Capítulo 2: Acondicionamiento. (2/2)

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Llegué a la cafetería de prisa y al entrar al recinto, lleno con más chicos que los que había en el pasillo y en el campo mientras cruzaba, me sentí más oprimida que antes, necesitaba sentarme en algún lado para poder respirar y tranquilizarme. Localicé en una esquina una amplia mesa rectangular y corrí hacia ella, pero al hacerlo, justo en el medio del gentío choqué con alguien, y al levantar la mirada noté que era un muchacho.

—Perdón —dije, nerviosa e intenté salir de ahí.

—No pasa nada —dijo, echándome un vistazo con unos ojos negros—ten más cuidado— y lo había dicho en un tono tan amable que no parecía molesto, más bien apurado por salir de ahí.

—Sí, gracias —dije y me alejé del muchacho, que era alto, casi una cabeza más que yo, de cabello café como del color de la cajeta, de piel clara y sonrisa amable. Era guapo, pero aquello sólo me hacía perder más el aliento y la poca tranquilidad que me quedaba. Los recesos me constaban trabajo, superar esa media hora siempre había sido un martirio para mí.

Al llegar a la mesa que había visualizado me dejé caer y enterré la cabeza como si fuera un avestruz, y ahí me quedé hasta que alguien me tomó por los hombros. De prisa me levanté pero me tranquilicé al ver que era Lorena.

—Te vez fatal—dijo y luego tomó el asiento que estaba frente a mí.

Le dediqué una mueca parecida a una sonrisa.

—Gracias, Lorena. —dije, sintiendo aún esa sensación extraña en la garganta, pero tratando de ocultarla.

—Mejor sonríe—sugirió ella, al tiempo que me apuntó con la lente de su cámara que acababa de sacar del gran bolso que ocupaba como mochila, pero no le presté demasiada atención a lo que hacía, pues acababa de ver algo, o mejor dicho, a alguien justo en la mesa de atrás de nosotras. '

—Ay, mierda—susurré, justo en el momento en que Lorena me deslumbraba con el flash de su cámara.

—Perdón—dijo, bajando los brazos. Pero no había sido por aquello mi exclamación.

—No, no es por la foto, Lorena, —le dije, e intenté mirar con disimulo sobre su hombro, luego regresé la mirada a ella. —No voltees pero ahí está el muchacho que me gritó el primer día.

—¿Quién?—exclamó Lorena, dándose la vuelta en redondo. Por suerte el muchacho vestido con un suéter negro y pantalones de mezclilla no notó aquello.

—Ay, por favor, Lorena—le supliqué en voz baja. Ella se percató de que había sido muy exagerada en su reacción, aunque era justificable que así fuera, pues le había contado sobre el muchacho que me echó a gritos de la sala de música el día en que ella me estaba mostrando la escuela. Se tapó la boca con las manos para sofocar sus risas y luego de un minuto me miró.

—Perdón —dijo de nuevo, con los ojos llenos de lágrimas por la risa.

—Bueno, sólo cállate—dije, pero no estaba molesta con ella. Lorena tenía este don, (lo había notado durante el poco tiempo que habíamos compartido habitación esa semana) de lograr que nadie se molestase con ella.

—Bueno, —continuó Lorena luego de un minuto —¿Quieres saber cómo se llama? —preguntó, mientras ambas lo mirábamos de reojo. —Yo los conozco.

Estaba sentado con otros dos muchachos. Uno tenía el cabello largo pero no demasiado, de color café oscuro, vestía una simple playera blanca y pantalones desgastados de mezclilla pero no podía verle el rostro porque estaba de espaldas a nosotras. Al otro muchacho sí, tenía el cabello del color del caramelo, y sonrisa amable, portaba un pantalón negro y una camisa blanca de mangas largas, y ya que lo veía con detenimiento era el chico con el que había chocado hacia un rato. Me enrojecí de vergüenza y asentí con la cabeza a la pregunta de Lorena.

Sueños de tinta y papelWhere stories live. Discover now