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Lauren's POV

Con las manos vacías, mis vaqueros negros rotos, las zapatillas deportivas azules de mi tío Stephen y la sudadera gris que me dieron en el hospital. Así puse los pies por primera vez en el cemento, en la acera fuera del centro. Me miré las manos que relucían bajo el sol, miré a mi alrededor. Estaba fuera, por fin estaba fuera. El verano se olía detrás de cada esquina, el sol picaba sobre mi piel, y cerré los ojos levantando la cabeza al sol. El calor reconfortaba, arreglaba cada uno de mis poros que había supurado tristeza todos aquellos meses, el calor relajaba, el calor expulsaba de mí todo el frío que había calado en mi interior.

Abrí los ojos; ¿dónde iba a ir? Es la primera pregunta que me hice. La segunda, era si Camila habría dejado de quererme. Vino las dos primeras semanas, las otras dos vinieron mi hermano y mis tíos. Me decepcionó un poco. Ahora no tenía ni casa, ni dinero.

—¿Creías que ibas a estar sola? —Escuché su voz a mis espaldas.

Camila estaba detrás de mí con los brazos cruzados y una sonrisa; nunca la había visto tan guapa. Saltó hacia mí, y yo la sostuve entre mis brazos dándole el abrazo más reconfortante de mi vida. La había echado tantísimo de menos, me había faltado tanto en aquél mes que apenas me salían las palabras, y tampoco me salían lágrimas. Se me habían gastado, ya no me quedaba una razón por la que llorar en la vida, así que sólo sonreía.

Ella me besó, me besó de esa forma en la que solía hacerlo, esa forma tan lenta y dedicada, haciéndome sonreír. Escuchándola sonreír entre el sonido de nuestros labios besándose.

—Has venido. —Dije dejándola en el suelo, cogiendo sus mejillas con mis manos. Camila asintió, y yo simplemente me incliné para besarla de nuevo.

Podría ir a muchas terapias, podría estar internada un año, podría recibir medicación día a día pero, al fin y al cabo lo único que te hace bien es rodearte de las personas que te completan, te hacen sentir feliz, te llenan de vida, y eso hacía Camila.

—Estás muy guapa. —Le dije riendo quitándole las lágrimas de los ojos, abrazándola de forma repentina contra mí.

—Tú también, dios, estás más... —Apretó mis mejillas riéndose, y yo me encogí de hombros. —Repuesta.

—Muriel hacía un pollo frito riquísimo. —Ella soltó una risa, contagiándome a mí, cogiendo mis manos y apretándolas un poco. —¿Dónde voy a ir ahora? —Pregunté bajando la cabeza, mirando a Camila desde abajo.

—Ven conmigo.

Camila quería coger un taxi, pero fuésemos donde fuésemos, le pedí ir andando. Necesitaba que el aire me diese en la cara, quería sentir la libertad de poder andar libre, de poder sentir el frescor de la primavera que ya finalizaba y que daba paso al verano. Poder ver gente, poder caminar con ella.

Era el primer paseo que daba con Camila, nuestra relación nunca fue normal, nunca fue estable. Era la primera vez que íbamos con las manos enlazadas, caminando sin ninguna preocupación, sin tener que guardar cuidado por si ella se tropezaba con algo, o si había un escalón, y también sin tener que ir lo más despacio posible. Camila veía, giraba su cabeza para sonreírme, para sacarme la lengua cuando le preguntaba dónde íbamos porque no iba a responder.

Sentir sus ojos mirándome directamente era una de las mejores cosas que me había pasado nunca. Conectábamos de una forma inusual, pero cuando sus ojos chocaban con los míos pasaba a otro nivel.

Llegamos al puente cerca de la bahía, justo en el centro de Vancouver. Al otro lado del puente, estaba mi casa. O la que era mi antigua casa, porque no concebía la idea de volver allí. También estaba el restaurante de sushi, la cafetería donde conocí a Michael comiendo pizza... Me traía mejores recuerdos.

coldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora