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Es una verdad reconocida por todo el mundo que toda adolescente de 17 años con cuatro hermanas necesita privacidad... O una pistola. Lo que suceda primero. Mi nombre es Lizzie Bennet y esta es mi vida: Bienvenidos a un día normal dentro de la familia Bennet.

— ¿Por qué estás usando mi falda? —Escuché a Kitty gritarle a Lydia.

— No encuentro la mía. Además, a mí se me ve mucho mejor —Lydia respondió.

Oí un grito de frustración de Kitty y después escuché un portazo.

Viré los ojos y me miré en el espejo. Había decidido trenzarme el cabello, pero por alguna razón no estaba funcionando no me veía como en las fotos de Pinterest.

— Lizzie, mamá dice que no olvides ir a buscar sus medicinas a la farmacia del Señor Stoke —dijo Lydia que entraba a mi habitación, pude verla contener la risa por su reflejo en el espejo. — Oh por Dios ¿qué demonios te estás haciendo en el cabello?

Ella comenzó a reír a carcajadas. Desistí de mi intento de trenza y simplemente comencé a soltarla, ni un millón de tutoríales en YouTube me harían experta en trenzas. Suspiré y voltee a mirarla ella se encontraba frente al espejo de Jane aplicándose un poco de máscara de pestañas. No conocía a alguien más preocupada por su aspecto que Lydia.

— Cuida tu lenguaje —le dije y ella viró los ojos. — Iré más tarde donde el Señor Stoke le diré a Charlie que me acompañe.

Ella iba a hacer otro comentario sobre mi cabello, pero le lance una mirada de advertencia y ella se contuvo mordiendo el interior de su mejilla. Salí de mi habitación topándome con  Kitty que se detuvo como si la hubiera descubierto con las manos en la masa y tal vez lo había hecho. Ella llevaba puesto el top tejido favorito de Lydia.

— Shh —me gesticuló ella y yo no pude evitar reír. Ella también rió y luego bajó corriendo las escaleras.

Así eran las mellizas, Kitty y Lydia, siempre buscándose y provocándose la una a la otra. Eran las menores y las únicas que no habían heredado los ojos azules de la familia Bennet. Ellas tenían los pequeños ojos chocolate de mi abuela materna. Antes solían parecerse más, pero Lydia tiñó su cabello de rubio hace poco más de un año. Ella siempre ha sido más alta que Kitty y su rostro también siempre fue más redondo. A pesar de que Kitty es unos minutos mayor Lydia siempre había parecido estar un paso adelante. En todo.

Bajé las escaleras tras ella y cuando entré al comedor noté que Mary  leía concentrada un libro y ya había cortado sus panqueues en pedazos prácticamente iguales. Ella era la Bennet cuadriculada. Kitty y yo nos sentamos juntos a nuestros padres. Tomé asiento junto a papá que leía su periódico mientras mamá hablaba y hablaba. Murmuré un "buenos días", pero ninguno me respondió. Parecían estar discutiendo sobre algo como de costumbre. Jane nos sirvió unos panqueques y se sentó a mi lado. Vi a Kitty comenzar a inundar su desayuno con syrup.   Ella probablemente terminaría siendo la Bennet diabética.

Generalmente nos turnábamos para hacer el desayuno, cada día de la semana estaba asignado a una de nosotras cinco. Como hoy era lunes y Jane era la mayor le tocaba a ella. Los martes eran mis días.

— Gracias —le dije a Jane y ella solo me devolvió una adorable sonrisa. No era un secreto que Jane era la más hermosa de nosotras cinco y tal vez la chica hermosa de Hertford High, pero ella nunca lo aceptaría. — ¿y cuál es el tema de hoy? —pregunté señalando con la cabeza a mis padres. Mi madre tenía las mejillas rojas, eso significaba que iba perdiendo la discusión. — ¿Los Lewis compraron una nueva vajilla y es "absolutamente necesario" que compremos una nosotros? O... ¡Ya sé! Los Long pintaron su casa y ahora también debemos hacerlo porque ya sabes azufre, muerte y destrucción si no lo hacemos —me reí y metí un pedazo de panqueque en mi boca.

Las Chicas Bennet {Editando}Where stories live. Discover now