Está lloviendo en algún lugar

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En un cruel y oscuro mundo en el cual ni un astro tan grande como la luna tiene luz propia nos situamos. La realidad había tomado consistencia y volvió ha hacer lo que siempre hace. Aplastar cualquier rayo de cálida e inocente luz. En ese triste mundo los seres vivos se esconden tras una capa de indiferencia para enseñarle al resto de mundo que son los mas fuertes y valientes, cuando en realidad son débiles. Y los que no se cubren con esa capa son tachados de débiles y de miedosos, cuando de verdad son los más fuertes, pues no tienen miedo a que les hieran. Pero los "valientes" cargan contra los "débiles" y no hay quien pueda contra un ataque masivo, no hay quien aguante contra el mundo entero.

Pero las cosas claras...los valientes son los que son de verdad, ni los fuertes ni sus guerras. Los valientes son los que son ellos mismos.

—¿Sans?—La gentil mano de Frisk tocó el hombro del esqueleto—Vamos, regresemos.

—Él no había hecho nada Frisk—El pobre esqueleto dejó su mirada fija en el suelo

La muchacha sabía que era cierto, pero no supo que decir. Sólo se quedó mirando a su amigo con lástima. El cielo estaba cubierto de nubes, se acercaba la tormenta mas grande del siglo. A Papyrus le gustaba la lluvia, decía que gracias a la lluvia crecían los tomates con los que se hacía la salsa de su pasta. Le emocionaba ver que iba ha llover, y cuando chispeaba salía sin chubasquero. Jugaba con Frisk en el barro, y si había truenos se escondían juntos en el hueco de la escalera. Papyrus abrazaba a Frisk para protegerla de sus miedos y le aseguraba que absolutamente todo iba a salir bien.

Cuando esos hermosos recuerdos con su amigo llegaron a pasar por sus ojos la lluvia se adelantó. Una suave lluvia de lágrimas se precipitó sobre la hierba mas cercana a Sans. Cuando este se dió cuenta alzó la mirada hacia Frisk. Sus puños cerrados temblaban junto a su llanto, cerraba sus labios con mucha fuerza para no emitir ruidos. El chico de chaqueta azul se levantó y abrazó a la muchacha para consolar su llanto. Suena irónico. Sans volvía a ser aquel ser deprimido que les decía a otros seres deprimidos que estar deprimido no era la solución. Volvía a ser un payaso.

Pero esta vez Sans no tuvo esa sensación, sintió que estaba haciendo lo correcto.

Gotas de verdadera lluvia empezaron a caer, pero ellos no se movieron. Ambos sentían culpabilidad por todo. Un humano no puede controlarlo todo, y un monstruo menos.

—Chicos, es hora de volver—Asgore, cuya presencia no había sido percibida, llevaba un paraguas para los dos amigos—...enfermareis

Ambos asintieron y junto al monarca regresaron al palacio dentro de la ciudad. Sans entró con la mirada baja sin mirar absolutamente nada del palacio. Cerró el paraguas y se lo tendió a Frisk. Aún tenía muy presente el recuerdo de cuando llegó al castillo minutos despues de la apresurada Undyne con Papyrus en brazos. Frisk había llenado de esperanzas al pobre esqueleto, y la noticia de que llegó al palacio ya muerto cayó sobre él como un fuerte mazazo. No le dejaron ver a su hermano, Alphys estaba ahí junto a algunos cientificos. Le comunicaron también que no estaba muerto del todo. La explicación que le dieron fue un poco pobre, pero Sans no necesitaba más. Su hermano estaba mutando. Se estaba convirtiendo en aquellas cosas que les atacaban. Y lo iban a usar como una máquina cientifica para probar maneras de contrarestar las mutaciones.

Parecía en sí buena idea, pero Sans sabía la verdad. Si usaban a su hermano no habría quien pudiese salvarle a él. Pero por otra parte era lo que su hermano hubiese querido, ser el héroe que salvase a los humanos y monstruos.

¿Acaso no era esa una hazaña digna del gran Papyrus?

—Sans...Undyne y el resto de los guardias reales han querido...ejem...ya lo verás—Asgore les llevó hasta la sala de conferencias

Los guardias reales llevaban todos sus armaduras, se habían quitado los cascos y sus armas descansaban sobre sus respectivos lugares, pero sin funda. La bufanda de Papyrus estaba sobre un cofre plateado. Undyne estaba justo delante, sólo ella estaba con el casco puesto. Todos los monstruos y todos los humanos que se protegían en la ciudad segura de Asgore estaban presentes y sentados.

—Hoy, si estamos todos aquí es para honrar a un buen chico. Un chico que luchó por los demás sin esperar nada a cambio. Un chico puro y que deseaba unirse a la Guardia Real. Las mutaciones le quitaron el vivir su sueño. Pero yo, su amiga y capitana de la guardia real...—se quitó el casco de su armadura— no voy a dejar que su sueño no sea cumplido. Yo, Undyne the Undying, nombro a Papyrus the skeleton un guardia real. Constará su nombre en los registros del reino y yo lucharé en su nombre y en el de su Majestad el Rey para dar honor a ambos nombres.—En los ojos de la guerrera se veía su profunda tristeza— Papyrus...siento no haberte protegido en su día como tanto yo quería... Pero una cosa quede clara ante el rey Asgore, Dios, y todos los presentes ¡¡PERMANECERÁS EN LA GLORIA DE ESTE MUNDO!!

La gran sala se llenó de aplausos y vitoreos. Undyne so colocó el casco. El resto de guardias la imitaron, y junto a ella alzaron todos sus armas hacia el cielo

—¡¡RWY UNTER DER BERG DER GESUCHT!! (Alemán)

Todos se retiraron, y Frisk y Sans hicieron lo mismo. El esqueleto, con un gran cúmulo de sentimientos se disculpó ante Frisk y se marchó hacia su cuarto

—Sans...puedes contar conmigo cuando quieras—le recordó la muchacha—Voy a estar contigo...

—Yo también estaré siempre cerca de tí Frisk, ahora sí que es imposible que me aleje de tí. Contigo...siempre...lo juro—Sans fue con paso lento hasta su habitación

No sé que es lo que mas duele, el que alguien se vaya...o el recordar las promesas de que jamás se iría

Undertale AU UnderPower ||Overpower||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora