El conocimiento no es bueno

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Se siente como estar en medio de un trance. Un trance que te arranca el alma. Pero no duele. Es como si un éxtasis melancólico te redujera a nada, y tú sientes que entras en una meditación profunda y lenta. Te sientes verdadero. Realizado. Con una vacío lleno de desolación. Una desolación abrumadora que te sumerge en, un sentimiento extraño, que recrea tus más desesperados recuerdos. Que te llevan en un viaje por el tiempo, y recuerdas todas las veces que has estado en ese trance. Es un sentir que no hay algo a que aferrarse, y eso te envuelve. Te envuelve, y tú te entregas a sus brazos, porque sabes que esa etérea melodía te liberara de todo. Sientes que todo se destruye, se desmorona, y solo queda ese sonido relajante. Una angustia que, irónicamente, te alegra. Todo se disuelve en un suspiro, un suspiro que te parte en dos, que te quiebra, que te desvela y te sientes verdadero y único, porque esa dulce melodía te acompaña. Te recuerda a tus amores y desamores. Todas las veces que creías estar, o te sentías solo. Todo está dentro. Es lento, es hermoso, es dulce, es profundo. Es como dejar tu cuerpo, y elevarte a los cielos, dejar de existir, pero a la vez estás consciente de todo. Es un jolgorio triste. Es una muerte tranquila. Te adentra a los rincones más profundos de tu ser, y te deja ahí.

No pude evitarlo. Tuve que volver a buscar sus textos. Volver a leer lo que escribe. Esto es nuevo. No estaba con los anteriores. Sigue escribiendo. Sigue produciendo textos.
¿En qué momento es que los hace? Cuando llega, come, ve televisión y se va a dormir.
¿Para quién los hace? Hace años que no tiene flaca. Tal vez yo sé poco sobre su vida.
¿Por qué los sigue haciendo? ¿Querrá publicarlos algún día? Tal vez no puede parar de escribir. Yo sé que yo no podría.

La inevitabilidad del arteWhere stories live. Discover now