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Lauren's POV

—Y entonces... ¿Podría probarlo yo? —Pregunté entrando en el baño, y todos asintieron. Aquél chico, Dave, puso una mano en mi espalda acompañándome dentro. Allí, un grupo de chicas estaban agachadas sobre la tapadera del váter, respirando aquél polvo blanco que desaparecía hasta entrar en su nariz.

—Sólo un poco, creo que eso te bastará. —Me puse de rodillas frente al váter como un peso muerto, y ni siquiera lo pensé. Respiré, tragándome aquella raya hasta que se terminó. Eché la cabeza hacia atrás apretando los ojos, sin escuchar nada más a mi alrededor.

Apoyé las manos en el lavabo y me miré la cara en el espejo, mis músculos se tensaron, el verde de mis ojos se hizo casi negro, y mis manos apretaron el borde del lavabo.

Aquella noche... No sé qué pasó durante las cuatro primeras horas. Lo único que sé es que corrí, que limpié pero no estaba cansada. Que mis músculos no quemaban, que yo no sentía nada más que un profundo afán de querer moverme, correr, aunque a las cuatro de la mañana se me pasó el efecto.

Me tiré en el baño, ¿por qué Camila no estaba conmigo? Yo era una mierda, era normal que Camila no me quisiera. Si ni mis padres me querían, ¿quién más iba a hacerlo? Ellos llevaban razón, y yo no debería haber nacido, y era una cobarde por no irme. Era una cobarde por no tener el valor suficiente de desaparecer.

La llamé.

—¿Si...? —Su voz sonó ronca a través del teléfono. La música sonaba de fondo, sorda, como si estuviésemos bajo el agua.

—Camila... Te quiero... ¿Por qué no quieres estar conmigo, huh? —Apreté el móvil y los ojos, mis lágrimas descendían rápido por mis mejillas, una detrás de otra.

—Lauren, claro que quiero estar contigo.

—No, no quieres. ¡NO QUIERES¡ —Golpeé la puerta del baño con rabia, haciéndome daño en la mano. —Nadie quiere...

—Lauren, por favor, deja de llorar. Claro que te quiero.

—Tú tienes que ser feliz, y yo no te hago feliz, Camila, no puedes querer a alguien tan tóxico que te hace infeliz. —Me encogí en el sitio y la puerta del baño se abrió. Me sonaba la cara de aquél chico.

—Lauren, dios mío, ¿dónde estás? Voy a ir a buscar... —Era Liam. Liam, el chico que me violó cuando apenas tenía catorce años.

Me puse de pie como pude apoyando las manos en la pared, y él se rio.

—Pero mira quién tenemos aquí... Si es Lauren, la que creía que podía hacerme daño. —Me cogió de la muñeca y la dobló con fuerza.

—¡DÉJAME! ¡DÉJAME EN PAZ! —Pero él era más fuerte que yo, y tiraba de mi camiseta desgarrando la tela del uniforme.

—¿¡Te creías que eras capaz de denunciarme y hacer que fuera a la cárcel!? ¡EH! —Me empujó contra la pared, pero el chico de seguridad entró en el baño al escuchar los golpes y lo cogió como si fuera un trapo.

—FUERA DE AQUÍ. FUERA. —Cogió a Liam por el cuello y lo doblegó hasta dejarlo de rodillas en el suelo, hablando por el pinganillo que tenía en la solapa de la chaqueta. —Llamad a la policía. ¿Estás bien? —Yo no respondí, porque lo miraba aterrada desde la pared, queriendo esconderme en alguna esquina mientras lloraba desalmada.

Desde entonces, todas las noches fueron así. Una raya, cuatro horas, y bajón. Camila llegó a apagar su teléfono mientras dormía, no quería hablarme. Lo entendía. Yo sólo le gritaba, me enfadaba, enloquecía porque ella estaba cabreada conmigo, y con razones. Ella quería ayudarme y yo la rechazaba, la atacaba con aquél argumento de que la dejé morir, pero yo no controlaba lo que decía. Yo no controlaba mis impulsos, no controlaba nada de mi ser. Estaba totalmente en posesión de la droga, y cuando me despertaba por las mañanas no sabía qué había pasado. Llamaba a Camila, y ella me respondía llorando, y yo colgaba llorando.

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