Preludio a lo inevitable

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¿Él te dijo todo eso?, es lo que me pregunta mi mejor amiga.
Sí, ¿puedes creerlo?, yo creía que él había estudiado lo que quería, que cuando al principio me dijo que no pensara en arte era porque al igual que mis progenitores él también lo consideraba como una estupidez, pero ahora, ahora sé que en el fondo está frustrado con su vida y me pidió que yo también sea como él, es lo que yo le respondo a ella.
Oye, pero tampoco es tan así, creo que te lo dijo porque quería protegerte, es lo que ella me contesta.
No lo sé, no me importa, yo salí de su cuarto, el salió detrás mío, nos gritamos saliendo de la casa, él se subió a su moto y yo me vine para tu casa, a ti sí te considero mi hermana, es lo que yo le digo.
Huevón, cálmate y luego habla con tu hermano, no pueden estar peleados toda la vida, es lo que ella me recomienda.
Lo pensaré, hablemos de otra cosa, es lo que yo le digo afligido.
Ella me pregunta por mi enamorada. Yo le cuento lo último que acaba de pasar. No entiende bien lo que le digo. Se lo repito. Recalco varias veces que no fue algo voluntario. Me dice que igual ella también me hubiera terminado si le contaba algo así, que eso es mejor guardárselo si es que no ha sido voluntario, solo le haces daño contándoselo a la otra persona. Sé que hice mal, pero ya fue, ya terminó conmigo. Ella me sacude, me dice que a veces la harto porque nunca realmente peleo por lo que quiero. Me suelta. Me pregunta si todavía la sigo queriendo. Le digo que sí, pero cuando voy a decirle que no quiero volver a hacerle daño, mi celular suena. Contesto y escucho una voz que está en un llanto inconsolable, pero logro entender entre los balbuceos de mi progenitora que mi hermano acaba de morir en un accidente.
Cuando se termina la llamada lo único que se pasa por mi mente es que ha sido por mi culpa.

La inevitabilidad del arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora