Ráfaga estelar

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Cruzar las montañas que tenían a varios kilómetros era una tarea ardua. Y peligrosa, no olvidar el matiz de peligrosa. Cargados con provisiones y objetos necesarios para toda aventura, los monstruos y la niña humana empezaron a caminar, llevando no solo en sus mochilas objetos, si no en sus corazones esperanzas. Y fuego, Undyne llevaba fuego en su corazón y no paraba de recordárselo a todo el mundo.

—¿Sans, y no podríamos usar uno de tus atajos?—jadeaba la pobre y amable Toriel hiperventilando

—Hacer uso de mis atajos para todo el grupo me mataría Tori—expuso el esqueleto

—Oh...olvida lo que he dicho...

—No, Tori, tranquila...—murmuró el de la chaqueta azul consolador.

Por el camino Frisk no molestó en ningún momento. Hacía fotos de los hermosos paisajes para enseñarselas a Asgore, recogía aromáticas y coloridas flores para adornar jarrones de su nuevo hogar, y la luz de la felicidad relucía en sus ojos. Muy lejos quedaban ya los agónicos momentos en los cuales era la pobre niña consciente de que la humanidad moriría con ella. O aquellos en los que era forzada a luchar como un soldado que no era. Todos se compadecían de la pobre muchacha que en el subsuelo les ofreció su piedad.

Pero nadie sabía la verdad completa, todo era demasiado bonito como para ser cierto. Frisk había asesinado a todos los montruos mas veces de las que los había salvado. Y sólo uno de los monstruos se acordaba de eso. Sans, aquel que aun que sabía el riesgo que tiene el vivir de Frisk decidió protegerla. Se hizo amigo sincero de ella y guardó esperanzas de que no tomase una decisión errónea e irreversible.

Al parecer acertó bastante con su decisión, pero el estado de la superficie en sí no era muy favorable. Entonces, esos buenos momentos con los que vagamente soñaba sólo los tenía con ella algunos días tras su patruya de defensa del campamento (que se tomaba muy en serio) en los cuales la televisión, el sofá y la cena entraban en escena y creaban el mejor momento del día.

Frisk experimentó un gran cambio cuando salieron a la superficie, en pocos días ya no era la niña risueña que jugaba con las mariposas. Ahora se encerraba en su cuarto y no había quien la sacara, a menos que fuese para entrenar, entonces daba todo de sí. Pero la niña se dió cuenta entonces que ese no era el camino, pues en el momento en el que hirieron por primera vez a Sans de gravedad se retractó de sus decisiones. La niña dulce, cariñosa y adorable volvía a escena y llenaba los corazones de los demás.

En ese momento Frisk estaba hacíendo unas coronas de flores, estaban todos descansando en corro, pero la niña, estaba de espaldas al grupo y apartada. Todos cuchicheaban sobre ella. Tratando de adivinar qué estaba haciendo. Y todos a su vez se sorprendieron al ver que había hecho una corona de flores para cada uno, guardando una para Asgore. Toriel recibió una azul, Undyne una naranja, Alphys una rosa, Papyrus una morada y Sans una roja. Ella se quedó con una amarilla. Sans se quitó la suya y la usó de pulsera. Puso la excusa de que los hombres no pueden ir con una corona de flores por ahí como si nada.Pero Frisk sabía que le había gustado.

El manto nocturno cayó sobre el campo, el grupo de amigos hizo un pequeño campamento. No encendieron fuego y la mayoría se quedaron dormidos enseguida. Otros, como Undyne, Sans y Frisk se quedaron despiertos. Pero aún despiertos miraban a las estrellas soñando en ellas, pidiendo a su manera deseos. Deseos que creían que nunca se iban a cumplir

TUS SUEÑOS SON MENTIRAS

—Que algún día dejarán de serlo- murmuró la castaña con los ojos llenos de lágrimas mientras disfrutaba alegre del espectáculo

Sí, podía sonar extraño, la niña lloraba, pero de todas formas estaba feliz.

Los pocos setos que había lejanos a su ubicación eran sombras difusas que se mezclaban con el algo mas violeta cielo. Las estrellas brillaban cediendo su turno de resplandecer a las demás. Una noche sin luna. Y no parecía pasar nada con la luna, es decir, que sin la luna las estrellas parecían indiferentes. O estaban mejor, pues todas tenían su momento de brillar. Pero eso tampoco era culpa de la luna, ella está inevitablemente mas cerca.

A la mañana siguiente llegaron a un pequeño pueblo habitado por monstruos, algunos de ellos pequeños comerciantes. Era un pueblo hermosísimo. Cada calle poseía un aroma inigualable y apetitoso. Calles oliendo a pastelería recién horneada, a fruta fresca...

El sol bañaba de manera gentil las calles y nungún mostruos parecía triste, los comerciantes se ofrecieron muy amables a brindarles ayuda. Podía ser por el rango de Toriel o por pura amabilidad. Cada plaza de ese pueblo (que no eran pocas) estaba llena de música alegre e inspiradora, escucharla te llenaba de fuerzas para hacer cualquier cosa. Cada farola tenía una decoración floral de enredaderas muy verdes, y estas funcionaban a la perfección.

El aire que se respiraba era puro y limpio, y las calzadas estaban muy bien cuidadas, sin duda un hermoso lugar para vivir. Por el momento decidieron quedarse una noche.

Pero justo como Alphys pensaba no todo era tan bonito, el encanto se desvanecía con la caída del sol.

Un sollozo alertó a todos en mitad de la noche que algo no iba tan genial como aparentaba...

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