Un grito en la oscuridad

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Antes incluso de que la pareja de humanos se diese cuenta ambos se habían dividido.

—Oye Bren, he estado pensando que--...—cuando la pequeña se giró ya no había nadie. Un escalofrío la recorrió por completo. Su poder no le había avisado de esto por no estar atenta.

Suspiró con pesar y sin dejar de mirar el camino por donde había llegado caminó hacia delante.

Un sonido de un ser arrastrándo sus pies provocó que todo su cuerpo se tensara y que sus ojos marrones cambiasen a su color menta distintivo. Movida por el pánico salió corriendo por uno de los laterales chocando bruscamente contra algo. Un sudor frío recorrió su frente en el momento en el que notó el tacto seco de la piel que acababa de rozar.

Con un grito ensordecedor empujó a la mutación alejándola de ella todo lo que pudo, un fuerte sabor a sal en sus labios eclipsó todos sus sentidos en un instante e instintivamente llevó sus dedos hacia su rostro. Lágrimas frescas recorrieron sus dedos y bajaron por ellos interrumpiedo su curso normal. Se había asustado como una niña idiota.

Se dió media vuelta y corrió en sentido contrario, nunca había sido muy atlética, pero había aprendido bastante bien a huir. Los pasos de la mutación que la seguía se hicieron cada vez mas cercanos, era mas rápida que ella. Iba a alcanzarla. Con su poder intentó adivinar hacia donde atacaría la mutación para intentar esquivarla, pero el ver lo que ocurriría solo la dejó mas asustada

Cuando una enorme puerta blanca se abrió ante ella y su tranquilizadora presencia le hizo sentir seguridad se planteó si había sido posible que su poder hubiese fallado.

Un gruñido la hizo estremecer tanto a ella como al pequeño animalillo que tenía en su bolsillo.

En el instante en el que una mutación se abalanzó sobre ella se percató de que una vez mas su don no había fallado. Segundos mas tarde un líquido rojo profundo y perdido comenzó a salir por debajo de la puerta.

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Con el paso de las horas Bren, el mestizo, decidió darse la vuelta. Su pequeño golpe de estupidez le había llevado a no preocuparse por la aparente y repentina decisión de Danae de quedarse callada. Pero cuando su alma le avisó de que su escudo protector había sido creado giró hacia donde debía haber estado Danae.


—Pequeña, ¿has-...?

En la oscuridad del laboratorio un alarido de ira hizo callar al resto.

—¡¿DÓNDE DIABLOS TE METISTE?!—Retrocediendo sobre sus pasos a ritmo rápido intentó buscar cualquier indicio de Danae o de su nueva mascota.

Como mosquito hacia la luz pensó que Danae habría sido atraída hacia una gran puerta con una enorme bombilla emitiendo luz azul. Se acercó a la sorprendentemente suave puerta y tras sobrepasarla se adentró hacia la sala que había tras ella. La sala de cámaras.

Pese a que la niña no se encontraba ahí dentro fue una completa suerte el haberse topado con tan valiosa entancia, desde ahí podría facilmente encontrarla a ella y a los otros dos tórtolos.

Reinició todas las cintas de las cámaras con suma facilidad y cuando las reprodujo su sorpresa fue mayor, la cinta mostró una de las grabaciones mas antiguas. Era una completa suerte el estar ahí. Sacando todas las cintas de sus respectivas corazas y guardarlas en su gabardina salió de esa habitación abandonando la idea de encontrar a su acompañante gracias a ellas.

Lejos de sentirse inquieto la parsimonia que demostraba dejaba también entreveer la gran estupidez que había en él y no parecía haber sido demostrada todavía.

—¡BREN!—La voz del cabreado esqueleto lo sacó del regocijo de la dulce suerte que acababa de experimentar—¡¿DONDE ESTÁ LA NIÑA?!—con desespero sacudió al humano

—N-no lo sé la estaba buscando ahora, la perdí

—¿¡No escuchaste el grito!?¡INCOMPETENTE!¡Tenías que cuidar de ella!

Sans rozó casi con aprension la mano de Bren al tiempo en el que los teletransportaba a ambos hacia el paradero de Frisk.

—¿Novedad?—En cuanto aprecieron ahí Sans se apartó como si Bren estuviese hecho de ácido

—Ni rastro de ella, ni un sollozo, ni otro grito...nada—Frisk agachó la cabeza

Sans sacó un Blaster.

—Rastréala.

Siguiendo a la invocación de Sans llagaron a cierta puerta blanca.

—¿E-eso es...?

Sin importar mancharse las botas Bren corrió hacia la puerta pisando el charco del oscuro líquido y abrió la puerta. El ya cadaver cayó a sus pies, pero Bren, lejos de parecer consternado sonrió.

—Aquí la teneis





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