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Lauren's POV

Cuando Camila estaba conmigo en el instituto, era una historia diferente a lo que vivía cuando estaba sola. Siempre tenía una sonrisa en el rostro que me contagiaba, y gracias a Dios nadie se acercaba cuando estaba ella. No sabía si era porque a la gente le daba pena, no sabía si era por ser ciega, o simplemente porque era agradable con todo el mundo.

Iba agarrada de mi brazo, caminando por el pasillo, evitando a la gente para dirigirnos a nuestras taquillas. Decía que aquella mañana olía muy bien, y se acurrucaba contra mí en el autobús para calentarse un poco y redimir el frío que cubría Vancouver. Era adorable, siempre tenía las palabras justas para animarme y hacerme olvidar que detrás tenía a Alexa y sus amigas que se reían de mí a cada minuto.

—¿Qué clase tienes ahora? —Le pregunté girando el candado de su taquilla hasta que se abrió. El instituto aún tenía que ponerle su propia taquilla especial, pero supongo que sólo le quedaba un año y sería malgastar el dinero.

Abrí la mía para meter los libros de aquél día, y entonces vi que estaba llena de post it con insultos. 'Gorda', 'Zorra', 'Puta' y 'Lesbiana' se repetían una y otra vez en las notas. Las cogí todas rápidamente, con un nudo en la garganta.

—Historia. —Camila estiró las manos para tocar los libros que estaban dentro de la taquilla, palpando el lomo de los libros hasta que cogió el que era. —¿Y tú? —Yo aún intentaba calmarme, haciendo una bola de papel con todo ese odio escrito.

—Mi profesor no ha venido, así que tengo esta hora libre. —Cogí su mano una vez había cerrado la taquilla y caminé con ella hasta la clase de historia. —Vendré a por ti para llevarte hasta tu taquilla, ¿vale? —Paré frente a la puerta, tomando sus manos entre las mías.

De reojo, pude ver a Luis y sus amigos pasar a mi lado y mirarme de arriba abajo como si fuese una bolsa de basura, como si no fuese nada.

—Vale, te quiero. —Camila subió una mano por mi brazo hasta mi cara, cerró los ojos y me dio un tierno beso con una pequeña sonrisa, antes de separarse y llamar a la puerta.

—Hasta luego.

Cuando me di la vuelta, los chicos ya no estaban, respiré. Me apresuré hacia mi taquilla y cogí uno de aquellos libros por los que muchos me llamaban rara, por leer quizás libros sobre cómo en la Segunda Guerra Mundial intentaban salvar las obras de arte de la masacre. Quizás, sí que lo era un poco, pero a mí me parecía bastante interesante. Me gustaría que Camila pudiese ver el arte de la forma en que yo lo veía.

Me di la vuelta con el libro en la mano y la mochila al hombro para ir a la biblioteca, pero al levantar la cabeza, Luis estaba allí. No vocalicé palabra, no moví un músculo, cuando me estampó contra las taquillas con tal fuerza que creí haberme partido alguna vértebra. Había chocado contra el candado de una de ellas, provocando que gritase por aquella punzada que me recorría la espalda de costado a costado, pero no tenía un momento de respiro porque recibí un cabezazo seco, fuerte, directo a mi ojo derecho, que me dejó retorciéndome en el suelo, con una mano en la espalda arqueada, abriendo los labios para soltar un quejido profundo.

Mi espalda se había quebrado en dos, y mi ojo latía por el golpe, por el dolor, ardía a la vez. Cuando abrí los ojos, mi hermano estaba corriendo hacia mí, e instantáneamente comencé a retroceder con las piernas, no quería que se acercarse a mí.

—Lauren, Lauren. —Se arrodilló delante de mí y puso una mano sobre mi hombro, intentando calmarme. —¿Estás bien?

—Suéltame. —Sacudí el brazo poniéndome de pie con el dolor de la espalda aún latente, uniéndose al del ojo. —Te reíste de mí cuando os lo conté y dijiste que Luis era un buen chico. Te reíste cuando papá me llamó gorda. Te ríes cada vez que papá y mamá me llaman inútil, que me insultan, así que déjame en paz. —Cogí mi libro del suelo al que le habían roto la portada.

coldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora