado en este chico, ¿verdad? – ahora rieron los dos.

-Bueno… - me puse nerviosa. Intentaba hablar, pero no podía. Me habían pillado.

-¿Qué pasa conmigo? – nos miró a todos, extrañado pero sonriendo.

-Que desde que ____ ha escuchado tu nombre, no ha parado de temblar – rió Harold.

-Eh… Bueno, luego vengo y me terminan de contar su historia, ¿sí? – fui empujando a Harry para que saliera de la habitación. Cosa que él se negaba a hacer, pues me miraba divertido.

-Qué – le susurré, divertida o queriendo disimular lo que acababa de decir Harold.

-Que… - se dispuso a hablar, pero le interrumpieron.

-_____ - me giré -. Te dejas el jarrón – rió Phoebe señalándolo.

-Ui – me acerqué corriendo y lo cogí -. Gracias – les sonreí -. Lo dicho, luego vengo.

-Sí, que nos toca contarte lo mejor del final y que tú nos cuentes cositas tuyas y de… - señaló Harold a Harry con sus ojos, por medio de una seña.

-No hay nada que contar… - me incomodé.

-Sí, sí que lo hay – rieron -. Sois tan parecidos a nos…

-Adiós – agarré más fuerte a Harry y lo saqué rápidamente de la habitación.

El estómago no lo sentía. Es como si tuviese un hueco ahí al que le faltaba algo. No sé si era por los efectos de los medicamentos o por la emoción. Esa historia de Phoebe y Harold, era preciosa. Ser amigos y estar enamorados desde pequeños, crecer juntos, matarse porque sus amigos no digan sus sentimientos, que el destino quisiera juntarlos porque desde que nacieron estaban predestinados, y que todo empezase con su primer beso. Bueno, y falta el final. Y ellos dijeron que era lo mejor. A saber qué es.

-Señorita Tomlinson, ¿dónde estaba? – me cogió el apuesto doctor, soltándome de la mano de Harry. 

No, ya sé por qué no sentía el estómago. Era por las mariposas que reinaban en él durante todo el camino a mi habitación, pues mi mano no se separó de la de Harry.

-Estaba buscando un…

-Da igual, no puede salir de la cama. ¿Sabe acaso lo que es una limpieza de estómago?

-No, y no lo quiero saber -–me acosté en la cama, para que él pudiese inspeccionarme.

-Bueno, pues puede que le dé por vomitar. Y no creo que a una bonita señorita le guste vomitar ante los demás - ¿me acaba de llamar bonita? Oh Dios.

Harry cerró la puerta de un portazo bien sonoro, quedándonos solamente el doctor, Harry y yo.

-¿Y los demás? – le pregunté a Harry, a la vez que el doctor intentaba abrirme el ojo, además de apuntarme con una linterna. ¿Quiere dejarme ciega?

-Señorita, ¡estese quieta! ¿O quiere perder un ojo? – me cogió de los hombros para que me tranquilizase. Aunque lo de tranquilizar no sé para qué, yo no estaba nerviosa porque él quisiera dejarme ciega, estaba molesta.

-Pues verás… Los han hechado… Han tenido una pelea.

-¿Cómo? – me acomodé en la cama, provocando que el doctor y yo chocásemos y nos diésemos un coscorrón -. ¿Los han echado? ¿Que se han peleado? ¿Todos? – pregunté histérica mientras acariciaba mi frente. El doctor tenía la cabeza dura, bien dura.

soldado del amorNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ