La noche de los demonios internos

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Mierda.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Esa es la palabra que lo define todo. Apoyo la cabeza en la ventana. El control de mi vida es todo lo que necesito ahora. ¿Dónde está? Busco la calma como un condenado a muerte, como si me quedara tan sólo un instante y no fuera capaz de controlarme. Mierda. La busco. ¿Dónde está? ¿Al otro lado de la ventana? Las luces de la ciudad. Los rostros de la gente. Es todo lo que encuentro. El control desapareció. Me siento como si estuviera en un carro antiguo y tuviera que controlar a un par de caballos salvajes. No lo encuentro. ¿Dónde está?
En ese absurdo momento me di cuenta. Ese momento que resultó ser tan doloroso. Dios de la trinidad. Dioses del inframundo. Dios del salchichón ahumado. ¿Qué me pasa? No soy capaz de controlarlo todo. Ni siquiera soy capaz de controlar lo que pienso. No tengo control sobre mi cabeza. Me bajo del carro. No puedo controlar lo que pienso. ¿Hay algo que puede ser peor que eso? Capaz hay cosas que no puedo lograr. Tengo un límite. ¿Ya lo he alcanzado? Hoy lo vi. Tal vez no el límite, pero un atisbo de lo que sería. Esa sucia imagen. Me siento en la banca de un parque. ¿Quién era la de la imagen? Se acerca un vendedor ambulante. Compro una gaseosa. No tengo ganas de llegar a mi casa. Destapo la botella. Recuerdo quién era. No recuerdo si la vi más o menos de tres veces. No tuve nada con ella. Ni siquiera sé su nombre. ¿Por qué la imaginé? Mierda. Eso lo es todo. Absolutamente todo. ¡Mierda, mierda! No. No me refiero a eso. ¿Será que sigo deseándola? ¿Llegué a desearla? No importa, no importa en lo absoluto. Recuerdo sus ojos abiertos cuando estaba encima de mí. Cuando sus caderas estaban pegadas a las mías. Cuando sonreía y me miraba directamente al final de todo. Quiero ver con esos ojos la vida. Quiero respirar con calma por lo que queda de la noche. Quiero dejar de preocuparme por todo esto. Quiero volver a tener el control sobre mi cabeza. Quiero sentir que puedo controlarme. ¿Qué es lo que deseo? No deseo poder. No deseo dinero. No deseo amor. Realmente, no lo deseo. No se puede desear algo que ya se tiene. ¿Lo tengo? ¿Me estoy engañando a mí mismo? ¿He pasado todo este tiempo engañándome? Desecho la idea. Ahora tengo que desechar la botella. Me levanto. Caminar siempre es bueno. Busco un tacho. Boto la botella. Intento regresar a la banca. Alguien ya se sentó ahí.
Volteo. Busco algún sitio. Nada. Sigo caminando. Tenso. Ansioso. Confundido. Fragmentado. Sigo caminando. Tal vez la gente que me rodea se sienta igual. Seríamos muchos. Demasiados. Pero siempre hay lugar para uno más. Al fondo siempre puede entrar uno más. Ser el último de la fila. Hasta que llega otro. ¿Quién tiene el control? No se puede escapar del resto. Ellos no pueden escapar de mí. ¿Quién inventó estas reglas? ¿Dónde está la puerta que sea una salida? Termino entrando en una heladería. No sé porqué me fascina tanto el helado. Tal vez porque para disfrutarlo no es necesario pensar. ¿Para disfrutar algo tienes que pensar?
Como. ¿Dónde está la euforia que he llegado a sentir antes? No se puede haber quemado con el sol. Como. Por la imagen se fue todo. Me duele. Como. La ciudad se cree un dios. Los que están dentro de ella tal vez sientan lo mismo. Yo no sé qué siento. Creo que el sabor es de chocolate.
Salgo a seguir caminando. Daré vueltas sin sentido. Creo que podré llegar a entenderme. No me entiendo. ¿Será por qué no quiero entenderme? Tengo miedo. Creo que no encontraré un lugar en el cual quedarme un momento. Sólo unos pocos minutos antes de seguir deambulando. ¿Quién fue el imbécil que diseñó esta ciudad? Pero en el caos siempre hay algo que resulta bello. Mierda. Recién me doy cuenta. Si me encuentro dentro de un caos, ¿cuándo carajo llegará la calma?
Llego a un parque pequeño. Tal vez no sea considerado un parque. Es el lugar que necesito ahora. Pero todas las bancas están ocupadas. ¿De dónde salió toda esta gente? Seguiré deambulando. Tal vez ahora que lo he pensado mis ojos vean como esos ojos. Tal vez recién a los sesenta tendré esos ojos. Tal vez más tarde aún. La vida habrá tragado la vida en mí. ¿Hace calor? ¿Hace frío? Tendría que detenerme para darme cuenta. Pero soy un huevón. Pierdo el tiempo. ¿Alguien habrá inventado el tiempo? Tremenda sabandija el que lo haya hecho.
Sigo caminando. Es la segunda vez que paso por esta esquina. Sigo caminando. Doblo por una calle que no conozco. ¿Busco un escape? Pero todos los caminos llevan siempre al mismo lugar. No hay escape. Siempre regreso a mí. No hay ningún medio que me pueda alejar de mí mismo, no hay ninguna clase de puerto que pueda ayudarme a escapar. Esta calle desconocida. Este deambular sin sentido. No hay piel en la cual esconderse. Ni hierba ni brebaje que ayude a alejarse de uno. Me detengo en una esquina. Me apoyo en una pared. Tengo sed. Necesito otra gaseosa. ¿La necesito o la deseo? Tal vez sean las dos cosas. Tal vez ninguna. Esta calle es desconocida. ¿Dónde hay una bodega? Deambular. Tal vez esté enfermo. Tal vez estamos enfermos. Ella y yo. Me tendrá que perdonar. Si le cuento. No me perdonará. Alguien, perdóneme.
Sigo caminando. Llego al parque sobre el acantilado. Me acerco al borde. Me siento. Hoy comprendí. Que no tengo control. Control necesario sobre ciertas cosas. Tal vez no lo tengo. Tal vez esas cosas están en mí. Sigo con sed. Cuando se necesita un vendedor ambulante no hay ninguno cerca. ¿Cuántos vi subirse al carro hoy? Da igual. Nadie vendía lo que necesitaba. ¿Alguien vende lo que necesito? Es estúpido. Pero yo no soy sabio. Soy estúpido. No sé actuar. Deambulo. Me quedo sentado. Me quedo parado. Pienso. Pero no consigo comprender. Puta madre. La sabiduría es lo más preciado en alguien. Hoy comprendí. Es estúpido. Pero no sé cómo dejar la estupidez. Me equivoco. Tal vez más de lo que creo.
Tal vez los pilares en los cuales baso todo lo que hago no sean más que una forma de escudarme.
¿Frente a qué? ¿Miedo? No. Vacío. Tal vez no sea así. Me levanto. Iré en una travesía épica por una gaseosa. Si tengo mala suerte tendrá que ser por un jugo. Tal vez veo las cosas como no lo son. Las veo como quiero verlas. Siento que es muy súbito. Nacer. Vivir. Morir. ¿Me estoy perdiendo de algo? La gaseosa. Deambulo. Me pierdo. Camino hacia el este. En algún momento tengo que llegar a una avenida que conozco. ¿Dónde están las cosas que no veo? ¿Necesito la ayuda de un oculista? ¿Necesito la ayuda de un esquizofrénico? Tal vez todo lo que pienso sea producto de alguna patología psiquiátrica o psicológica. Da lo mismo, sigo siendo un ser insano. Llego a la avenida. Camino. ¿Bodega, dónde estás? Al final puede ser todo redundante. Me estoy desmoronando por una mera imagen de una mujer que nunca conocí. Puede ser que la testarudez no me deje ver otro punto de vista sobre el problema. ¿O son problemas? Puede ser que al final la imagen no tenga ninguna importancia. Puede ser que si sólo me hubiera dejado llevar la imagen habría desaparecido. ¿Por qué me siento culpable de lo que pienso? Mi mente puede ser la misma. Mi mente no tiene la culpa. Pensar algo no es razón para sentirse culpable. Puede ser algo falso. Todo es cuestionable. Todo es redundante. ¿Por qué me agobio tanto? Es estúpido.
Me cago en la puta de su madre.
Llegué a la bodega. Compré la gaseosa. Vuelvo al parque pequeño o lo que sea. Está vacío. Me siento. ¿Siento qué?
Quiero llorar de amargura.
De darme cuenta que no puedo hacerlo. Tal vez no me preparé para ello. Abrí la botella. No pude decirle lo que me pasaba por la mente o lo que me pasó por la mente. Aun así me había prometido no ocultarle nada. ¿Hay alguien que sea capaz de mantener una promesa? Bebo.
Quiero llorar de amargura.
Es posible que todo en lo que creo sea falso. Bebo. Tragos cortos. No quiero que la gaseosa se acabe rápido. Me quedaría sin compañero. ¿Cómo sé si estoy bien o si estoy mal? ¿Busco lo útil? ¿Busco lo placentero? ¿Lo mejor para el grupo? ¿Lo mejor para mí? Dejar de ser tan estúpido. Eso es lo que va a estar bien.
Quiero llorar porque tuve miedo.
Miedo. Miedo. Me regocijé en el miedo. No pude hacer nada al respecto. Bebo. Eructo. No hay nadie cerca. Si alguien escuchó. Que aprenda a no tenerle reparos a su cuerpo.
Quiero llorar porque ya he estado en esta situación.
¿Cuántas veces más tendré que revolcarme en el lodo? Bebo. Sería bueno tener un paquete de galletas. Me pasa lo mismo. Como si fuera un círculo vicioso. Nunca puedo estar conforme conmigo. Tengo que darle vueltas a los problemas de una forma interminable. Como si fuera un planeta que gira alrededor de una estrella porque no tiene nada más que hacer. ¿Tenemos algo más para hacer? ¿Tengo algo más para hacer? Sigo siendo estúpido. Estoy esperando a que me llegue la sabiduría de cualquier parte. Creo que me voy a quedar sin raya antes de que alguien o algo me enseñe el camino.
Quiero llorar porque no he cambiado.
Sigo siendo en el fondo un niño asustado. Bebo. Una pareja pasa. Se ven contentos. Tal vez no se preocupan de nada. Tal vez cuando hacen el amor se imaginan que son otras personas ellos, imaginan que son otras personas las que están con ellos en la cama y eso está bien. Lo disfrutan. Siguen pretendiendo que todo está bien porque para ellos está bien. Mierda. Hago una bola de algo tan pequeño que la avalancha no va a tardar en venirse encima. Pero acá no nieva. Acá no llueve. Acá nada crece. Yo no crecí.
Quiero llorar porque estoy solo.
Estoy menospreciando a mi botella. Aunque no sé porque en vez de gaseosa se prefiere alcohol. El dolor no se va. Si es que hay dolor. Bebo. La angustia no se va. Si es que hay angustia. Sólo se va el tiempo. Si es que hay tiempo que perder. Nunca falta tiempo para perder. No quiero estar entumecido. No quiero que mi cabeza explote. Quiero de vuelta mi mente. Quiero seguir pensando. Quiero encontrar una solución. Estoy buscando una solución. Aún sigo así.
Quiero llorar porque estoy ciego.
Bebo. Ya casi no queda nada. Al menos hice que durara. No puedo ver más allá de mis emociones. Me controlan. Me gobiernan. No. Tengo que pensar. Pero no encuentro salida. Tal vez debería hablar con ella. Debería decirle lo que me pasa. Tiene que saber el motivo de lo que me pasa. Pero puede ser que no me responda. Que no me hable. Que no me perdone. Que yo no me perdone. Mis ideas no tienen la culpa. Mis pensamientos no tienen la culpa. Sólo yo tengo la culpa. ¿Lo soportaría? ¿Con quién hablo? ¿Busco a un policía? Desconozco mayormente. ¿Sigo siendo ciego? No creo que pueda ver mucho mejor que antes. Mi visión no es buena. Pero puede ser que ahora sólo sea virolo.
Quiero llorar porque no me sale una puta lágrima de los ojos.
Me río. Me río. Bebo. Termino la botella. Me río. Por fin pude combatir una emoción. Ahora tengo una ventana abierta. Tengo que poder escapar por ella. ¿Escapar? No. Eso es estúpido. Es más estúpido que lo que hacía antes. Ahora ya tengo algo de control. Un poco de control sobre mí mismo. Tengo que conseguir más. Me levanto. Boto la botella. El tacho está a punto de reventar. Luego la municipalidad anda pidiendo más impuestos. Son necesarios más impuestos. Pagar peaje es inevitable. Que un burro los sodomice. ¿Qué hago ahora? Es momento de volver. A mi casa. Camino. Ahora sí tengo dirección.
Círculos. Tengo que abrir y cerrarlos. Subo al carro. Me siento bien. Círculos. Es como la cadena de un perro que va alrededor de su cuello. Tal vez ahora si pueda decírselo. No. Mejor es olvidarlo todo. Tengo que aprender a tener control. Tengo que seguir pensando. Mierda. Es difícil. Tal vez hoy día he pensado de más. Cualquier cosa en exceso es dañina. ¿Tengo calma? Tengo un traqueteo bajo las nalgas. Me senté justo sobre la rueda. Sucio asiento. ¿Todo es cuestionable? Debería fundar una religión. Así podría hacer pasar cualquier cosa por verdad irrefutable. Sin tener que cuestionar nada. No. No podría hacerlo. Eso para los demás. Aun así si llegara a fundar la religión todavía necesitaría un dios. Haría uno de plastilina. Así lo puedo amoldar fácilmente. Cambiarlo día tras día. Pago el pasaje. Necesito conseguir de nuevo a mi diosa por esta noche. Tengo que volver a conseguirla para mí.
¿Querrá ella volver?


La inevitabilidad del arteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora