enamorados los dos

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Esa tarde con los niños fue espectacular. Ellos me echaban de menos y yo a ellos. Harry me ayudaba a todo lo que suponía tratarlos, y especialmente, con una sonrisa de oreja a oreja. Aparentemente, a él también le encantaba estar con esos bichos y ayudarlos hasta en lo más profundo de sus problemas. Cáncer, problemas de lotromoción, y anorexia, eran las dificultades que abundaban. Nosotros dibujábamos, jugábamos, y nos divertíamos con ellos. Esa tarde era una de las típicas, de las de siempre. Pues de toda la vida, le dedicaba algo a los chicos que necesitan más que a una enfermera. Encima de que me encantan los niños, me gusta hacer cosas por los demás. Incluso a veces, demasiadas.

-¿Y qué hacemos? – pregunté una vez fuera del hotel.

-Pues te tendré que llevar a tu casa – rió obvio.

Me habían hecho el chequeo antes y no hubo ningún impedimento para que yo me pudiese ir a mi casa. No hacía falta que me quedase por la noche en el hospital, y los médicos preferían que al día siguiente pudiera ir al colegio. Con la justificación que me dieron en recepción, no habría por qué preocuparse mañana en el colegio.

Me monté en la súper moto de mi amigo el rulos, todavía con ese miedo que me proporcionan esas máquinas y con ese cosquilleo por no separarme de él en todo el trayecto, y éste me llevó a mi casa. Todavía no sabía nada ni de mis animadoras ni de los otros tres experimentos que tengo como hermanos. Pero cuando los encontrase, tendrían una buena bronca por mi parte. ¿Qué mierda hacían peleándose en medio del hospital y por qué?

Bajé y como si tuviera un don, me llamó. Por fin. Me estaba preoucupando. Hasta llegué a imaginarme que les aplastaba una enorme bola de nieve que bajaba por las laderas de las robustas montañas de Finladia.

-Hija, ¿qué tal? Me ha dicho tu hermano que os habéis quedado durmiendo y que no fuisteis al colegio. Que mañana no se repita, ¿vale? ¿Cómo está él? Que no haga de sus locuras y que no llegue tarde a casa esta noche. ¿Y tú? ¿Has pedido los deberes a tus amigos? ¿Qué tal los demás? Ninguna os hemos podido llamar, nos lo estamos pasando tan bien. Bueno, mañana por la noche llegamos que no podemos perder más tiempo en la empresa. Portaos bien, y tú _____, cuida de Louis. No sé cuanto tiempo tardará en sentar la cabeza, igual que Harry, Zayn y Ángela, me dicen sus madres que son iguales. Tú no hija, estoy muy orgullosa de ti. Te dejo que nos vamos a la chimenea a coger un poco de calor después de esquiar. ¿Sabes que Des casi se parte una pierna? Besitos, os quiero – colgó. Colgó sin dejarme el turno de palabra. Lo dijo tan rápido que me dio hasta miedo. Incluso llegué a pensar que era una grabación.

-¿Quién era? – me preguntó Harry.

-Supuestamente, mi madre – seguía estupefacta.

Nos encaminamos, llamamos a mi casa y nadie abría. Lo intentamos diez veces más y nos dimos por vencidos. Decidimos llamar a mi querido hermano. Ahora mismo, por desgracia, era el hombre de la casa. Al final tuvimos que quedarnos en la calle con el helor de las noches de Diciembre, y mañana colegio. No tenía llaves, Harry obviamente que tampoco. Y nos tocó pasar un rato de frío incontrolable.

-¿Sabes? – decidí hablar, cuando nos sentamos en el balancín de mi porche -. Me han contado una historia súper bonita, pero le faltaba el final.

-Cuéntamela – me sonrió, poniéndose cómodo.

-Es de Phoebe y Harold.

-¿Los del hospital?

-Sí – respiré hondo, lo que voy a hacer es muy fuerte. Espero que sirva de indirecta. Sonreí y empezó lo bueno -. Phoebe estaba enamorada de Harold desde pequeños, apenas tenían dos años cuando se conocieron. Todos sus mejores amigos sabían lo que ambos sentían. Sí, Harold también estaba enamorado de Phoebe desde chicos. Bonito, ¿a que sí? – esperé una respuesta que nunca hubo, solamente una intensa mirada de ojos verdes que querían saber la historia completa -. Ellos eran tan tontos que intentaban ocultar lo que sentían el uno por el otro, y bueno – suspiré -, luego el destino hizo una de sus jugadas y acabaron besándose bajo la lluvia. Aunque fueran amigos de toda la vida, se besaron y nada malo pasó. NADA MALO PASÓ, ¿SABES? – hice incapié en las últimas palabras, pero seguía sin darse cuenta o haciéndose el tonto como siempre -. Terminaron por casarse, ¿SABES? – apreté mis manos -. Tuvieron cinco hijos, ¿ME OYES? Y eran amigos de toda la vida - suspiré. Nada, no se enteraba.

-¿Y después…? – se giró en el banco, quedándose frente a mí.

-Y después qué – pregunté un tanto enfadada. Hasta la indirecta más estúpida no quería entrar en su cabeza -. Ahora están en el hospital, no sé lo que pasará – dije de mal humor, apartando mi vista de esos ojos que reinaban en todo momento en mi cabeza.

-Ah, no sé. Como dijiste que le faltaba el final… - no respondí. Sí, faltaba el final de su historia de la noche lluviosa, pero ahora no iba a hablar -. ¿Sabes? - dijo serio.

-¿Qué? 

-Yo conozco una historia muy parecida, y el chico también se llama Harry.

soldado del amorOnde histórias criam vida. Descubra agora