mi pandilla de amigos

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Ya en la pista, rodeados por todos, cogió mi mano pegándome a él mientras los otros hacían comentarios inoportunos y el tonto, principalmente. Harry miraba de reojo a cada uno de ellos para luego mirarme a mí con una sonrisa inocente. Y esa, provocaba que besara lentamente la comisora de sus labios, sin que él la quitase de su cara.

Desaparecieron. Querían beber. Por un momento, le di gracias al alcohol. Me sirvió para estar a solas con la persona a la que más quería. Harry no se apartó de mí en ningún momento, estando desde el principio de la noche pegado a mí. Y me encantaba.

-¿Sabes? Esa luz te queda bien – bromeó y me besó en los labios -, y esa – me volvió a besar -. Y esa también. Y esa – dijo, tocando, en ese momento, las partes de mi cara en las que las luces de colores eran reflejadas. Yo sólo reía. Nunca había estado de ese modo, ni con él ni con nadie. 

-A ver, estáis moles… - nos dijo un chico, que al verme se calló -. Como solamente habláis y él no te saca a bailar… ¿Me permites este baile? – cogió mi mano y se agachó, en especie de reverencia en la que el príncipe invita a su princesa a bailar. Lo malo, es que el príncipe que quería era otro.

-Eh, está conmigo – nos dio en las manos, provocando la ruptura del agarre.

-Pues no la aprovechas – lo miró el chico.

-¿Te callas? – empezó a calentarse Harry.

-Oh venga, búscate a otra. Total, no es tanto – me miró de arriba abajo.

-____, vete – susurró Harry, aunque más fuerte de lo normal pues la música tapaba su tono de voz.

-Ui ui, el gallito me va a pegar – empezó a moverse de forma ridícula frente a nosotros.

Harry intentaba controlarse, aunque sólo porque estaba yo. Apretaba sus puños y su mandíbula con fuerza, intentando acobardar al susodicho con la miraba. Que aunque por un momento funcionó, pues miró a ver si encontraba a sus amiguitos.

-Venga, pégame – saltó sobre sí mismo, cuando se dio cuenta de que ninguno de su séquito estaba con él.

-Harry, no – coloqué mis manos en su pecho, mirando hacia arriba para atraer a esos ojos.

-Oh, tu novia te tiene que defender – rió el chico. Y por suerte, la gente seguía bailando y no se daba cuenta de la escena, si no, nos hubieran rodeado en el momento. Y yo me hubiese muerto de vergüenza, a parte de dejar a Harry solo.

-¡Que te calles! – puso la mano en su sien para luego hacer una seña con ésta indicando que se largase de allí.

-¡Vamos, Harry! – le empujé, apartándolo más de ese chico y de iniciar un camino hacia la puerta del pub. Sin despedirnos de los otros, pues desde lejos se notaba que todos estaban pasaditos de copas. Y eso que solamente estuvimos tres minutos sin ellos como para que llegasen a emborracharse.

Subimos en el coche de Harry en silencio, tal vez porque no queríamos hablar de lo que sucedería si yo no llegara a empujarlo. En muy poco tiempo, Harry pasó de ser un chico de lo más tranquilo a pegar a todo el mundo por tonterías, aunque lo bueno de eso, era que le daba más seguridad.

De camino a casa pensaba en sacarle algún tema relacionado a las peleas. Eso de estar casi, prácticamente, en el pub más famoso de Londres, y que quisiese pegar a un tonto, llegaba a pasar de chico a bestia. Pero verdaderamente la culpa fue de el tal “príncipe”, pues le molestaba que sólo estuviéramos hablando y no bailando como hacían los demás, demasiados borrachos y con movimientos bastante subiditos de tono, o básicamente, como se baila en una discoteca. Cansada de no saber si hablar o no, busqué en su guantera. Esperando encontrar discos de rap o quizás, de Rock n’ Roll. Y para mi sorpresa, encontré uno de Steve Wonder. Lo pusé, y mientras la radio leía el disco, pensaba que posiblemente sería un disco de Guns n’ Roses guardado en esa carcasa.

soldado del amorWhere stories live. Discover now