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Lauren's POV

El centro de Vancouver de noche era un movimiento continuo. Las luces de los edificios, los coches, músicos tocando en las esquinas, los bares abiertos y ejecutivos, gente normal cenando después de un largo día de trabajo al lado de la bahía. Yo quería vivir ese lado de la ciudad, yo quería tener mi vida, salir cuando quisiera, vivir sola alejada de aquella familia tóxica, vivir mi vida sin tener que depender de una puerta, aquella por la que me habían destrozado.

Me senté en una de las cafeterías cerca del puente y al lado de la lengua de mar entrante que nos rodeaba. Pedí un café sólo, para aguantar aquella noche tan larga que me esperaba. Ni siquiera tenía mi cámara de fotos, no tenía nada, sólo la música que sonaba en el auricular derecho de mi mp3. Born To Die, 95% de batería.  Doce y cuarto de la noche y la voz de Lana me desgarraba por dentro profundamente. Su voz, aquella voz tenue, arrastrada, pausada, lenta y melódica se combinaba perfectamente con la estampa que yo veía. Desde el cristal de la cafetería, podía ver los pequeños barcos pasar, la gente recoger sus cosas algo decepcionados, quizás, tristes. No sabíamos nada unos de otros, sin embargo estábamos constantemente juzgando. ¿A aquella chica le gustarían también las chicas? ¿Aquél señor tendría hijos? ¿Cuánto cobraría aquél chico por servirme el café? No lo sabía. La verdad era que no sabía nada.

—Hey. —Escuché la voz de un chico que provenía de la mesa de al lado. Giré la cabeza lentamente hasta verlo. Tenía el pelo teñido de azul, casi tapándole media cara. —Soy Michael. —En su mesa, tenía una caja de pizza para él sólo. —¿Quieres un poco?

—No, gracias. —Respondí negando, y él mordió el trozo que tenía en la mano con el ceño fruncido.

—¿Cómo te llamas? —Me preguntó masticando, girándose para mirarme.

—Lauren. —Pasé los dedos por la taza, presionándola un poco.

—¿Y qué haces aquí tú sola? —Solté una pequeña risa.

—Esa frase es la típica que diría un violador. —Dije volviendo a mirarlo, y él abrió los ojos negando, levantando las manos aunque en una de ellas llevase un trozo de pizza.

—No, no, es decir. Tengo veinte años, aunque bueno, los violadores no tienen edad, pero no. —Solté una suave risa al escuchar lo nervioso que se había puesto. —¿Cuántos años tienes?

—Veinte. —Respondí antes de llevarme la taza de café a los labios, tragando un poco para que calentase mi cuerpo.

—¿Qué estás estudiando? Yo estudio ingeniería química en la universidad. —Miré la taza con el ceño fruncido, apretando los labios.

—Yo repito el último curso de instituto. —Él se quedó en silencio, y le dio un nuevo mordisco a la pizza con el ceño fruncido.

—¿Y qué quieres estudiar?

—Fotografía, quizás. Hago fotos y eso, nada más. —Me encogí de hombros, quitándole la importancia que tenía aquello, porque por mis padres había aprendido que aquello no era nada.

—Mira, en mi casa hay unos amigos haciendo una fiesta, ¿quieres venir? —Solté una suave risa y miré por la ventana. ¿Dónde iba a ir toda la noche? Apenas eran las doce y media y no tenía dónde ir. —Es sólo una fiesta, ya sabes, con... Bebidas, y...

—¿Y qué haces tú aquí si en tu casa hay una fiesta? —Pregunté con el ceño fruncido, ladeando la cabeza.

—Vale, tengo que confesar... —Suspiró cerrando los ojos. —Estaba fumando marihuana y me entró el hambre. —No pude hacer otra cosa que reírme, y me di cuenta que tenía los ojos vidriosos y enrojecidos. —Pero ya se me ha pasado el efecto, sólo tengo hambre. ¿Quieres venir entonces?

coldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora