en furia

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Desesperada, queriéndome cortar las venas en ese mismo instante, aparecieron cuatro cabezas por el marco de la puerta. Con camisetas desgarradas y manos ensangrentadas por sus navajas manchadas. Susurrándose entre ellos palabras incomprensibles para cualquier persona que no los conociese. Aunque al largarse, sus voces aumentaron en gritos como: “Gilipollas malcriados” “Ganan todas las putas peleas, subnormales” “Van a acabar muy mal si creen que se van a quedar con esta casa para sus fiestecillas”… Y desaparecieron como habían hecho los otros, ignorando que yo estuviese tendida en el suelo llorando sin pesar. Por un momentó dudé si entrar, los amigos de James, que salía prácticamente sin vida, sangrando y reventado, colgando de los hombros de sus acompañantes, les habían dado vida a la que yo consideraba como inexistente.

-¿Chi-chicos? – hablé gangosa, adentrándome en el lugar luminado por las cuatro velas que habían vuelto a encenderse. De respuesta sólo escuché las risas divertidas que tanto los caracterizaban, provenientes de la sala de arriba. Subí lo más rápido que pude, intentando no cortarme con cristales rotos que habían en el suelo. Los vi partiéndose el culo de la risa, rejocijándose por el suelo sin ni siquiera saber por qué. Que a mí me hayan estado a punto de matar, no me haría ninguna gracia.

-¿De qué mierda os reís? – pregunté, enfadada. Ellos me miraron -. No, ¡no me miréis! ¡¿Me queréis decir por qué os reís?! – grité, ronca. Apartaron su risa para convertir sus rostros en neutro, preguntándose por qué cojones estaba yo así -. ¡Yo, llorando como nunca abajo y vosotros riendo! ¡Han podido mataros! – me enfurecí, plantada en el final de la escalera observándolos. Señalándolos con el dedo índice, efusivamente.

-Eran sólo pistolas de fogueo, _____... 

-¡Louis, mierda! ¡Zayn está herido! ¡No digas que sólo son pistolas de fogueo porque pueden dejarte ciego inmediatamente! – grité aún más fuerte, perdiendo toda la energía y felicidad que había aparecido cuando vi que estaban sanos y salvos -. En serio – sollocé -, no sé en qué os habéis convertido – y ese líquido volvió a mi ojos, debido al recuerdo de cuando jugábamos a princesas y príncipes y ellos se peleaban con sus espadas de goma-espuma. Nunca podía imaginarme que se peleasen de verdad. Nunca creía que llegasen a matar.

Me miraron serios, yo me acerqué a Zayn y terminé de romper su camiseta. Tirando los trozos de tela al suelo.

-¿Estás bien? – acaricié sus pectorales, que sufrían unas cuantas quemaduras. Ese pequeño Zayn que me ayudaba a hacerle coletas a Ángela, inofensivo, inocente y bueno, se había convertido en uno como James y los otros. Igual que Harry, Ángela y mi… Bueno, Louis. Yo no lo vuelvo a llamar hermano. A una persona que mata, lo considero insignificante.

-Sí, sí, tranquila – sonrió cuando dejó de mirar sus quemaduras y levantó la cabeza para llegar a mirarme -. No es nada.

-Zayn, sí es – me separé de él, poniéndome frente a todos -. Es que no sé ni siquiera por qué pisáis este barrio, esta casa. No sé cómo mierda os habéis convertido en los reyes de ese anfiteatro lleno de monstruos violadores. No sé cómo os podéis pelear y tú Ángela, no sé cómo siquiera resistes al verlos – bajé mi mirada, mirando el pobre suelo ya con la madera podrida. El ritmo de mis lágrimas se intensificó, porque pensaba que verdaderamente, lo más seguro, es que fueran esas personas por mi culpa -. Yo… Yo me voy de aquí – susurré levantando la mirada -, y sin vosotros.

Giré sobre mis talones y salí corriendo de esa casa, y como no, todavía llorando. 

Desde el sábado, esos tres días en los que estaba volviendo a ser su amiga, eran más fuertes de cuanto estaba peleada. Lloraba con más frecuencia y a veces por tonterías, por ellos. Nunca me emborrachaba y acabé drogándome. Nunca me adentraría a sitios tan escalofriantes como este barrio o su anfiteatro hasta que descubrí que aquellos lugares eran de su "nuevo" ambiente. Todo eso me daba miedo.

Al saltar el escalón de la salida, el aíre frío y cargante de humo, inundó mi cuerpo. En ese momento me sentía la persona más insegura y vulnerable del mundo. Pasaría por esos callejones, con tíos tirados por los suelos pidiéndome ayuda y con tías chupándola por los rincones. Al dar el paso seguro para ese terrible momento, una mano agarró la mía. Sin ganas, la miré. En estos momentos no quería saber quién era, pero la de Ángela seguro que no. Aunque sin hacerle caso a esa voz, fui subiendo lentamente por ese musculoso brazo con algún que otro moretón hasta llegar a su barbilla. Esa barba era completamente familiar y no quise llegar a sus deslumbrantes ojos. Bajé rápidamente mi cabeza al lugar del principio, además de con un brusco tirón.

-¡Suéltame! – me alejé -. ¡No vuelvas a tocarme!

-_____, escúchame. Yo no quería hacerlo, pero al final llegó a mencionarte y me llené de rabia.

-¡Que no me hables! – comencé a salir de ese barrio, por ese callejón, olvidando a las personas que lo habitaban y a ese.

-¡_____, por favor! – corrió tras de mí.

-Aléjate, en serio – me di la vuelta y le enseñé como lloraba.

-Por favor, compréndeme. Si me hubiesen dicho o hecho algo, te hubieras puesto como una furia – sostuvo otra vez mi mano, acercándome a él.

-Suéltame – lo miré despreciablemente -, asesino.

Y un golpe agudo atravesó mi mejilla, dejándola ardiendo y a mí retorciéndome de dolor. Por acto reflejo, coloqué la mano en mi cara y lo miré extremadamente sorprendida. Él puso sus manos alrededor de mi cara, apenado por lo que acababa de hacer.

-¿Ves? – susurré, a la vez que echaba mi cabeza hacia atrás, soltándome de sus caricias -. ¿Ves en qué te has convertido? Ya pegas hasta a tu hermana.

-_____, yo… - volvió a agarrarme, llorando.

-Yo nada. ¡Te he dicho que me soltases! ¡Desaparece Louis, desaparece!

soldado del amorWhere stories live. Discover now