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Camila's POV

Las manos de Lauren eran mejor que cualquier libro de texturas. Me hacía sentir mil cosas simplemente con rozarla, con dejar mis dedos pasar entre los suyos, con notar su palma acariciándola con las yemas, lentamente, como si estuviese palpándola al igual que hacía con su rostro y Lauren lo sabía. Lauren sabía que podía hacerme sentir mil cosas a la vez, por eso siempre estaba en constante contacto conmigo. Me pasaba el pelo detrás de la oreja, una caricia en la mejilla, un beso. Un abrazo que se alargaba lo que yo quisiese, o el roce de su nariz con la mía. Gracias a ella era una esponja de sensaciones. Pero para Lauren nunca era suficiente, ella amaba el arte y se enfadaba porque yo nunca comprendería lo que era, según decía, yo nunca disfrutaría del arte, pero sí que lo hacía. El arte fluía por sus venas, salía por sus poros y lo expandía a la gente que estaba a su alrededor. Ella convertía palabras en arte haciéndome disfrutar de su mente, de sus pensamientos, de historias que yo nunca vería, pero que con frases me hacía vivir. Y eso era el arte, en realidad, una expresión física de cualquier sentimiento, relato o experiencia por la que disfrutar, y eso hacía Lauren.

Pero en el sentido literal, seguía sin poder ver aquellas obras de las que siempre hablaba, hasta que un día llegó a sus oídos una exposición de Bernini y Miguel Ángel para personas ciegas a Vancouver. Yo ni siquiera sabía qué era eso, ¿nos explicarían cómo eran las obras? En absoluto. Eran réplicas exactas de las obras hechas de materiales más pobres, y así yo podría palparlo.

Al ser sólo para personas ciegas tampoco había mucha gente en el museo, o eso me decía Lauren, que me llevaba de la mano al interior.

—Wow. —Susurró ella. Tenía ganas de empezar, de saber por qué le fascinaba tanto a Lauren aquello. —Ven, ven aquí. —Me cogió de la cintura y caminó conmigo despacio unos metros, hasta que paró. —¿Preparada?

—Vamos, Lauren. —Dije riendo en voz baja, y puso sus manos sobre las mías, conduciéndolas a la figura.

—Es el David de Miguel Ángel.

Noté la figura fría, lisa y dura bajo mis manos, comenzando a pasar las manos lentamente por la superficie de la obra. Por lo que intuía, aquello era un brazo y lo confirmé por las vengas que comenzaban a surgir a medida que bajaba por este, que se concentraba en el dorso, rígidas, turgentes, parecía una mano de verdad. Estaba absolutamente asombrada, si no fuese porque el tacto era de piedra juraría que estaba palpando la mano de un chico.

—¿Esto es una escultura? —Pregunté alzando las cejas, subiendo las manos por sus brazos, musculados y largos, hasta llegar a los hombros.

—Sí, sí que lo es.

Aquella tarde fue maravillosa, Lauren me explicaba algunas cosas, algunas características de las esculturas e historietas y anécdotas sobre ellas.

—Estoy segura de que algún día expondrás tus fotos en galerías de arte de todo el país. —Mis manos apretaban su brazo mientras andábamos por la calle, y Lauren paró.

—Escalón. No lo creo, no soy tan buena como para eso. —Tanteé el suelo con el pie hasta ver dónde estaba el borde del escalón, y di un paso bajando de la acera.

—Sí, sí que lo eres. —Lauren soltó una risa irónica, y sin hacer falta palabras sabía a lo que se refería. —Sé que soy ciega, lo sé. Pero tu mente tiene una perspectiva diferente a todo el mundo, ¿entiendes? Eres especial, y no lo digo porque sea tu novia. Lo digo porque es la verdad. —Sentí cómo su mano se aferraba a la mía, casi como si fuese una metáfora de su vida. Yo era todo lo que tenía.

coldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora