coincidencias

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Salí en dirección contraria, hacia el lado izquierdo del pasillo, buscando una habitación cuya puerta estuviese abierta. Y encontré una, a dos salas de la mía. La sala 507. Entré sigilosamente, pues estaba a oscuras y yo soy una cagada que se caga con todo lo cagable. Al acabar el corto pasillo en el que al lado derecho estaba el baño, vi a una pareja de ancianos. Con la televisión encendida y congiéndose de la mano mientras la veían. La mujer estaba conectada a una máquina, mientras otra le daba oxígeno para poder seguir respirando. El anciano cada dos segundos la miraba, por si le pasaba algo o tenía algún problema. Yo suspiré, qué bonito.

-¿Quién es? – se dirigió el anciano al gran ventanal, con su bastón lentamente para subir la persiana. Yo podría haberme ido, pero como soy estúpida, mis pies se quedaron pegados al suelo y yo con ellos.

-Oh, bonita – rió la anciana cuando ya, por la ventana, entraba todo el sol alumbrando la habitación -. Lo siento por mi marido, es muy sobreprotector y más ahora – rió, pero le costaba. Notaba que le suponía un enorme esfuerzo hablar, pero aun así lo hacía. Era una mujer fuerte, y se notaba a kilómetros.

-Lo-lo siento… Yo… Yo sólo venía a…

-¿Venías? – sonrió la mujer, intentando coger el mando de la cama para que la levantase. Su marido, supongo, lo hizo. Y la mujer quedó sentada, mirándome como el hombre.

-No quería molestar – sonreí.

-No molestas, la serie era aburrida. Estamos esperando a que empiecen Los Simpsons – me sonrió el anciano. Yo reí como nadie. Son graciosos.

-¿Me podrían dar el jarrón? Si no les importa, señores.

-¿Cómo nos va… - respiró – a importar? Llévatelo – sonrió.

- Ven, acércate – yo me acerqué, como bien me acababa de decir el hombre -. Se parece un montón a ti cuando tenías su edad, ¿a que sí, cariño? – le dijo el anciano a su mujer.

-No, ella es más guapa. ¿Cuántos años tienes? – me sonrió la mujer.

-Diecisete.

-¡Oh! – se sorprendió la mujer -. Nosotros llevamos juntos desde los diecisiete. Llevamos setenta años juntos - volvió a respirar por la máquina -. Nada ni nadie nos ha separado. Nunca nos hemos peleado. Y por eso estoy feliz, incluso en estas circunstancias – miró a su marido.

-Pero si hubiese sido por mí – dijo el anciano -, hubiésemos estado juntos desde los dos años.

-Gracias a nuestros padres, que descansen en paz, nos conocimos.

-Y todavía me acuerdo de nuestras travesuras, con Isabella, William, y Ron. Además, también me acuerdo de lo tonto que me ponía cuando te acercabas a mi hermano antes de que estuviésemos juntos. No lo aguantaba – rodó los ojos el anciano. La mujer rió para volver a mirarme.

-William, mi hermano, murió. Igual que mi mejor amiga y mi otro mejor amigo. Los hecho de menos, Harry – lo miró melancólica. ¡ESPERAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! ¿HA DICHO HARRY?

-¿Harry? – dije, con un hilo de voz.

Ya era muchas coincidencias. Hasta me estaba a sustando. La anciana tenía un hermano que se llamaba William, PRÁCTICAMENTE IGUAL QUE MI HERMANO. Harry, el anciano, tenía un hermano con el que ella coqueteaba de joven. COMO YO HAGO, O MEJOR, HACÍA CON JASON. Se conozcen desde pequeñitos. COMO YO CON HARRY, ZAYN, Y ÁNGELA. Además de Louis. La diferencia, es que Harry no se pone tonto cuando estoy con su her… O sí. Sí. ¡SÍIII! En la comida se puso como una fiera cuando me vió besándolo. Pero, supuestamente, será porque prácticamente odia a su hermano. Y más odia que su mejor amiga siempre tontee con él, además de que lo bese. Y esta sí, la única diferencia, es que ellos llevan desde los diecisiete. Harry ya tiene dieciocho. Nunca tendré la suerte de ellos. Y menos con Harry. Los envidio, si soy sincera. 

-Sí, me llamo Harold Eltom. Ella, Phoebe Decker. Aunque desde el veintinueve de Septiembre de 1948, se llama Phoebe Eltom. Y sigo enamorado de ella hasta los huesos – la miró, y yo sonreí. Qué hombre. Era un sol, y además, la trataba como la mujer que se merece.

-Me alegro un montón – suspiré sonriendo, ellos también -. ¿Puedo hacerle una pregunta un tanto personal? – ya estaba intrigada.

-Claro amor. Pero primero, dime tu nombre – me hizo una seña Phoebe, golpeando el lado de su derecha de la cama. Yo me senté allí, a su lado.

-Soy _____, _____ Tomlinson – les sonreí.

-_____, precioso nombre. ¿Sabes? Mi hija se llama como tú.

-¿Cómo yo?

-Sí, ______. Y mi hijo mayor, el primero, Harry – sonrió el hombre.

-Luego tenemos a Elisabeth, Dolly y a Peter.

-¿Tienen cinco hijos? – pregunté, atónita.

-Sí, a Phoebe le encantan los niños. Y por lo tanto, a mí también – volvieron a sonreírse.

-Es un encanto. Siempre me ha cuidado – le acarió con dulcura la mejilla, a la vez que su mano temblaba -. Bueno ____, puedes hacernos esa pregunta – rió.

-¿Cómo se enamoraron? ¡No,no! – vacilé -. ¿Cómo empezaron a salir? ¿Qué paso? – dije emocionada, poniéndome más cómoda en la cama de Phoebe.

-¿Se lo cuentas tú o lo olvidaste? – le preguntó Harry, sonriendo.

-¿Cómo lo voy a olvidar? Fue el día que estuve esperando toda mi vida… - Phoebe respiró y empezó a hablar -. Resulta que yo también estuve enamorada de él desde los dos años. Sólo William, Isabella y Ron sabían que yo estaba enamorada de él. Y ellos, también sabían que Harry también estaba enamorado de mí. Pero hicimos tales cosas para que ellos no le dijeran al otro nuestros sentimientos, que por fin el destino quiso juntarnos. Cuando la gota colmó el vaso – le dejó hablar a Harry.

-Era un día lluvioso, pero necesitaba salir a pasear. Muchas cosas pasaban por mi cabeza, y creo que esas cosas eran solamente Phoebe – la miró, y ella sonrió -. La lluvia ya me estaba empapando cuando vi a una chica sentada en el suelo y llorando a más no poder. Estaba apoyada en la pared de este hospital, y yo me acerqué. Pensar que alguien estaba peor que yo, me alivió. Pero cuando vi que esa chica era Phoebe, el corazón y mi cuerpo entero se partió en dos. Todo me dolía con sólo verla sufrir. Rápidamente me acerqué a ella y le dije que se levantara. Estaba tan mojada que parecía que salía de la ducha, o de la playa, e iba a coger un constipado. Pero se negaba, estaba llena de furia. No quería hablar con nadie. 

-Sí – le interrumpió Phoebe -. Sabes que yo quería hablar contigo – sonrió.

-¿Me dejas contarlo? – la regañó, pero cariñosamente. Sonriendo, como siempre.

-Claro.

-Me dijo algo que no entendía. Estaba llorando y mi cerebro no era muy bueno para descifrar jerogríficos orales – reímos -. Cuando por fin conseguí llevarla debajo de la carpa del hospital, la abracé. Ella se tranquilizó. Y me lo dijo. Me dijo que estaba embarazada.

-De otro. Una noche…

-Y pues – la interrumpió Harry -, como su buen mejor amigo, dimos otro paseo por las calles mojadas de Londres. Da igual que nos mojásemos. Estábamos nosotros dos solos en el mundo. Me puse a hacer tonterías. A subirme en las farolas, imitando a Gene Kelly y cantando la canción de Singing in the rain. Saltando en los charcos, y deslizándome por las lisas aceras. Llegué hasta caerme de culo dos veces. Y cuando conseguí una carcajada suya, no una sonrisa, sino una carcajada, me llamó. Me llamó con un simple “Harry” y yo embobado por la diosa que tenía en frente de mí, me acerqué. Me cogió el cuello del abrigo, y me besó. Sin más.

-Lo besé sin más porque aunque en ese momento era mi mejor amigo, fue el que me hizo reír. El que hizo que olvidase todo. El que no me regañó por quedarme embarazada a los diecisiete, aunque en esa época era normal. Al que quería y no me importaba nada en ese momento. Mi mente se nubló sólo pensando en él, lo llamé y lo hice. Pero, ¿sabes qué? Él me dio otro después. Y otro y otro hasta que se cansó. Y ahí empezamos a…

-¿_____?

soldado del amorDove le storie prendono vita. Scoprilo ora