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Lauren's POV


Educación física sí que era una pérdida de tiempo para mí y para todo el mundo. Les gustaba a los chicos, claro, porque no tenían que hacer mucho esfuerzo mental ni pensar demasiado para hacerlo bien, pero a los demás se nos daba de pena. Si conseguía respirar, era casi un milagro. Si conseguía no caerme al menos una vez en mitad de la clase, era un verdadero logro.


Al terminar de la clase, todas las chicas fueron a los vestuarios, pero a mí me daba algo de vergüenza cambiarme delante de ellas. Todas estaban delgadas, seguras de ellas mismas, hacían bromas sobre chicos, y yo me sentía algo aislada. Aislada porque no tenía el cuerpo que ellas tenían, porque ellas eran 'normales' y a mí me gustaban las chicas. Yo me sentía muy inferior a ellas en todos los aspectos. Quizás porque ellas hablaban de chicos con los que se habían acostado o besado, mientras yo me sentaba en una esquina a observar. Además, a algunas no les hacía mucha gracia que yo estuviese en el vestuario a la misma vez que ellas se cambiaban, por lo que por evitar peleas y conflictos, me quedaba un rato en el patio sentada en el suelo hasta que el vestuario quedaba vacío.


El suelo alicatado de blanco al igual que las paredes estaba encharcado, con olor a humedad y desodorante, al fin y al cabo, vacío.


Me acerqué a mi bolsa de deporte, me quité la camiseta que llevaba puesta, y rebusqué la limpia entre la toalla, el desodorante, algo de colonia, los jeans y la chaqueta de cuero negra que Camila me regaló por mi cumpleaños hasta que la encontré, pero no me duró la alegría mucho tiempo. Unos gritos de júbilo y burla se escucharon al final del vestuario, haciendo eco, hasta que Luis y sus amigos aparecieron de nuevo.


-Vaya, vaya, vaya, si estás aquí de nuevo. Supongo que la última vez no te comenté eso de 'como digas algo te mato'. –Él se cruzó de brazos ladeando la cabeza, mirándome con una sonrisa burlona.


-Yo no dije nada. –Me defendí, con la parte trasera de mis piernas chocando con el banco que tenía detrás.


-Sí, sí que lo dijiste. O si no, explícame por qué han venido clase por clase preguntando quién te pegó. –Se iban acercando, poco a poco, hasta llegar a mí. Tragué saliva, encogiéndome un poco sobre mí misma.


-Si le pegáis a alguien y lo dejáis sangrando es normal que la gente lo vea y vaya preguntando quién ha sido. –El primer puñetazo de Luis fue directo a mi ojo, haciendo que cayese contra el banco. No me daba tiempo a reaccionar, porque se iban turnando, un golpe cada uno, fuerte y seco en la boca, que comenzó a sangrar al instante. –Seguro que esto no te duele. –Estampó la punta de su zapato en mi entrepierna, provocando una punzada de dolor que me doblegó a mis rodillas, escurriéndome por el banco hasta acabar en el suelo con la mano en la entrepierna. –A ver si adelgazas, gorda.


*


Ese mismo día, algo más tarde, tenía cita con la psicóloga. Mis padres me dijeron que era una manipuladora y que tenía que seguir yendo, no les haría creer que no me pasaba nada, y después de aquella paliza, me escabullí entre los árboles del patio, y corrí a través de los árboles hasta llegar a la avenida principal que me llevaría al centro de Vancouver. Con la camiseta sucia me tapaba la cara, la sangre que caía desde mi nariz y mi labio inferior manchándome los dientes y la piel de alrededor.

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