recuperarlo

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“No _____ déjalo. Aparta de la mente que está llorando, allí plantado esperando a que se te pase la rabieta. Corre, corre sin más” me decía mi fuero interno. “Sí, te has pasado pero se lo merece” volvía a hacerlo. No, no se lo merece. ¿Por qué iba a merecerlo? “¿Posiblemente porque ha estado a punto de matar a James a golpes?” – me respondió de inmediato. Pero es mi hermano… “____, tú decías que a una persona que mata lo consideras insignificante. Corre _____, si no te quieres arrepentir del abrazo de disculpa por tus gritos que le vas a dar. Corre” – me concienzó. Le miré por última vez, sus manos, su cuerpo, su cara, sus ojos y corrí en su otra dirección. Desde que lo miré no paró de llorar. De querer abrazarme hasta que se acabase el mundo. Pero como buena conciencia tengo, lo dejé tirado en el suelo.

Pasé por vagabundos que se arrastraban detrás de mí por algo de ropa limpia o quizás, dinero. Por camellos que me miraban de reojo debido que querían averiguar si yo era algún chivo espiatorio que mandaba la policía. Y por un montón de guarras que me miraban con la poca decencia que aún le quedaban en sus lustrosos ojos. Volví a doblar esas dos esquinas corriendo, hasta que vi el dúo de farolas de mi entrada iluminadas, paré en seco y ya me sentí a salvo. Anduve tranquilamente. Fui a abrir la puerta y como una buena primera vez, no me correspondió que se abriera. La golpeé sin saber un por qué hasta que caí derrumbada frente a ella, llorando como una desconsolada. Me di la vuelta en el suelo y escondí mi cabeza entre mis piernas. A lo mejor era el destino el que quería que la puerta estuviese cerrada por algo. Llorando, pensando en ellos de nuevo y llorando, acabé durmiéndome apoyada en la esquina del marco. O quizás el destino quería que muriese de frío.

-_____ - me acariciaron el brazo -. _____ - intentó despertarme de nuevo, y lo consiguió. 

-¿Qué? – sollocé con la voz gangosa, apartándome hacia el otro lado por el susto. Porque con Zayn para no asustarse, te da un infarto con tan solo verlo.

Allí postrados en frente de mí estaban los tres, mirando como mi cara y mis manos estaban blancas, posiblemente, por el helor. Me levanté quedando a su altura o quizás más baja. Ya que mi Zayn, mi querido Zayn aunque tenga mi edad, es de la estatura de los hombres de mi vida, y puesto que Ángela tenía esos pedazo de tacones, llegué a sentirme un poco intimidada.

-Cambiaremos – dijo Louis.

-¿Cómo? – al principio no entendí, pero luego me hice alguna idea por la cual pregunté, atónita.

-Que cambiaremos como un día hicimos. No queremos volver a perderte – volvió a hablar, mirándome fijamente a los ojos como si espadas fueran.

-¿Por qué? – volvieron a temblar mis labios, creando esa sensación de fustración. La misma de antes.

-Por ti, _____. No nos acercaremos más a Bowlow, ni al anfiteatro, se lo dejaremos a James y a sus amigos.

Lloraba de emoción, lloré con unas cuantas carcajadas que salían de dentro mientras los miraba. Me colgué del cuello de mi hermano como si no hubiera otra cosa más importante que hacer, y lo abracé lo más fuerte que pude. Suplicándole al oído que me perdonara por decir tal barbaridades. Quizás sí le hubiera pegado por un buen motivo, Louis nunca ha sido tan bruto y despiadado. Abrí más el brazo derecho para que los otros pudieran entrar también en ese abrazo. En uno de los que me gustan.

-¡LOUIS WILLIAM TOMLINSON! – grité en cuanto entré en la casa.

-Dime – dijo entre risas cuando terminó de despedirse. Cerró la puerta.

-¡Se supone que ahora eres el hombre de la casa! ¡No has limpiado! ¡ESTO HUELE A CACA PODRIDA! – le grité en la cara -. ¿Es que no han venido ni Manolita ni Conchita? – pregunté por mis sirvientas mientras me paseaba en círculos cambiando de cocina, a recibidor, y después al comedor; cocina, recibidor, y comedor. Observando todo asqueada por lo mal que estaba.

-Les di domingo y lunes libre, para que no se enterasen de nada. Y no pienses que iba a venir a casa, sobretodo a limpiar, cuando tú estabas en el hospital. No, no – rió ante mi enfado.

-Pues mañana tendrás que limpiar, porque papá y mamá vienen por la noche. Y no te pienso ayudar – me crucé de brazos poniéndome en frente suya.

-¿Cómo que no me vas a ayudar? – se avalanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas. Como cuando éramos pequeños. Sí, esos días que nos pasábamos haciendo el tonto todo el rato. Qué recuerdos aquellos, muy bonitos. Sí señor.

-¡Para Louis! ¡Para! No me hagas tirar las zanahorias a la basura, que por cierto tienes que comprar – reí por mi comentario.

-Vale, vale paro. Y vamos a dormir que ya son las tres – le salió su vena papá, y me cogió de la mano.

-¿De la madrugada? – me sorprendí.

-No, de la tarde – me habló como si un retraso tuviera.

Reí y subí adelantándolo directa a mi habitación. Él se metió en la suya y por un momento perdimos el contacto. Mi cuarto olía a alcohol junto con un olor a basura, realmente espantoso. Me metí al baño dispuesta a pegarme una ducha bien merecida. Además de para hacer desaparecer las rojeces de mi cara por llorar y para despejarme del tremendo olor que había en mi habitación. Al salir del costoso hidromasaje, cerré un poco más la puerta. Pues el olor se estaba filtrando también en el aseo. Con mi pijama calentito, salí dispuesta a calmar ese ambiente con mi ambientador de brisa marina, pero no dio resultado. Sólo valdría una cosa.

-¿Louis? – toqué a su habitación, antes de abrir su puerta en la que había un cartel que ponía: “Fuera personas feas, osea que ____ puede pasar. Sólo ella. Pd.: Lo siento mamá y papá, pero los guapos de la casa somos nosotros” junto con una carita sonriente. La verdad, que ese cartel siempre me ha gustado y me ha hecho reír.

-Quéeeee – dijo casi durmiendo, apoyando su cabeza en la almohada y boca-abajo.

-¿Puedo dormir contigo? Tu habitación no huele mal como la mía – me acerqué un poco cerrando la puerta.

-Qué tienes ahora, ¿cinco años? – se reincorporó en la cama, con una sonrisa traviesa en sus labios.

-Si hay que tenerlos para dormir con mi hermano, sí – le sonreí.

-Anda ven – se apartó hacia un lado de su cama, dejándome espacio.

Rápidamente estaba a su vera y abrazada por esos brazos que siempre, siempre me han protegido. Nunca han fallado. Nunca me ha fallado. Siempre sería el chico al que yo más quisiera en este mundo. Junto, bueno, junto con Harry. Y terminé durmiéndome con una sonrisa en los labios. ¿Quién no dormiría bien al pensar en los amigos? Dormí como una reina.

*Tres semanas después*

“No, otra vez no” – corrí hacia mi baño. Dios qué asco, putas nauseas.

soldado del amorWo Geschichten leben. Entdecke jetzt