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Lauren's POV

Los instantes antes de despertar siempre eran algo confusos, un total desconcierto. La primera pregunta que te hacías era, ¿estoy despierta? Sí, Lauren, estás despierta. La segunda era, ¿dónde estoy? ¿Es esta mi habitación? En mi mente se dibujó la imagen de mi cuarto, pero tenía una sensación extraña, porque entonces recordé que no estaba allí, estaba en casa de Camila. Comenzaron a llegar a mi memoria todos y cada uno de los momentos con Camila. La tercera era, si de verdad pasó eso, ¿dónde estaba ella?

—Laur... Arriba. —Escuché su voz y sentí su barbilla apoyarse en mi hombro, dando un tierno y suave beso allí.

—¿Cómo sabes que dormía? —Carraspeé volviendo a cerrar los ojos, aunque cambié la cabeza de postura para mirarla a ella.

—Tu respiración es más pesada y profunda cuando duermes. —Sentí el beso de Camila en mi hombro, y abrí los ojos. Creía que con el pelo liso Camila estaba perfecta, pero en ese momento creo que podía superar cualquier cosa, cualquier adjetivo con el que la describiese. Tenía el pelo ondulado, ya no era totalmente liso quizás por el sudor y el rozamiento contra la almohada, sus mejillas estaban ligeramente rosadas, y al tener los ojos cerrados sus pestañas se hacían más largas. Sus labios, mas húmedos, tiernos y gastados por los míos.

—Si pudieses verte ahora no creerías lo preciosa que estás. —Camila arrugó la nariz esbozando una tímida sonrisa, mordiendo mi hombro con ternura.

—Yo no puedo decirte eso. Puedo decirte que... —Se quedó en silencio pasando su mano lentamente por mi espalda. —Eres un cachito de pan.

—¿A qué te refieres? —Me di la vuelta para quedar de lado frente a ella, apartando el pelo que caía sobre su mejilla y lo metí tras su oreja.

—Mi abuela siempre decía 'eres un cachito de pan' a las personas que eran muy buenas, sobre todo nobles. Y tú lo eres. —Su mano escaló por mi mejilla hasta llegar a mi oreja, y allí se paró. Nunca había tocado aquella zona, y sus dedos, con delicadeza, palpaban mi lóbulo, subiendo  hasta llegar a la parte superior de mi oreja, donde paró en seco. —Tienes piercings.

—Sí. —Respondí dejando que siguiese toqueteando las perlas plateadas con cuidado, y Camila se humedeció los labios.

—No lo sabía. ¿Tienes más? —Me dio miedo responder a esa pregunta. ¿Y si no le gustaban, y si se iba a enfadar por haber 'ocultado' eso.

—Sí, uno pequeño, muy pequeño en la nariz, como si fuese un granito de arena. —Camila esbozo una débil sonrisa, pegando su frente a la mía para darme un beso tierno en los labios.

—No te asustes. No me importa cómo seas. —Susurró con la voz más suave que pudo, recostando su cabeza muy cerca de la mía en la almohada. —¿Puedo preguntarte algo?

—Claro. —Dije sin más, sintiendo sus dedos pasearse por mi espalda, y mi piel estaba absolutamente erizada.

—¿Por qué me dijiste que eras virgen cuando claramente no lo eres? —Se había dado cuenta, y la verdad era que no esperaba que lo hiciese. ¿Pero cómo no lo iba a saber? Podía notar cualquier cosa, incluso mi estado de ánimo, y aquellas cosas me asustaban. —Es decir, no estoy enfadada ni nada de eso, sólo... No tenías por qué mentirme sólo para que me sintiese mejor.

—No lo hice por eso. Esta ha sido mi primera vez de verdad. —Besé su frente para tranquilizarla, pero ella no parecía relajarse con mis palabras, de hecho, se inquietó aún más.

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