Nadie dijo que no se podía bromear con esto

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Me pregunta para cuándo se entrega. Yo le digo que es para dentro de dos semanas. Ambos nos detenemos en medio del pasillo. Me dice que es mucho lo que hemos planeado. Yo le respondo que ya nos tenemos que ir del colegio y que esto es algo que lo podemos ver mañana. Me dice que no cree que podamos hacerlo en el tiempo que nos queda. Ambos nos miramos las caras a ver si en la expresión del otro el hada madrina de la inspiración ha hecho su trabajo con un movimiento marcial y majestuoso de su varita mágica. Me dice que es mi culpa por la semejante huevada que se me ocurrió hacer. Yo le respondo que si es que él hubiera tenido una mejor idea, no estaríamos en la situación en la que estamos, o sea, cagados. Me dice que es demasiado porque tendríamos que pasarnos toda una tarde filmando. Yo le digo que se jodan los que nos mandaron a hacer este trabajo. Me dice que vaya y se lo diga al pedagogo en la cara. Le digo que si nos jalan, su vieja se lo va a fumar. Me dice que nunca se enteraría. Yo le digo en tono de broma que con el tiempo que nos queda sólo podríamos filmar y editar a un idiota masturbándose en el baño. Él me dice que ya. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Lo cojo de los hombros y lo miro a los ojos para decirle que me ha dado una idea genial. Me pregunta que qué fue.

Un individuo está parado frente a un inodoro. Se le ve de espaldas. La mano derecha se le mueve frenéticamente. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Una voz que dice ah, qué rico suena en el ambiente. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. La voz sigue hacienda sonidos de placer y exclamaciones un poco más fuertes. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. La cámara se acerca al individuo muy lentamente hasta que sólo se ve su espalda por un momento. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Más sonidos de placer en el ambiente. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Se ve sus hombros, su cuello, parte de su cabeza, la pared al fondo. Un par de expresiones más en el ambiente. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Se pasa sobre su hombro derecho, se enfoca hacia abajo, se ve como se está rascando la mano izquierda frenéticamente con la derecha. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Un fuerte sonido de alguien que está sintiéndose bien. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. El individuo no está emitiendo ningún sonido. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. La cámara se aleja del individuo. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Frases en el ambiente que alaban a los dioses y a los santos. La cámara gira ciento ochenta grados. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Hay otro individuo que está que golpea su reloj como si de esta forma fuera a funcionar nuevamente porque parece averiado. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Otro giro de cámara. La voz ahora dice onomatopeyas de placer. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac. Se escucha que se dice qué rico. La cámara avanza. Lentamente. Voltea. Un tercer individuo echándose agua porque está todo sudado, refrescándose como quien acaba de realizar un gran ejercicio físico hace tan sólo dos minutos y el agua es la salvación de su vida y el mejor placer que puede sentir en ese momento. Tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac-tac.

Mi grupo de trabajo no tuvo tiempo para realizar edición alguna. Tampoco tuvimos tiempo para filmar lo que realmente queríamos hacer. Hay alrededor de seis o siete ensayos grabados que tengo que borrar. Me recuerdan que el recreo ya se acaba. Les digo que ya fue, que tenemos que presentarlo nomás. Me preguntan si creo que nos acordaremos de cuál es el que debemos de presentar. Uno de ellos dice que si ponemos cualquiera en los que nos reímos durante la grabación, estamos jodidos. Mi amigo les responde que ponemos el último que fue hecho, es lo más simple y es el que salió mejor. Todos los demás están de acuerdo y yo también. Les digo que ese es el único en el que no sale nadie orinándose de risa. Me dicen que en ese no se oye mi risa. Les digo que es la misma estupidez. Mi amigo dice que ya, que hay que dejar de pensar cojudeces porque ya está listo. Les digo que me tengo que ir a tragar mi pan con jamonada, porque no me dio tiempo de comer nada debido a todas las sandeces que hemos hecho. Mi amigo me dice en tono burlón y despectivo que me vaya.

Al ver desfilar las presentaciones del resto de los grupos de mi clase me siento dentro de un circo. Siento que es una burla mal pensada, como si el resultado fuera risible cuando el proceso no lo fue ni tuvo intención alguna de serlo. La ida era hacer un video que sorprenda a quién lo ve, que le haga cuestionarse algo. Unos descuartizaron una paloma para tratar de encontrar su alma. Dicen que la paloma que usaron ya estaba muerta. Al final ponen la imagen de los huesos de un pollo a la brasa. La gran mayoría mira los videos con cara de embobados. Es como si todos por impresionar hubieran decidido poner cualquier cosa que resulte chocante, como si esa fuera la única manera posible de sorprender a alguien o de hacerle que se cuestione cosas. Otros juegan con unos muñecos y los destruyen, los queman; tratan de demostrar que tienen poder. Es casi morboso. Imágenes de supuestos bebés abortados con una canción que es para arrullar a un niño. Lo peor es que las caras de indiferencia abundan. Todos haciendo los videos con la misma intención. ¿Nadie quiso divertirse con ellos? La única que se nota incómoda es la pedagoga. Al final del día, su impresión es la que manda, la que va a tener un registro en el papel. La de los demás se la llevará el aire o algún ropavejero en busca de cosas sin importancia.

Parece que se hubieran amargado la vida creando un simple trabajo para la vida.

Los de mi grupo cruzamos miradas porque tenemos miedo de cómo van a reaccionar los demás. Toca el nuestro. Carcajada general. Mueca de disgusto por parte de la pedagoga. Más carcajadas. Nos miran y nos hacen señales de aprobación. La pedagoga es la única que no se ríe. Al finalizar nuestro video nos mira por un momento con una expresión que no sé qué quiere decir.

Comienza otro. Un individuo está enumerando las cosas buenas del mundo como si nada malo existiera por ninguna parte. Me gustó el video del pollo. Me dio hambre.

La pedagoga mira a todos mientras piensa que va a decir. ¿Tiene algo que decir? Algunos nos siguen mirando a nosotros cuatro y riéndose. La estupidez se graba automáticamente en la memoria de las personas. La pedagoga realiza críticas generales al salón. No le gustó lo que vio, dice que entendimos mal el ejercicio. Deberíamos enseñarle como se burla uno de sí mismo. Algunos protestan, otros levantan la mano pidiendo permiso para protestar. Se tiene que conservar la educación, la compostura, ya estamos grandes. A la pedagoga no le gusta que alguien hable precipitadamente, se nota que ese no es grande. Afuera del salón con él.

Un buen día uno despierta para descubrir que las personas que se creen mayores de edad no son infalibles, en muchas cosas son más intransigentes que el más inmaduro de los que se quiere ir corriendo a jugar.

Pocos siguen pidiendo permiso para protestar. Son más los que no son grandes. Afuera del salón se va otro que no es grande. Luego se atreven a mirarnos altaneramente, por sobre el hombro, pensando que porque son mayores lo que dice es cierto. Argumentos van y vienen, pero tienen la consistencia de un flan, para colmo un flan flácido para ser flan. Se molestan al ser criticados y ella se molesta porque sus críticas no son tomadas como palabra divina. El que se sienta a mi derecha se quita la casaca, la coloca sobre la mesa y se echa a dormir. Saco un cuaderno y me pongo a dibujar. A veces me cuesta buscar espacios vacíos en los cuales dibujar. Siempre los pedagogos se quejan de que mis cuadernos están vacíos del contenido de la clase y llenos de dibujos de todo tipo.

Quedan cinco minutos, pero cualquier cosa es mejor que soportar lo que está pasando entre varios de los demás y la pedagoga. Suena el timbre. Guardo mis cosas. Cojo mi mochila. Me despido de los tres que formaron parte de mi grupo. Me apuro para que nadie me alcance en el camino hacia el paradero. Salgo caminando más solo que la raíz cuadrada de menos uno. No tengo ganas de discutir lo que acaba de pasar. No entiendo cuando piden que seamos creativos pero luego se molestan con los resultados. Sería más honesto si nos dijeran que solo podemos hacer las cosas bajo ciertos parámetros que ellos han definido como lo aceptable. Al igual que cuando dicen que puedes ser lo que deseas, pero solo si eliges entre cinco carreras. Carajo. No me alcanza para el pasaje.




La inevitabilidad del arteWhere stories live. Discover now